Todos los años viajo de vuelta a España por San Juan. La noche más corta del año es algo que pasa completamente desapercibido en Europa, más preocupada en celebrar el día más largo y en donde los ritos paganos dejaron de practicarse hace décadas. En la ciudad de las Palmas de Gran Canaria esa noche es algo muy especial. Se celebra el santo patrón de la ciudad y esa noche, alrededor de la medianoche, la playa de las Canteras se llena de gente. Son cerca de doscientas mil personas que se acercan a la orilla del mar con toallas, bañadores, chanclas y la escena sería normal si no fuera porque es de noche y a esas horas uno no va a la playa. La avenida de la playa se torna intransitable a primera vista con chiquillos que corren entre la gente, abuelas que tratan de alcanzar la arena con sus sillas plegables y otros abalorios y los chavales alternativos que llevan a la espalda su guitarra y usan su música para encandilar a las niñas e intentar mojar.
Según se aproxima la hora la gente se va acercando al agua, se despojan de la ropa y miran con cierto recelo hacia esa obscura masa que vemos delimitada por la barra natural que convierte a la playa de las Canteras en una de las más bellas del mundo, una playa natural sin igual en el archipiélago canario y todo un lujo para la ciudad. Cada año los aspirantes a brujos y los estafadores que se ganan la vida con ropas estrambóticas y mariconeo zafio invitan a su inculta audiencia a seguir diferentes ritos de purificación que deben acompañar con el lanzamiento de variados objetos al mar. El año pasado la moda era tirar rosas y el agua acabó llena de flores que tardaron días en retirar porque el mar será lento, pero es constante a la hora de devolvernos la basura que le lanzamos. Este año parece que lo que se llevaba era tirar manzanas mordidas y cinco minutos después de la medianoche en el agua flotaban miles de manzanas.
Nosotros encontramos un rincón desierto junto a la clínica de San José, una zona en la que la gente no parecía querer bañarse y por suerte no tuvimos que luchar en el agua contra todos los objetos lanzados. Justo a la medianoche corrí hacia el agua y pese al impacto inicial siempre me ha parecido que el mar no está tan frío en la noche de San Juan. Me bañé sin más problemas y cuando salí y estaba secándome comenzaron los fuegos artificiales, que desde el año pasado se lanzan en simultáneo desde ambos extremos de la Playa. En el instante en el que el primer volador estalla se oye un clamor y miles de personas corren hacia el agua para ver los fuegos desde el mar. Se quedarán allí unos veinte minutos, acompañando los estallidos más espectaculares con gritos de asombro.
Al acabar los fuegos la multitud abandona la playa sin orden ni concierto salvo algunos grupos que se quedan junto al escenario de la plaza de Saulo Torón y aquellos que han decidido organizar una fiesta privada en la playa y tienen sus timbas montadas en la arena. Toda la zona del Puerto hierve en actividad esa noche. Nosotros nos acercamos a una de las heladerías y acabamos sentados en la avenida disfrutando con un helado de sandía y fresa, dos sabores veraniegos con los que celebramos esta noche mágica. Me encuentro con una conocida que me pregunta si se cumplieron mis deseos del año pasado y he de reconocer que no, pero tampoco es algo que me preocupe porque tengo todo lo que necesito para ser feliz y en realidad siempre pido imposibles por si acaso se cumplen.
A lo largo de los años he celebrado la noche de San Juan en varios sitios distintos. Recuerdo que en el año 1999 lo hice en Tenerife y fui con una amiga y algunos compañeros chicharreros a la playa de las Teresitas. Allí éramos cuatro gatos, no tenían ningún tipo de tradición de bañarse a medianoche y lo puedo comprender porque para ello hace falta al menos tener una buena playa. En el 2001 lo celebré en Holanda y no hubo manera de convencer a nadie para ir a la playa y menos aún porque decían que la temperatura del mar era muy fría y ni locos se metían en el agua. En el 2003 y en el 2004 estuve en Málaga. El primer año fuimos a una pequeña playa a la salida de Benalmádena y nos bañamos y saltamos una hoguera con un grupo de gente. Nos lo pasamos muy bien y el año siguiente repetimos en la playa principal de Benalmádena y estaba que se caía de gente, con multitud de hogueras y fiestas. Hacía un montón de calor y se agradecía el baño en el mar. Salimos de la playa templados de tanto beber y comer. Y si miramos muy atrás en el tiempo recuerdo algunas noches de San Juan con asaderos en algunas pequeñas playas del sur de la isla de Gran Canaria.
Imagino que si se sigue popularizando acabará como todas las grandes fiestas, con las cadenas comerciales vendiendo productos necesarios para pasarlo bien y creando esas necesidades de consumo que han terminado por desvirtuar otras fiestas y las han convertido en meras batallas en las tiendas para conseguir esos regalos que hay que comprar.
6 respuestas a “Otra noche de San Juan”
En Coruña la fiesta está declarada de interés turístico nacional, es digna de disfrutarse tambien. Pero lo que más me ha llamado la atención del relato (y ya se que soy rara, pero cada uno se fija en lo que quiere) es lo del helado de sandía. En mi vida he probado helado de sandía… Cuando me pasee por Gran Canaria ya tengo la primera pequeña cosa que quiero hacer.
Buen poeta Saulo Torón. Está bien que tenga una plaza.
Virtuditas, para mí también fue una curiosidad lo del helado de Sandía y la verdad que estaba riquísimo.
En Sevilla ni se celebra, faltaría más. Pero de donde yo vengo, es una gran celebración y sin duda una de las mejores fiestas que hay. Da igual que el pueblo o ciudad esté en la costa o en el interior. Es una de mis fiestas favoritas, pero aquí tampoco hay manera de convencer a la gente de irse a la playa para celebrar algo que se salga de la Semana Santa, etc.
Hace muchos años en las Teresitas San Juan era estupendo, con hogueras, baño y de todo, pero como la carretera para llegar es un embudo, se formaban unos atascos horripilantes y a muchos se nos quitaron las ganas hace tiempo (súmale el laja con reguetón y te harás idea). Mucha gente ya nunca va por esto. En cambio, viví en Almería y allí se montaba una fiesta que iba todo el mundo.
Cuando yo estuve allí no hubo ningún atasco. Como mucho éramos quinientas personas. REcuerdo que paramos a comernos unos bocadillos en el poblacho que está por allí cerca, en un bareto famoso por sus bocatas. En esa época se hablaba de buscar arena para añadir a la playa porque ya clareaba un huevo y cuando entrabas en el agua aquello era una pedrera. Por supuesto nada de guarretón ni de K-garrias