El charco de los Clicos es una pequeña laguna junto a una de las paredes del cráter. Al parecer el agua entra por grietas desde el mar y el color verde intenso se debe a las algas y otros organismos que están allí, supongo que algo parecido al lago esmeralda que hay en Tailandia y que también tenía un color muy raro para ser agua de mar. Leí en algún lado que el nombre venía de la forma en la que se referían los lugareños a algún bicho que habitaba en ese lago (creo que marisco) y que desaparecieron después de que alguien echó un par de tortugas dentro del mismo que los usaron como parte de su dieta alimenticia.
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La bomba
No sabéis lo cerca que habéis estado de perder al Elegido, «The Chosen One«, un servidor y autor de la mejor bitácora sin premios en castellano. Recientemente ha quedado constancia que estoy que me salgo con Bici y más bici y acumulo kilómetros como si fuera un jacoso de esos que se dopan y salen por la tele en las tardes primaverales y veraniegas vestidos con lycras y contando rollos sobre filetes de carne hipermineralizados y semejantes. Ayer, nuevamente, salí de mi casa a las siete y diez de la mañana con unos fascinantes diez grados y medio y armado de una camiseta que permite la transpiración y la rápida evaporación del sudor, recorrí los veintidós kilómetros y seiscientos metros que separan físicamente mi casa de mi trabajo. El trayecto me tomó cincuenta y cinco minutos o tres mil trescientos segundos si sois más de esa unidad de medida y podrían haber sido muchos menos de no ser por los semáforos que tuve que respetar. Tras una jornada productiva en la que salvé al mundo y al universo una y otra vez sin descanso ya que nosotros los hiper-héroes no lo necesitamos y habiendo caminado una hora durante el almuerzo ya que uno siempre debe hacer algo de ejercicio, a las cuatro y diez de la tarde volvía a la carretera y comenzaba el regreso, mucho más relajado y aprovechando los veintitrés grados de temperatura. Mi paseillo iba muy bien y parecía que conseguiría llegar a mi casa en cincuenta minutos (a la mierda con lo de relajarse, me enralo y empiezo a pedalear como un bellaco y me pico con los trenes …) cuando en el punto en el que entro en la ciudad de Utrecht me encuentro con un cordón policial y un picoleto que no me permite el paso ni a mí, ni al abuelete en silla de ruedas motorizada que se estaba acordando de su madre y otros familiares cercanos. Un montón de curiosos se agolpaban tras la línea policial y llegaban continuamente coches de policía, camiones y ambulancias. El lugar es junto a una de las fortalezas que defendían la ciudad de Utrecht de la chusma y la gentuza foránea en el pasado. Se llama Fort Blauwkapel y como todos sabemos pero aprovecho para refrescaros la memoria, se levantó entre 1818 y 1821 y forma parte de la Nieuwe Hollandse Waterlinie. Justo este mes ha estado abierto al público UN sábado, como sucede cada año ya que septiembre es el mes de los fuertes en la ciudad y los van abriendo todos para que los que pagamos impuestos allí los podamos visitar. Todos los días al pasar por allí veía a unos operarios dragando los fosos del fuerte y sacando un montón de tierra, ya que en un país que batalla continuamente con el agua hay que hacer un montón de mantenimiento para que las cosas sigan funcionando.
Ya dice el refranero que lo mejor es no remover para que la mierda no salga a flote. Estos se pasaron rebuscando en el lodo y al final apareció una bomba de doscientos cincuenta kilos lanzada por los alemanes en la segunda de las guerras mundiales que reactivaron la economía en época de crisis el milenio y siglo pasado, que digo yo que ya va siendo hora de comenzar la tercera y ensañarnos con la chusma y la gentuza emburkada y así salir de la crisis, que lo mejor en estos casos es abusar y abusar y abusar y de paso tomamos control del petroleo y devolvemos a los follacabras a la Edad Media de la que nunca les debieron permitir salir, aunque nuestros políticos como bellísimas personas que son lo maquillarán todo para que parezca que luchamos por sus derechos, sus libertades y las de sus mujeres y les deseamos todo lo mejor, siempre. La bomba medía un metro y pico de largo y aunque en la prensa pusieron que crearon un perímetro de trescientos metros alrededor de la misma, yo la tuve poco menos que delante de mi hocico. Como el universo al completo gira a mi alrededor y eso es algo fácilmente demostrable, yo desde el principio supe que la bomba se puso ahí para acabar conmigo, en un plan maquiavélico que se ha extendido a lo largo de más de sesenta años y con el que pretendían acabar con esta bitácora, que aunque hay un montón de contenido planificado, habría dejado de emitir nuevas anotaciones el trece de noviembre y como mañana vuelvo a pasar por el lugar en bicicleta y no me extrañaría nada que lo vuelvan a intentar, hoy pienso escribir algo más para que podáis seguir leyendo nuevo contenido un tiempo más.
Por culpa de la bomba tuve que dar un rodeo de más de tres kilómetros que disparó hasta los veintiseis kilómetros la distancia entre mi trabajo y mi casa. Mientras buscaba la ruta alternativa, me confundí en un giro, algo que sucede continuamente y volví a acercarme a escasos metros de la bomba, con toda la pasma mirándome y preguntándome como coño había cruzado los cordones de seguridad y con una bronca de cojones entre ellos cuando les señalé la ruta de la que todo el mundo se olvidó y que llevaba directamente hasta ellos. Retrocedí por ese camino pasando junto al abuelete motorizado que ya venía siguiéndome los pasos y de alguna manera conseguí reenganchar con mi ruta habitual …
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El Golfo
En nuestra ruta por el sur de Lanzarote, después de pasar por Yaiza y por el Parque Nacional de Timanfaya fuimos hacia el Golfo, un barrio en la costa que está junto al Charco de los Clicos. A esas alturas mi navegador Garmin con la cartografía del 2010 iba totalmente perdido y no me indicaba ninguna carretera pero por suerte la chica del Centro de Visitantes de Timanfaya nos indicó muy bien la ruta y además nos aconsejó que en vez de ir al Golfo, fuéramos al lado de enfrente para hacer unas fotos más «dramáticas». Tenía razón. A la izquierda podéis ver las casitas del Golfo y las montañas son en realidad las paredes del cráter de un volcán que está entre la tierra y el agua y en el que encontramos el Charco de los Clicos, el cual veremos en la próxima imagen.
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Pack Max Duo
Una de las compañías holandesas más innovadoras y que tiene una selección de productos prácticos además de bonitos es de fietsfabriek o la fábrica de bicicletas si se nos ocurriera traducir el nombre de la empresa. Ya hemos visto algunas de sus creaciones y hoy tenemos la Pack Max Duo, una bicicleta bastante larga que permite llevar a dos niños sentados en la parte de atrás o incluso con accesorios, ponerlos con sus respectivas maxi-cosi. La bici tiene una cesta delantera reforzada y en la que se pueden poner hasta ochenta kilos de carga y si os estáis preguntando (como yo hice en su momento) que demonios es ese cilindro de color metálico que hay detrás del asiento del conductor, es para meter la cadena con la que os aseguraréis que nadie os la robe cuando la dejéis aparcada en algún lugar y aquí también podemos ver el pedazo de cadena que usa el dueño para evitar disgustos, sobre todo cuando la dejas en las calles de Amsterdam, que es el lugar en el que le hice la foto. Fijaros que la cesta de carga no cuelga del volante sino que es una extensión del cuerpo de la bici. El precio de esta preciosidad es de unos 1300 euros.