Seguramente porque se me olvidó mi pequeña guía turística en el hotel y mi tío es igual de despistado, la basílica de San Esteban no formó parte de los lugares en los que estuvimos durante el día. En realidad nos topamos con ella tras subir a la azotea del hotel President para ver las fabulosas vistas de la ciudad que hay allí y después salir a la calle para ir andando hasta los puentes y ver el castillo, el parlamento y los puentes de noche. Ya he comentado alguna de las virtudes del San Esteban ese, todo un regalito de persona, así que nos centramos en el edificio, el cual tiene exactamente la misma altura que el parlamento Húngaro, algo que al parecer se hizo a propósito. Se completó en 1905 así que es relativamente nueva.
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Otro fin de semana movidito
Después de dos semanas seguidas de puro meneo y en las que recorrí más de ocho mil kilómetros por los cielos de Europa, yendo de punta a punta, yo lo único que quería el pasado fin de semana era apalancarme en mi casa, tirarme en el sofá a ver series y comprobar empíricamente si es cierta esa leyenda urbana que dice que si te tocas los güevos te crecen y me veía llegar al lunes con dos pedazos de pelotas de balonmano peludas. El jueves por desgracia se me cayó el mundo y el universo cuando el Rubio me confirmó que como su más-mejor-amigo, debía pasar el fin de semana en la casa de la Primera Familia. Su mujer me remató cuando me mandó un mensaje preguntándome qué íbamos a cenar. Así, el sábado por la mañana, yo me levantaba a las ocho y me metía en la cocina a preparar una Tortilla de papas con cebolla, unas Albóndigas en salsa y para desayunar, un modesto y sencillo plato de chocolate con Churros para el que hice una pequeña investigación en la red y averigüé que la proporción es de 1 gramo de chocolate por cada 4 mililitros de leche. Como no me quiero encochinar y que me retiren el carné de bulímico-anoréxico, me hice la cantidad que resultó de mezclar 120 ml de leche con 30 g de chocolate y usé uno que no tiene un porcentaje de cacao particularmente alto pero que pasa del 55%.
No veas como relamí el fastuoso recipiente que usé para mojar los churros. El chocolate estaba rescandalosamente rico. Cuando acabé con la pitanza y la preparé para el transporte, aproveché para escribir el comentario de la película del sábado ya que digan lo que digan las lenguas viperinas, no suelo hacerlo mientras trabajo (o no suelo hacerlo hoy en día ;-)) y salí de mi casa escopeteado hacia la estación, con una mochila en la que llevaba la comida anteriormente mentada, una botella de tres cuartos de litro de cerveza Texels Bock, casualmente la ganadora este año del premio a la mejor cerveza Bok del 2012 y que compré el día anterior para compartir con mi amigo el Rubio, una botella de vino, jamón serrano, fuet, unos chupachups para los niños y como estas visitas no se sabe como acaban, bañador, pijama, desodorante, cepillo de diente, muda de ropa por si acaso había algún posyaque. Llegué al tren con el tiempo justo y me fui a la zona del Amsterdam ArenA, el famoso estadio, para ir al cine antes de pasarme por la casa de mi amigo. Me hice una sesión doble y entre las películas estuve de compras por la zona. Al salir de la segunda peli, el Rubio comenzó a seguir mis movimientos con la aplicación Find my friends y yo, en lugar de regresar a Utrecht, enfilé hacia su casa. Llegué a las seis de la tarde y allí me esperaba su parienta, ya que él estaba haciendo unas gestiones.
Al llegar a la casa, preparé todas las cosillas, ellos añadieron un par de platos con verduras y listo, cena en la mesa. Aunque esté mal que yo lo reconozca, esta ha sido la tortilla que mejor me ha salido desde que comencé con el invento. No sé si fue por trabajar con legañas pero estaba del copón. Cuando terminamos de comer y estás más inflado que un tamborín y dudas entre ir al baño y hacerte un leididí o arriesgarte con el susto del día siguiente, nos pusimos a jugar con los chiquillos y cansarlos. Conseguí negociar con los niños que yo no los metía en la cama ni les leía cuentos y a cambio me quedaba a dormir, así que los padres se tuvieron que joder y ejecutar la tarea para la que previamente copularon. Una vez nos deshicimos de las Unidades Pequeñas, nos centramos en el tema y nos tomamos la Texels Bock, de la cual seguramente hablaré otro día. Yo hice la transición hacia otras cervezas tomando una de trigo antes de continuar con Palm, que resulta ser la favorita del Turco. Esa noche no trasnochamos demasiado, algo raro porque siempre nos despistamos y nos dan las tantas y yo creo que no era ni la una de la mañana cuando culminábamos la sesión.
Durante la noche, se produce un ruido fortísimo y me despierto. Me quedo quieto, sin moverme y como el día anterior había pisto una peli de terror, opté por no salir a investigar. Un momento más tarde comienza un golpeteo fuerte y rítmico en algún lugar de la casa. Yo me recordaba a mí mismo que la curiosidad mata a mucha gente en las películas de miedo así que metí la cabeza debajo de la almohada y me hice el lolailo. Al rato oigo bajar al Rubio y se acerca a la puerta principal y se queda mirándola. Yo ni respiré para que no me mande a morir y al poco salió y desapareció en la calle. Cuando pensaba que ya lo habían despiezado, regresó y se volvió a dormir. Media hora más tarde comienza el ruido de nuevo y yo vuelvo a mi Coccoon, cabeza bajo la almohada y quieto. El Rubio vuelve a bajar, vuelve a mirar la puerta y se vuelve a marchar al poco y esta vez tardó más antes de regresar. Afuera el viento aullaba endemoniado. En las películas de género niponas, este es el momento en el que aparece una puta niña de pelo negro largo y que camina raro y se te acerca y la has cagao hasta el fondo. Yo ya estaba por empezar a gritar para despertar a su mujer y que sea ella la segunda en salir a la calle cuando regresó, cerró la puerta y volvió a subir. A propósito, mi dormitorio tenía la puerta cerrada pero como los que hicieron la casa eran fastuosos y fabulosos, le pusieron puertas de cristal y básicamente lo ves todo, algo particularmente molesto cuando vas a jiñar al retrete y parece que estás en un escaparate. Que nadie se preocupe que el Rubio solucionó el problema en los baños con un papel de forrar especial.
Por la mañana me levanté a las ocho y media e hice Pannenkoeken. En eso que se escucha otro ruido terrible y que venía de afuera y cuando yo ya estaba por echarme a correr y subir al ático, la mujer del Rubio viene con cara de espanto y nos dice que tres casas más abajo acaba de caer un árbol al suelo cortado de raíz. Estábamos en alerta amarilla por vientos huracanados y al parecer, esta vez sí que eran huracanados. Afuera llovía horizontalmente. Después del desayuno nos quedamos tomando café relajados y bobiando hasta que llegó la hora de mi partida. Camino de la estación vimos algún otro árbol en el suelo y ramas enormes arrancadas por el viento y que corrían por las calles. En Utrecht, en un cierto punto, tuve que bajarme de la bicicleta porque pedaleaba sin avanzar. Al llegar a mi casa ya eran casi las tres de la tarde y opté por echarme una siesta mientras la máquina del pan hacía masa para pizzas.
Con suerte, esta semana sí que conseguiré tocarme los güevos como Dios manda …
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Magyar Nemzeti Múzeum
No todo van a ser fotos de la zona junto al Danubio. Para que veáis que fuimos capaces de alejarnos más de cien metros, hoy tenemos una imagen del Museo Nacional Húngaro, hospedado en un edificio que se comenzó a construir en 1837 y que rezuma estilo neo-clásico. Las estatuas del pórtico son de Raffael Monti. El museo está en una plaza muy espectacular, Kálvin tér, en donde se cruzan multitud de líneas de tranvía, el metro, trolebuses, autobuses y un pequeño lago (o una charca crecidita). Cuando pasamos por el lugar habían habilitado una pista para carreras de caballos en la zona y aquello estaba lleno de gente.
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La petición de consejo
Siempre que en mi empresa ponen en marcha el bombo y deciden largar lastre, el proceso comienza por un pre-anuncio al que sigue una petición de consejo o adviesaanvraag en el idioma bárbaro local. Ese es el documento en el que se basan las interminables discusiones y especulaciones que llenan nuestras vidas de alegría y cosa buena hasta que llega la ejecución. En este documento, la empresa informa al comité de empresa de sus planes y de la gente que quiere ajustar (uno de los muchos eufemismos para decir echar) y pide la aprobación del comité de empresa. Estos, reciben el documento de manera solemne en una reunión y después lo suben a su página en la red corporativa en donde algunos que somos más espabilados que otros, nos hemos suscrito a dicha página y recibimos la notificación inmediatamente. Ayer, esa notificación fue a las doce y cuarto y nos pilló en la oficina porque llovía y no pudimos salir a caminar. Yo estaba con el Moreno y nos lanzamos como hienas sobre las dos copias que imprimimos. Fuimos directamente a la parte final del texto en donde ponen los números. Yo apostaba por un 20% de la empresa, cantidad insuficiente para salvarla pero suficiente para alargar la agonía un par de años. Otros apostaban por un 30%, seguramente suficiente para hacernos creer que existe luz al final del túnel. Al final el número se quedó en un insatisfactorio 15%, meramente un parche que no curará nada. Leyendo el documento más cuidadosamente, encontramos que en ese grupo estaría la mitad del departamento al que pertenece el Moreno con lo que sin comerlo ni beberlo, resulta que tiene un montón de puntos extra de karma y va a estar en la lista de ganadores. Me pasé la tarde leyendo entre líneas, afinando la letra pequeña y por más que leo y releo, tengo la sensación de que al igual que sucede tras la explosión de una bomba nuclear con ratas y cucarachas, yo voy a sobrevivir a este evento o más bien y mirándolo desde mi perspectiva, no me va a tocar premio en la lotería.
Es como para no mear gota. Solo hay una persona en toda la compañía a la que se la suda el mantener el empleo y que quiere y desea ardientemente que la echen y parece que me tienen más cariño que a un oso de peluche. Como me he ganado la reputación a pulso de ser el elemento que más inestabilidad crea en la compañía y el único que parece ser capaz de decir las verdades a la cara de los jefillos, ya he colgado el organigrama de la empresa en mi despacho y aquello parece la consulta de un médico de la Seguridad Social. La gente viene, cierra la puerta, lo mira y explica quien cree que será ajustado y tendrá que dejar la academia. Existe total y completa libertad para decir nombres y la única regla es que no se puede marcar el organigrama y señalar personas. La razón es que hay que respetar los derechos más básicos y primordiales de los Orcos y demás seres y hasta el hijoputa del director de recursos inHumanos no tiene porqué ver su nombre marcado.
En paralelo y como actividad complementaria, he organizado una visita extraordinaria al Café Cartouche para comer costillas en la que el selecto grupo de invitados podrán hablar y tratar con antiguos empleados que trabajan fuera de aquí y que les pueden ayudar a encontrar trabajo en caso de que sea necesario. Pensé que sería más difícil organizarlo dada la época y la premura pero el evento será un gran éxito y me han comentado que ya los hay rascadísimos entre los que no recibieron la invitación. Que nadie se equivoque, yo soy un creador de redes sociales, establezco y mantengo vínculos con la gente que me gusta y para hacerlo no necesito ninguna mariconada dosputocerolista.
Ahora solo queda cruzar los dedos y esperar que todos estén equivocados y a mediados de enero, cuando abran el sobre para anunciar los ganadores, mi nombre esté en la lista.