Yo mismo me sorprendo con mi incombustible fe en el cine español y sigo cayendo en las trampas que nos tienden cuidadosamente a base de subvenciones para producir cualquier cosa si cuentas con los contactos adecuados. Algunos de estos experimentos acaban bien pero la gran mayoría no llegan a buen puerto. En mi última visita a España aproveché para ir a ver Lo mejor de mí, película de la que nunca antes había oído hablar y de la que ni siquiera me sonaban los nombres de los actores y actrices.
Una tonta del culo acaba bien jodida
En esta película tratan de responder esa pregunta que todos nos hacemos tarde o temprano y que tiene que ver con los límites a donde llegaríamos por amor. La protagonista se arrejunta con su novio, un deportista un tanto ligero que le gusta meter el rábano en muchas flores. Al colega le da un jamacullo y a consecuencia del mismo, se le escoña el hígado. Su novia decide donarle un trozo del suyo para que pueda vivir y mientras espera a que le corten la loncha descubre que en realidad no está enamorada. Para nosotros, los sufridores que vimos la película, el problema es que los ochenta y cinco minutos que dura se hacen interminables porque le falta velocidad, le falta un buen gancho y le sobran planos y planos inútiles que no aportan nada y que solo sirven para estirar lo que debía haber sido un buen corto. Todo el prólogo que nos lleva al momento en el que el joven llega al hospital parece desconectado con el resto de la película y lo mismo sucede con las escenas en la oficina de la chica. Esto va llenando tus tanques de mal rollo poco a poco y finalmente terminas por explotar. No es que la película sea mala, es sencillamente mediocre, aburrida y sosa.
No se puede decir mucho más. Una muy mala opción para pasar una tarde de cine a menos que se la estés recomendando a alguien a quien le tengas manía.