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  • El cine y Yo

    6 de septiembre de 2008

    Por aquí se habla muchísimo de cine ya que es uno de los vicios a los que tengo apego y del que no pienso prescindir. Voy continuamente a ver películas, en Holanda, en España o en cualquier otro lugar en el que me encuentre. Lo hago de una forma compulsiva y en muchas ocasiones ni siquiera discrimino para seleccionar títulos que me gusten. Le doy a casi todo y pese a los tropezones y los disgustos, sigo manteniendo mi fe y yendo a ver películas.

    En Distorsiones hay cientos de anotaciones sobre Cine y quizás por ese exceso entre conocidos y amigotes hay un par de corrientes totalmente equivocadas ya que pase lo que pase, ninguno tiene la razón. Los hay que dicen que soy muy duro y me ensaño con las películas desmontándolas sin misericordia. Eso no es cierto. También los hay que me acusan de complacencia y ñoñería y de hablar demasiado bien de cosas que no merecen ni un pase por la tele en horario de madrugada. Tampoco creo que estén en lo cierto.

    Lo único cierto es que voy al cine, veo las películas y comento lo que me parecieron a mí. Es mi opinión, mi visión de la historia, mis sensaciones y mi subjetiva y equivocada opinión. No busco nada más. Ojalá todo lo que veo me encantara, yo sería la persona más feliz del mundo pero no siempre es así. Voy al cine porque me gusta y procuro tener un espíritu abierto y no desechar títulos solo por razones subjetivas. Después me llevo los palos que me llevo, pero para eso está la bitácora, para desahogarme y soltar todo ese karma negativo que te cierra las chacras.

    No le deis ninguna importancia a lo que yo pueda decir, porque no la tiene y centraos en el concepto importante que no es otro que ir al cine con frecuencia para que no se muera la industria.

  • Turbulencias

    5 de septiembre de 2008

    – Tripulación, entrando en pista para el despegue. Buen viaje ? se escuchó por megafonía.

    En esos momentos la gente se queda quieta y salvo algún chiquillo que se revuelve en su asiento, todos contienen la respiración y esperan a que esa loca carrera con un ruido ensordecedor acabe pronto y el pájaro levante el vuelo. Isabel volvía a casa después de una semana de vacaciones en Creta y lucía un precioso bronceado. Iba ligera de ropa ya que al entrar al avión la temperatura era de más de treinta grados y al llegar a su destino también haría calor. A su lado estaba su última conquista, una muesca más en su rifle, un joven ejecutivo al que le sacaba quince años y que la miraba arrebolado. Ella le daba todo aquello que él quería sin poner objeciones. Era una diosa sexual y lo sabía. Su cuerpo se mantenía en perfectas condiciones gracias a un riguroso programa de mantenimiento que le costaba mucho tiempo y dinero. Ni lo uno ni lo otro eran un problema para ella. Su vida era una fiesta eterna que deseaba que no acabara.

    Tras unos minutos tomando altura el avión se estabilizó y comenzó el baile de azafatas a su alrededor, ofreciendo comida y bebida y procurando que se encontraran lo mejor posible. Esa era la ventaja de volar en primera, el servicio. Ambos se hacían cariños y se juraban amor eterno, una mentira conocida para una mujer que solo se podía querer a sí misma. Con unos vasos de champaña brindaron por el porvenir. A este joven aún le quedaba cuerda para un par de meses. Después tendría que plantearse el finiquitar la relación, pasar por quirófano y buscarse uno nuevo. Se paró un momento a pensar cual podía ser la parte más divertida de todo el proceso pero no pudo porque todas le gustaban por igual. Seleccionar la víctima, tender la trampa, flirtear, el primer beso, el primer abrazo, el primer revolcón, la primera pelea, las primeras vacaciones y después la estabilidad previa a la ruptura, el mantenimiento de su cuerpo y vuelta a comenzar. Es muy dura la vida disoluta del vividor.

    Estaban brindando por enésima vez cuando el avión se sacudió un poco y se encendió el indicador del cinturón de seguridad. Enseguida las azafatas avisaron al pasaje para que se mantuvieran en sus asientos debido a las turbulencias y para que se abstuvieran de andar. Una de ellas les recordó que se debían amarrar los cinturones y eso hicieron. No era nada del otro mundo, todos hemos pasado por esto en ocasiones anteriores, unos minutos de vibraciones y después vuelve la calma. Ella miraba a su hombre con esos ojitos tan hermosos y le transmitía su total y completa entrega, muy puesta en su papel de enamorada cuando el avión se sacudió bruscamente y comenzó una caída más acusada. Aquello era como una montaña rusa o quizás peor. Los motores hacían un ruido horrible y la gente gritaba en el interior del avión, agarrándose a donde podían. Algunos compartimentos se abrieron y su contenido salió despedido hacia afuera. El avión caía cada vez más rápido y aquello parecía no tener fin. Se oyó un golpe seco y vio que su novio tenía la cara manchada de sangre y algo más. ?l la miraba horrorizado y ella, aturdida, no sabía qué hacer. Se llevó la mano al pecho y en ese instante supo lo que había pasado.

    Le faltaba algo. En su pecho había un agujero del que salía algo de líquido. El pezón colgaba caído y mirando alrededor encontró lo que le faltaba, su implante de silicona de Corporación Termopatética estaba en el suelo junto a ellos. Se puso a gritar. Su novio también. Gritaba y trataba de alejarse de ella, a la que de repente veía como un monstruo horroroso que disparaba proyectiles.

    El avión se estabilizó y ella se soltó el cinturón y salió corriendo hacia los baños gritando
    – Mi teta, mi teta, se me ha caído mi teta

  • Un sapo real en el Club de las 500

    5 de septiembre de 2008


    Sapo, originally uploaded by sulaco_rm.

    Tenemos que retroceder a la primavera del año 2005 para encontrar el origen de esta foto. Iba a volver a contar la historia pero mirando en los archivos me he dado cuenta que está muy bien explicado en la anotación Un sapo real y prefiero que trabajéis un poco y hagáis algo de esfuerzo. Una vez estáis ahí, es un buen lugar para saltar a Deconstruyendo el cuento de la princesa I, la historia que inspiró este sapo y a su segunda y tercera parte.

    Tras una larga espera, hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.

  • Sticky & Sweet Tour – ¡VIVA MADONNA!

    4 de septiembre de 2008

    Ir a un concierto de la REINA es algo más que una experiencia religiosa. Uno se prepara durante semanas poniendo las canciones que componen el espectáculo en su iPhone para ensayar y recordar alguna letra que se puede haber difuminado un poco en nuestra mente.

    Yo no sé si Dios existe y ni siquiera me preocupo en creer en ese ente etéreo creado por el hombre, para el hombre y sobre el que tanto se ha escrito. Tampoco me interesa esa dimensión adicional en la que es posible que se mueva. Yo creo en Madonna y es para mí lo más cercano a una Diosa que tengo. He crecido con ella, recuerdo su música en mi adolescencia, en el instituto, en la universidad, en todos y cada uno de mis trabajos y en casi toda mi vida. Uno de los hitos de mi vida sucedió en el año 2004 cuando acudí a ver el Madonna?s Re-Invention Tour. Ese día me juré que nunca jamás me perdería una de sus giras y aún estoy cumpliendo la promesa. Cuando dos años más tarde, en el año 2006 vino de nuevo, yo estuve allí, en el Confessions Tour 2006 y de nuevo viví una experiencia mística. En este tercer encuentro con mi diosa estuve acompañado por mi amigo el Moreno y su esposa, ambos también seguidores de la Divina. En esta ocasión teníamos entradas para el césped, de pie pero más cerca de Nuestra Señora. El día se presentaba lluvioso y desapacible pero por suerte el estadio Amsterdam ArenA tiene un sistema para cerrarlo completamente y dejarlo convertido en una preciosa cajita que resalta en el horizonte de la capital holandesa. Llegamos con tiempo más que suficiente y cenamos por allí a la holandesa, es decir, a las seis de la tarde.

    Después nos dividimos para entrar en el estadio ya que pese a que todos teníamos entradas para el césped, el acceso era por puertas distintas. Nada más salir del metro ya habíamos visto a los fans que se plantan allí desde un día antes para conseguir un sitio lo más cercano al escenario. Yo no llego a tanto, me conformo con estar allí y disfrutar del espectáculo. Lo bueno del césped es que tenemos un acceso más fácil al alcohol y mientras esperábamos que empezara el concierto nos pusimos tibios. Ayuda mucho que exista un ejército de vendedores ambulantes que se acercan con sus barriles de cerveza Grolsch a la espalda y así no tienes ni que moverte.

    Vendedores de cerveza ambulantes

    Aquellos que crean que la mejor cerveza holandesa es la Heineken deberían probar la Grolsch o la Jupiler, ambas a milenios luz de distancia de la más ordinaria de las cervezas neerlandesas. En mis dos conciertos anteriores Madonna no había tenido ningún artista telonero pero en este venía acompañada de Robyn, una chica sueca que lo hizo muy bien y comenzó a caldear el ambiente. Después de una espera interminable, se apagaron las luces, se iluminaron las dos grandes letras M que había a los lados del escenario y comenzó todo.

    M de Madonna

    Abría el concierto Candy Shop, la canción que está en primer lugar en su último álbum y que iniciaba el primero de los cuatro segmentos de que consta. Fue un comienzo muy en su línea, espectacular y con la Reina en plena forma. Ella misma se hacía los coros grabados en una melé de Madonna cantando con Madonna absolutamente fascinante. Continuó con Beat Goes On, con un coche de época en el escenario, Kanye West en una pantalla detrás de ella cantando y Madonna demostrando que cuando quiere, hasta canta. Esta es una de esas canciones que en el disco no me terminaba de impresionar pero la versión en directo me ha dejado completamente asombrado. Después llegó Britney Spears en la canción Human Nature, uno de esos clásicos menores que solo conocen los fans. La versión era un poco pachanguera y no muy afortunada. Tras esto llegó Vogue, uno de los grandes hits que ha tenido y una favorita de todos. El escenario con todo el equipo bailando y una remezcla fantástica. Entre medias aparecieron brochazos de otras canciones. En este punto ya bailábamos todos y así entramos en el primer interludio, esas pausas en movimiento en que la reina desaparece para cambiarse y en el escenario continúa el espectáculo. En las pantallas teníamos una versión exótica de Die Another Day con dos bailarines que boxeaban en un ring.

    El segundo interludio comenzó con un viaje en el tiempo y una puñalada trapera en nuestro corazón. Viajamos al año 1985 con Into The Groove y os juro que casi lloro de la emoción. Ella bailaba en plan stripper, cantaba y saltaba con una agilidad que ya quisiera yo para mí. Parece increíble que tenga medio siglo de vida. Sólo por esta canción merece la pena pagar la entrada. Todavía con el corazón en un puño llegó Heartbeat, otro de los temas del último álbum y en el que exhibió su voz de una forma grandiosa. Después vino Borderline y fue como si volviera a ser un adolescente. Es posiblemente mi canción favorita de su primer álbum. Aquí no me importa reconocer que lloré. Este clásico ha sido actualizado y suena mejor que nunca. Todavía lo escucho en mi cabeza. Todos temblábamos de emoción, alucinando en colores y casi no nos dimos cuenta que la canción se transformó en She’s Not Me en la que cuatro versiones de Madonna que hemos visto a través de las décadas aparecían en el escenario mientras ella las negaba y cantaba disfrutando con el momento. Esta es una de las canciones del nuevo disco que más me gustan y solo había una forma de incrementar la temperatura y era con Music, el clásico del año 2000. Así llegamos al final del segundo episodio y para la transición disfrutamos con Rain, una pausa visual en la que quizás no eligieron la mejor de las versiones de esta canción.

    En el tercer segmento llegamos a la locura máxima. Comenzó con Devil Wouldn?t Recognize You en donde Madonna está sobre un piano completamente cubierta por una especie de traje que le cubre hasta la cara y que parece un poco surrealista. Es una canción suave que bailamos dejándonos llevar por las mareas humanas y a la que sucede Spanish Lessons, con Madonna chapurreando español y todo su equipo de baile trabajando y divirtiéndose en el escenario. Acaba con un zapateado en plan gitanillo lolailo y luego agarra la guitarra (algo que ya ha hecho en algunas canciones anteriores) y se pone a cantar Miles Away, algo que nos recuerda a todos los emigrantes que estamos muy lejos físicamente de nuestras familias pero en nuestros corazones las distancias no existen. Al acabar suelta la guitarra y llega La Isla Bonita, un clásico del año 1987 que todos nos sabemos de memoria. 50.000 personas cantaban con ella y disfrutaban cada segundo de esta versión mezclada con música de gitanos y no dejamos de gritar cuando Madonna nos dio la orden: You Must Love Me, una de las baladas de la película Evita en la que despliega todo el encanto de su voz y nos hace vibrar en silencio mientras nos enjugamos las lágrimas de emoción que nos caen a todos. El tercer interludio fue con Get Stupid, con imágenes de dictadores y gentuza entre las que pone al candidato republicano a las elecciones americanas y en la segunda parte imágenes de gente honrada y decente con un final dedicado a Obama. Está super claro a quién le va a votar.

    En la parte final comenzó con 4 minutes, la cancion más conocida del último álbum y en la que canta con Justin Timberlake por todo el escenario. El está en un montón de pantallas con las que Madonna baila, se restriega, canta y se divierte. Este es el comienzo del momento cumbre de la noche. El estadio vibraba sin parar y sin descansar seguimos con Like A Prayer en su version definitiva. Nunca sonó tan bien como en esta gira. Brincábamos y aullábamos sin parar bailando sin poder detenernos y cuando crees que por fin vas a poder descansar llega el Ray Of Light y tienes que continuar con la locura, en una versión rockera de este éxito que sirvió para enganchar con el Hung Up y continuar la fiesta. Esta es la parte del concierto en la que está totalmente prohibido dejar de bailar y aunque lo quisieras no podrías evitar que tu cuerpo se mueva sin control alguno por tu parte. El punto y final llegó con Give It 2 Me, Madonna baila con nosotros o quizás somos los espectadores los que bailamos con ella que se divierte y contonea al ritmo de la música mientras todos sus bailarines se reparten por el escenario. Fue el final perfecto.

    Como todos sabemos que no hay bises, nada más terminar comenzó la desbandada. Pasé junto a una de las divas que habían ido al concierto y aproveché para hacerle una foto:

    Una diva en el concierto

    Aún en extasis nos montamos en el metro y nos alejamos el Amsterdam ArenA, lugar al que seguro que volveré para ver a Madonna en el futuro. Si tienes oportunidad no te pierdas esta gira, es un espectáculo soberbio y que se disfruta a cada instante.

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