Si esta es tu primera parada en este viaje hacia el futuro que nos lleva por caminos misteriosos es mi sacrificado deber el advertirte que esta historia comenzó con el Diario de Berlín, el prólogo y continuó con Diario de Berlín – Llegando a la ciudad. Quizás deberías dar un doble salto hacia atrás en la línea del tiempo y atacar la historia desde el comienzo.
Al llegar a Berlín por tren sales en la que posiblemente sea la estación más espectacular de Europa. Recién acabada para el mundial de fútbol, es la muestra más reciente del poderío alemán. Su diseño es apabullante, con sus múltiples niveles en los que llegan y salen trenes y metros, todo acompañado de un centro comercial enorme. Al ir andando por el andén escucho por megafonía un anuncio en el que se daba la bienvenida a los pasajeros que acababan llegar en el tren procedente de Ámsterdam. Eso es tronío y clase y lo demás es bobería.
Cogimos un taxi para ir al hotel. Mi amiga la Peruana (a la que aprovecho para felicitar porque aparece en la última campaña de C&A) ya me había avisado que los taxis son muy baratos y no merece la pena usar el transporte público y tenía razón. El taxista pilotaba un mercedes de película y en menos que cantan una folía estábamos a las puertas de nuestro hotel, el Hotel Meineke Berlin. Llenamos la ficha y nos fuimos a las habitaciones, un poco bastas pero al menos amplias y con una buena calefacción. Sin perder mucho tiempo salimos a la calle a recorrer la zona y de paso buscar un lugar para cenar. El hotel estaba en Charlottenburg, muy cerca de la estación de tren Bahnhof Zoo. Esta parte pertenecía a los aliados y era (y es) la parte comercial de la ciudad. Está junto al zoológico y la calle Kurfürstendamm, la zona de tiendas por excelencia. En nuestra misma calle estaba el Hard Rock Café de Berlín, uno de los tres únicos establecimientos de esta cadena que hay en Alemania. Como esta área no fue comunista no tiene el aspecto paupérrimo de otras zonas de la ciudad. De hecho se ve de puro lujo y lo de las vidrieras en la avenida llenas de artículos de lujo de las tiendas impresiona y aún más de noche porque no las vacían y yo pensaba en lo que tardarían en España en hacerles un alunizaje y limpiarles los escaparates de chaquetas de piel de tres mil euros, de zapatos de ochocientos y esas cosillas tan económicas.
En Charlottenburg se encuentra el Zoo de la ciudad, un lugar de visita obligada si se va con niños y hay que entretenerlos. También está la Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche o la Iglesia del conocimiento del Káiser Guillermo, un templo que fue medio destruido durante la Segunda Guerra Mundial y que han dejado como recuerdo de dicha guerra. Y por supuesto, hay tiendas. Edificios y más edificios enormes con grandes departamentos comerciales entre los que destaca el KaDeWe, una especie de Corte Inglés pero de lujo, con un traje de putilla come-nabos en la puerta que puede ser tuyo por sólo catorce mil euros. Si piensas viajar a Berlín yo te recomiendo que busques hotel en esta zona o en Mitte. Olvídate de Spandau porque está en el más allá y tendrás que usar bastante transporte público para llegar al centro.
En la plaza de la Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche hay un montón de puestos de comida callejera y también una especie de mercadillo. No sé si están allí todo el año o dio la casualidad que coincidieron con mi visita. Lo cierto es que hay mucha comida típica alemana a precios de risa, cervezas de esas enormes y todo tipo de vendedores ambulantes. Algo que hay que tener en cuenta es que en Alemania se paga fianza por todo recipiente de líquidos que se compre y al devolver el envase nos dan la fianza. Para aquellos con una baja capacidad de entendimiento aclaro: las latas, las botellas de plástico, las de cristal, por TODAS hay que pagar fianza. En los puestos callejeros te cobran hasta por los vasos y te devuelven la pasta cuando entregas el vaso. Espero que esto se extienda pronto al resto de Europa porque no se puede comparar una ciudad limpia y sin basura en las calles con los chiqueros que abundan tanto en nuestro continente.
Este primer día lo pasamos paseando por allí y mirándolo todo con la boca abierta como buenos provincianos. Tengo unas fotos fantásticas de mis padres que nunca verán la luz en esta bitácora pero que no tienen desperdicio. Con la edad les ha dado por posar como el Dúo Dinámico, cada uno con la vista fija en algún punto perdido en el horizonte y en direcciones diferentes. Parece que he hecho un reportaje fotográfico de dos leyendas del folclore hispano. A la hora de comer decidimos hacer caso a la guía Lonely Planet y primero visitamos un lugar llamado Schwarzes Café para tomarnos un cafelito pero salimos a escape porque aquello era peor que las chimeneas del infierno, un antro lleno de gentuza fumando a destajo y donde no se podía respirar. Seguiré rezando para que las leyes europeas conviertan el fumar en un crimen castigado con cárcel.
Para cenar elegimos el Drei en Savigny-platz, una plaza a la que acudimos cada noche a cenar porque la selección de restaurantes es fantásticas y está un poco alejado de la calle de los turistas y cualquiera que haya viajado sabe que los mejores sitios están siempre fuera del área destinado a desperrar a los viajeros. Comimos muy bien y salimos de allí con el corazón contento, el corazón contento y …
Dimos un último paseo por la zona para ver la excelente iluminación nocturna y después nos volvimos al hotel.
Ha llegado la hora de dar un salto en el tiempo para encontrarte el siguiente capítulo de este diario, llamado Diario de Berlín – Gira turística por los grandes monumentos.