Llegando de nuevo a Lisboa


La primera de mis salidas otoñales de este año tenía como destino Lisboa, ciudad en la que estuve el año pasado. Era prácticamente una visita relámpago y en la que quería centrarme en Sintra, una especie de parque temático de palacios muy cerca de la ciudad. El viernes, salía de mi casa para ir al trabajo con la mochila de los viajes, la que he retocado para usarla cuando vuelo con aerolíneas de billetes baratos (que no de bajo costo, porque si intentas volar con Vueling pagas un güevo y parte del otro y disfrutas de la misma experiencia de bajo costo, razón por la cual, esa aerolínea se ha caído de mi lista y únicamente la considero cuando quiero ir a Málaga a visitar a Sergio y su familia). En lugar de ir con la Dolorsi, fui a la estación central de Utrecht con la Mili o Vanili y la dejé aparcada por allí. El día estaba encapotado y amenazaba con llover pero a esa hora, aparte de una humedad escandalosa no caía nada de agua. Llegué a Hilversum en el tren y caminé hasta la oficina en donde trabajé normalmente. A la hora de salir llovía continuamente y como no me había traído los pantalones chubasqueros, pillé el paraguas que tengo en la oficina para estas emergencias y me fui andando a la estación. La lluvia era de esas puñeteras, como un grifo que se queda abierto y pasan las horas sin que lo cierres. Ya tenía mi billete de tren y cuando llegó el Intercity a Schiphol me apalanqué en un rincón a navegar por Internet usando la red Wifi gratuita que hay en muchísimos trenes holandeses y que algún día explicaré para aquellos que la quieran usar. Media hora más tarde caminaba por la terminal del aeropuerto hacia la zona del control de seguridad ya que tenía mi tarjeta de embarque en la aplicación de Transavia y no necesitaba obtener una de papel. En el control de seguridad por descontado que marcaron mi mochila y tuve que enseñarles la cámara, algo que sucede siempre en ese aeropuerto en el que parece que están obsesionados con las cámaras Reflex. Después busqué la tienda en la que solían vender el agua más barata pero la han quitado.

Me acerqué a la puerta de embarque y me senté a esperar mientras veía un episodio de las muchas series que sigo. El embarque comenzó a la hora prevista y yo fui uno de los primeros en ocupar su plaza mientras afuera continuaba el diluvio.

Yo apuraba los últimos minutos antes de despegar chateando con el Rubio y el Turco y afuera continuaba la lluvia que no paraba. Lo que distingue al aeropuerto de Schiphol de las ruinas económicas de la Península Ibérica y lo que hace que año tras año los viajeros lo elijan el mejor aeropuerto de Europa no es el diseño pedante de algún arquitecto que se merece dos pepinos por el orto para bajarle los humos. Lo que lo distingue es como piensan en las necesidades de los viajeros mientras están en tránsito. Por eso, en las salas de espera, han puesto unas mesas altas con un montón de tomas de corriente para que puedas recargar tus dispositivos mágicos y maravillosos e incluso los pobres puedan recargar sus zafios y vulgares androitotorotas.

Sala de espera en Schiphol

Sala de espera en Schiphol, originally uploaded by sulaco_rm.

En total, en la sala de espera, una de las cuarenta y pico de la zona «D», teníamos veinticuatro conexiones eléctricas para recargar aparatos. En las zonas comunes del aeropuerto también te encuentras mesas similares, entre otros muchos detalles como butacas para dormir y descansar, fuentes de agua, una hora de wifi gratis en el aeropuerto, una terraza mirador espectacular sobre la que hay un avión para que los niños lo puedan visitar y un centro comercial increíble. En fin, no voy a seguir enumerando cosas porque las comparaciones son odiosas.

Después de despegar, subimos unos cientos de metros y se abrió el cielo y así siguió hasta Lisboa, en un vuelo sin sobresaltos en el que me comí la chocolatina que llevaba desde mi casa y un paquete de Maltesers por aquello de no dar dinero de más a la aerolínea. En ese viaje opté por no dormir y seguí viendo episodios de series y particularmente de una nueva que ha cautivado mi interés titulada The Tomorrow People. Al aterrizar el avión se detuvo frente a la terminal 2 del aeropuerto de Lisboa y desde allí nos llevaron a la 1 en guagua. Salí, maravillándome de nuevo con ese aeropuerto tan bien hecho y fui directo a la estación de metro para comenzar mi viaje a la ciudad. En esta ocasión elegí una pensión en un sitio más céntrico, justo al lado del Teatro Nacional, en la estación de Rossio. De esa forma tenía el tren para ir a Sintra a tiro de piedra y no necesitaba usar el metro tanto como en la visita anterior para ir por la ciudad. Salí de la estación de metro y por supuesto me desorienté, algo que me sucede incluso con los programas que uso en mi dispositivo mágico y maravilloso. Cuando recuperé la hebra, me acerqué a la pensión, toqué el timbre y tomé posesión de mi habitación, simple y muy limpia. El lugar no tiene aire acondicionado con lo que en verano es probablemente una pesadilla pero en esta época del año es perfecto. Largué la mochila y me fui a la calle a comer algo rápido ya que no tenía mucha hambre. Encontré un restaurante de comida rápida de dudosa calidad y cené en unos pocos minutos. Después paseé por las calles del centro respirando el ambiente de la capital de Portugal y disfrutando al poder andar en camiseta por la noche, algo que en Holanda ya no es posible.

Regresé a la pensión para acostarme temprano ya que a la mañana siguiente mi día comenzaba muy temprano, pero ese será otro capítulo …

El relato continúa en La visita a Sintra

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7 respuestas a “Llegando de nuevo a Lisboa”

  1. Es verdad: A mi marido siempre le hacen sacar la cámara en Schiphol. Una de las veces decían que les parecía haber visto un cuchillo en su interior. No sé cómo se podría meter un cuchillo en esa cámara…pero bueno.

    Podrías haber explicado ya lo del wifi en los trenes. Así me serviría para mi próximo viaje.

  2. Siempre que se habla de Lisboa me acuerdo del besugo al horno del restaurante «O,caseiro» del que creo recordar que ya he hablado aquí…
    Tengo ganas de volver pero me da mucha pereza viajar solo…
    Salud

  3. Coño, de Genín te acuerdas para comer besugo al horno y a mi me quieres matar del susto en un accidente de tranvía con camión, pues si que me tienes aprecio si….

  4. Virtu, es que yo estoy muy anciano y como es buena gente me tiene condescendencia.:)
    Sulaco, un día que te cuadre deberías probarlo, no se si seguirá cocinando la misma gente, pero merecía la pena, ya ves que recuerdo tan firme me ha quedado a mi.
    Salud

  5. Yo no soy de pescado. A mí lo de ir a un restaurante a comer besugo no me llama, casi que prefiero uno de hamburguesas grises hechas con carne de origen desconocido

  6. Bueno, en O,caseiro tenían de todo, lo que pasa que yo, que tampoco soy mucho de pescado, me enamoré de aquel platillo de dioses y siempre que iba comía el besugo, pero mi gente comía de todo y decían que estaba muy bueno… 🙂
    Salud