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  • Robots

    8 de abril de 2005

    El cine de animación ha sido uno de los más dinámicos en los últimos años y uno de los generadores de los mayores éxitos de taquilla. Hemos visto como ha ido evolucionando desde aquellas empalagosas producciones de Disney de nuestra niñez hacia el musical y más tarde hacia el cine de adultos. Hoy en día estas películas de niños camuflan detrás de bonitos colores y formas divertidas trabajados guiones llenos de guiños para que los adultos no pongan reparos a la hora de llevar al cine a los niños, que sirven únicamente como anzuelo y como compradores de todos los productos que rodean cada una de las películas de dibujos animados que llegan a las pantallas. La última película en esta serie ha sido Robots. Frente a los dos colosos que se han repartido el mercado durante los últimos años (DreamWorks y Disney/Pixar), se están levantando otros, como la Paramount, que tratan de hacerse un hueco en este mundillo. Robots la han dirigido Chris Wedge y Carlos Saldanha, los mismos que hicieron hace unos años Ice Age.

    Mi impresión es que se les están agotando las ideas y se están acomodando en lo fácil. Cuando uno ve el trailer de esta película se lleva una impresión bastante distinta. Al ver la cinta, se nota que se alargaron escenas para chupar minutos, se estiraron los golpes hasta fronteras bastante peligrosas, ya que lo gracioso puede resultar bastante pesado, cuando se alarga en exceso. A pesar de unos cuantos momentos brillantes y de unos pocos golpes que realmente arrancan carcajadas, me he quedado un poco decepcionado. ¿Dónde está la originalidad, el cachondeo, la ruptura de cliches? Definitivamente no aquí.

    Eso sí, han tirado de la cartera y las voces son un despliegue de estrellas, como de todas formas es habitual en el cine de animación. Por desgracia, los españoles sólo podéis aspirar a escuchar a dobladores profesionales por la cerrazón de las distribuidoras y el público español a las versiones originales. Algunas de las voces que os perderéis son las de Greg Kinnear, Ewan McGregor, Robin Williams, Halle Berry y Mel Brooks.

    Así que aunque no puedo decir que es una mala película, tampoco puedo decir que ha cumplido con las mis espectativas. Me he quedado esperando más. De todo lo que vi, resaltar como soberbio el momento «Britney Spears», con muchísima diferencia, lo mejor de toda la cinta. Merece la pena verla, aunque tampoco esperéis grandes cosas.
    gallifantegallifantegallifante

  • Omán séptima parte - Turismo en Moscate I

    7 de abril de 2005
    Arabian Tour 2005

    Casi hemos acabado y no quiero dejar de insistir en el orden adecuado de las historias, que es el siguiente: Comienzo del viaje, Arabia Saudita, Qatar primera y segunda parte, Moscate, Camino de Sur y Sur, primer y segundo y tercer, cuarto día y vuelta a Moscate.

    Mi último día en tierras herejes es el único que podré hacer algo de turismo. En principio había planeado dos días, pero fue imposible y no puedo cambiar el billete porque no hay plazas disponibles. De haberlas, me habría quedado un par de días más. No me quejo, que cuando estuve en Venecia sólo pude hacer una gira de cuatro horas por la ciudad y en Zurich llegué de noche y me marché de noche sin haber puesto un pie en la calle. Por eso no me gusta nada viajar para la compañía. Me exprimen hasta los huevos para sacarle jugo a mis viajes. Esa es la razón por la que soy muy reluctante a las salidas de Holanda. A algunos de mis compañeros les encanta visitar hoteles y no ver nada, pero yo siempre he creído que si vas a algún sitio, deberías disfrutarlo.

    Bueno, me dejo de cantinelas y continúo. Como sólo podía hacer una gira de un día, decidí centrarme en Moscate. Contacté un par de agencias turísticas y se puede alquilar un coche con conductor por menos de cincuenta euros y el hombre se encarga de llevarte a todos lados. Me recogió en el hotel, en donde me encontré con otra sorpresa. El asiático de mierda al que ya he mentado en múltiples ocasiones la cagó una última vez y puso en el fax que su compañía pagaba mi estancia en el hotel. Si lo sé, destrozo la habitación para que le carguen los gastos. Avisaré a los de mi empresa para que le devuelvan la factura si alguna vez tiene la jeta de mandárnosla.

    De esta última parte de la historia tengo unas ciento cincuenta fotografías. En el momento en el que escribo estas líneas (en el aeropuerto esperando por el avión) no sé cuantas pondré en la bitácora ni como lo haré, pero algunas veréis y es posible que podáis ver fotos de muchas de las cosas que cuento en esta anotación. Y recordaros que haciendo clic en las mismas las podréis ver en un tamaño mayor. Gran mezquita del Sultán QaboosComenzamos visitando la gran mezquita del sultán Qaboos. No me dejaron entrar dentro para hacer fotos. El guía me dijo que algunos días permiten al menos la entrada al patio interior, pero hoy no era uno de ellos. En cualquier caso, el edificio es impresionante. Además de mezquita es universidad de imanes. Espero que el vulgo que lee estas numerosas líneas sea lo suficientemente espabilado como para saber que no me refiero a esas piezas de metal polarizadas. Por si no lo he dicho, hay mezquitas por todas partes y se construyen nuevas continuamente. Todo esto está pagado por el estado. Gran mezquita del Sultan QaboosQuizás los europeos deberíamos subvencionar más a la iglesia católica para que compita en igualdad de condiciones, que aquí los niños compiten entre ellos por adquirir esa profesión, la cual te garantiza una vida de asueto y relajación en beneficio de su profeta.

    Antes de seguir he de decir que mi conductor era un hindú. El amigo omanita me confesó que él tampoco entiende a los hindúes cuando hablan inglés y además me dijo que tampoco les entiende si le hablan en árabe. Lo de hoy con mi chofer ha sido de película de los hermanos Marx. Ni yo lo entendía a él ni él me entendía a mí. Era un diálogo de sordos total. Opté por señalarle en el libro a donde quería que me llevara. Si le decía que no quería ir a un sitio, iba y si le decía que quería ir, tiraba en sentido contrario. Una vez le cogí el tranquillo, siempre le decía que no quería ir. Los hindúes, más que inglés hablan hinglús, una versión localizada y desparramada de la lengua originaria nacida en la Gran Bretaña.

    Tras la gran mezquita me dio un paseo por la zona de los ministerios y las embajadas. Es la parte más nueva de la ciudad, con mucho edificio monumental. No me molesté en hacer fotografías porque la arquitectura de esa zona es muy occidental. La calle de las embajadas tiene carteles en los que se prohíbe hacer fotos. Los americanos y los iraníes son casi vecinos. No me dio la impresión de que hubiera mucha seguridad por esa zona, pero quizás fue una falsa impresión. coche de autoescuelaTras ver la zona nos fuimos a una playa en Shatti al-Qurm. Llena de palmeras y con un hotel en un extremo, había algunos locales. Yo esperaba que estuviera más llena de gente, sobre todo sabiendo que el día que la visité equivalía a un sábado europeo, pero supongo que la gente no está por la labor de exponerse a este sol asesino. Lo más curioso fue que se bañaban vestidos. Es decir, los tíos con la camisola blanca esa que llevan y las mujeres con la negra. Me pregunto como se las arreglarán cuando vayan a volver a casa. En algún lugar debe haber un vestuario en el que se puedan cambiar. Los chiquillos iban con camisetas y bermudas hasta las rodillas. Estuve tentado de meterme en el agua en vaqueros, ya que no hubiera llamado mucho la atención, pero al final desistí.

    Zoco de MutrahFinalizada la visita a la playa, enfilamos para Mutrah, el lugar en el que había estado la noche anterior y en donde se concentran casi todas las cosas que hay que ver. Volví al zoco, para hacer las compras de rigor. Entré por otro lado e inmediatamente me perdí. El día anterior ya me habían parecido un poco agresivos los vendedores, pero es que hoy fue como una banda de carroñeros lanzándose sobre carne fresca. Todos me saludaban con ostentóreas frases y me invitaban a entrar en sus tiendas. Algunos trataban de cogerme la mano para meterme dentro. Miré por todos lados e hice algunas fotos. Finalmente entré en la tienda de un hindú particularmente persistente, pero no tenía nada que me interesara lo más mínimo. Aprovechando que una inglesa entró en la tienda traté de escaquearme, pero como él ya sabía lo que quería y él no lo tenía, salió y le gritó a otro que inmediatamente me interceptó. Los de las tiendas vecinas trataron de capturarme, pero les fue imposible. Mezquita en el zoco de MutrahEsta gente es muy buena en el acoso del turista despistado. La tienda en la que entré era de un señor muy viejo que hacía cerámica. Tenía cosas absolutamente preciosas, pero es imposible sacar algo así del país sin que se rompa en la maleta. Al final le compré unas cuantas piezas y me marché. Conseguí sobrevivir por un rato hasta que caí en las redes de otro hindú. En su tienda acabé las compras. Yo soy incapaz de regatear. Me muero de vergüenza. Antes le digo a la cara que es un roñoso y un carero y me niego a comprar. Como el omanita me dijo que eso es de muy mala educación, lo que hago es que cuando me ofrecen algo, me quedo callado y pongo la mejor de mis sonrisas de duda. La mantengo durante los segundos que haga falta hasta que el tío empieza a regatearse a sí mismo y me baja el precio. Cuando llega a una cantidad razonable, compro. Seguro que termino pagando un veinte o un treinta por ciento más que la gente que regatea, pero me da igual.

    Tras esa compra, seguí deambulando por el zoco siguiendo a una familia británica. Como me creían parte del grupo me dejaron en paz. Cuando acabé con el zoco volví al coche haciendo unas cuantas fotos por el Corniche, el paseo marítimo de la ciudad. El calor en la calle es horroroso y eso que la gente dice que la temperatura ahora es deliciosa. Para mí es demasiado. El hindú se quedaba dentro del coche, bien a cubierto y con el aire acondicionado a toda mecha.

    Después del zoco el hindú decidió que debía ver el Al-Bustan Palace Hotel. Pensé que estaba por allí cerca, pero estaba bien fuera de la ciudad. Alrededores de la playa JussaAsí y todo, mereció la pena. Lo nombraban en mi guía. El hotel es el más lujoso de la ciudad y según el hindú, uno de los diez más lujosos del mundo, aunque esto tomároslo con ciertas dudas, que esta gente tiende a tener lo mejor del mundo en todas las categorías. Cuando entras dentro del edificio te encuentras con un atrio masivo en forma circular. Es realmente espectacular. Creo que hice una foto pero no sé si habrá quedado bien.

    Continuamos nuestra ruta alejándonos de la ciudad. La siguiente parada fue la playa de Jussa. Alrededores de la playa JussaAllí alquilamos un barquillo de pescadores y el tipo nos dio un paseo de media hora alrededor de unos peñones y cerca del Oman Diving Club. Creo que aquí fue donde hice la mayor parte de las fotos. La costa vista desde el mar es realmente preciosa y las pequeñas rocas que aparecen medio erosionadas en el medio del mar me encantaron. El precio del paseo comenzó en siete riales y el hindú negoció y lo bajó hasta cinco. Estoy convencido que estaban compinchados, pero me da igual. Como hacen toda la negociación en árabe no me enteré de nada, pero me imagino que si el hindú viene casi todos los días tendrá su comisión, sobre todo porque fue directamente a uno de ellos e ignoró al resto. En la playa vi algunos occidentales, que alquilaban transporte para que los llevaran a alguna de las rocas que estaban por allí. Parece que puedes arreglar que te dejen en la que tú quieras y luego te recojan a la hora convenida. Había un grupo de chicas con los bikinis típicos de playas europeas que tenían a la morisma alterada. Los tíos se movían como gallos, tratando de llamar su atención.

    Alrededores de la playa JussaTras el paseo en barco pasamos por el Oman Diving Club que ya he mencionado, aunque le dije al guía que pasara de entrar porque yo no iba a hacer submarinismo y la playa ya la había visto desde el mar. Justo en esa zona están construyendo otro super-hotel y se han cargado parte de la línea de costa para hacer la playa del mismo. como esta gente no empiece a controlar estas cosas, en diez años habrán destruido parte de su patrimonio, que es lo exótico del paisaje. No me imagino que mucha gente quiera ir de vacaciones a un sitio en el que en Julio hay más de cuarenta y cinco grados, pero el mundo es muy grande y seguro que hay gente a la que atrae la idea. La temporada perfecta para ir a ese país es el invierno, que es cuando las temperaturas son más moderadas y hay algunas lluvias.

    Esta historia continúa en Omán octava parte – Turismo en Moscate II

  • La madre de todas las tartas

    7 de abril de 2005

    Una vez al año un grupo de compañeros celebra el SUPER-Cumpleaños. Se juntan seis y lo celebran conjuntamente, por aquello de las sinergias y el ahorro de costes. Para tal magno evento, compran una tarta de UN METRO DE DIAMETRO, la cual podéis ver en la foto en rigurosa exclusiva universal. Es una pena que no hubiera nada que poner a su lado para que apreciéis el masivo tamaño de la misma, pero si os fijáis veréis que la tarta cubre toda la mesa sobre la que reposa.

    Suelen enviar la invitación a toda la compañía, o concretando en números a unos trescientos machos, 1 transexual y 10 hembras. No todos se dejan caer por allí pero sí los suficientes para casi acabar con la tarta. Siempre suele quedar algo que desaparecerá a lo largo del día, ya que una vez acabado el evento se queda en ese lugar para que los rezagados, los golosos y los tragones puedan repetir o probarla por primera vez.

    Lo de los cumpleaños en Holanda es un poco diferente a España. Aquí es la persona que cumple la que invita a todo el mundo a tarta, o más concretamente, a toda la gente que conoce o con la que trabaja de forma regular (compañeros y jefillos). Se suelen celebrar estos eventos en el despacho del susodicho, normalmente a las 10 de la mañana o a las tres de la tarde. Todo el mundo acude a la hora indicada, estrecha manos con el agraciado y coge un pedazo de tarta. Después se ponen en círculo alrededor del colega y se comen la tarta sin hablar nada o haciendo algún comentario tonto. A mí personalmente me ponen de los nervios estos eventos, me parece muy raro eso de juntarme con quince o veinte personas y que nadie diga nada. No lo veo muy normal. Además, como soy más popular que los tampones usados de Ana Obregón, tengo al menos dos de esos eventos por semana, lo que puede tener serias consecuencias para mi barrigón, así que acudo, estrecho manos, felicito y me disculpo por no comer tarta dándole un agarrón a mi barriga bien hinchada de aire y con la más dulce y lastimera de mis expresiones faciales, la cual he mejorado mucho después de que vi al Gato con botas en Shrek II.

    Cuando llega mi cumpleaños, allá por enero, suelo traer surtido de Navidad del carrefour comprado a un euro el kilo, turrón y pastelillos de gloria de alcampo y los invito a una degustación de productos típicos de las navidades españolas. Acuden en masa y se jartan a probarlo todo. Como yo alterno mucho con la cúspide del cotarro, los lameculos, chupapelotas y demás fauna silvestre no se pierden mi evento, al que sólo se puede acudir por rigurosa invitación personal recibida por correo electrónico y mediante el frustrante sistema de la copia oculta, lo que les impide saber quien más está invitado.

    Al cumpleaños del transexual no quiere ir nadie porque es más mujer que ninguna, según él y se empeña en estamparnos tres besos en la cara. Yo suelo coger vacaciones esa semana ya que desde que el travelo se cambió de acera me ha tenido en el ojo de mira y ya lo padezco bastante, aparte que juraría que no sólo te da el morreo, sino que te lo da con lengua en la mejilla, porque acabas con la cara babeada.

  • Omán sexta parte – Sur y de vuelta a Moscate

    6 de abril de 2005
    Arabian Tour 2005

    Son ya diez días relatando mi diario del viaje y no dejo de insistir en el orden adecuado de las historias, que es el siguiente: Comienzo del viaje, Arabia Saudita, Qatar primera y segunda parte, Moscate, Camino de Sur y Sur, primer y segundo y tercer día. Ya va quedando menos, así que quizás deberías mirar los episodios anteriores antes de continuar leyendo si aún no lo has hecho, ya que te has perdido un montón de cosas.

    Mi último día en el complejo ese secreto. Me levanté temprano, con la obsesión de los insectos venenosos. También quería hacer algunas fotos de las montañas de alrededor y cuando vamos a trabajar no tengo tiempo, así que a las seis menos diez de la mañana correteaba yo por el campamento haciendo fotos mientras escuchaba el canto de algún animal exótico en la lejanía. Me encontré la cama llena de hormigas, que al parecer habían dormido conmigo. Tengo unos picazones por la cabeza terribles. Las cabronas mordían. Me dio un poco de miedo matarlas, porque parecían violentas, pero un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer. En el baño seguí practicando mi baile del boxeador. Gracias a Dios me afeito con maquina eléctrica, que si no hubiera acabado bonito.

    Tras el desayuno me agarró uno de los amarillos para algo que ellos denominan desmovilización. Según parece, el día que llegué al complejo me movilizaron y al marcharme este día, invertían la coña esa. No sé muy bien de que se trataba, pero en veinte minutos eché diecinueve firmas. Pusieron mi nombre en un panel en el que se anuncia los que escapan del campo, firmé mi informe mega-detallado con las actividades realizadas, que lo creáis o no, trabajé como un mulo y la versión reducida para los japos era de seis páginas. La gente que trabaja por allí se quedó sudando cuando lo vio. Algunos hacen un informe de media página y yo les pormenoricé todo lo hecho con un nivel de detalle abrumador. Esto debe ser algún tipo de virus que he cogido en los Países Bajos, porque yo antes era muy gandul para esto, pero ahora, me das diez minutos y te hago un documento que arranca lágrimas de placer a todos los gerentes y directores. En fin. Lo malo de todo este trapicheo es que el japonés me decía que o me quedaba un día más, o no me pagaban el hotel en la ciudad. Le expliqué con todo lujo de detalles que yo me marchaba ese día y que por mí se podían meter su hotel por el recto pa? dentro, que mi empresa me lo paga sin problemas. Lo único que le pedí es que me reservara hotel en el centro de la ciudad. El japonés, como desconoce la palabra no siempre afirma, pero uno nunca sabe si ha comprendido. Esta gente tiene un serio problema para reconocer su ignorancia. Te preguntarán la misma cosa veinte veces y después de cada explicación les dices si has comprendido y te dirán que sí e inmediatamente después te volverán a preguntar lo mismo.

    Tras acabar hasta los ganglios del asiático, me fui al edificio principal a comprobar si mi morita y el omanita habían adquirido el conocimiento con aprovechamiento. Creo que no lo he dicho, pero como he escrito esto durante varios días, que Dios me perdone si me repito. Cada vez que entré en ese complejo de edificios intenté colar la cámara para hacer fotos y en todas las ocasiones me la interceptaron los de seguridad y tuve que dejarla con ellos. En realidad lo que están haciendo en ese sitio es una ampliación, así que hay una zona en construcción, bastante amplia, que es donde está el campamento y nuestro cuartel general y una zona en explotación, que es donde está la chavala y el chaval con los que he trabajado y también todo el equipamiento que yo he instalado. En la parte en obras la seguridad es de risa, más que nada un paripé en el que los de seguridad revisan nuestras guaguas y coches sin mirar porque somos blancos mientras que con los hindúes se ensañan bastante. En la zona en explotación la cosa es bien distinta, con unos estrictos controles de seguridad que llegan hasta niveles obsesivos. Hay que pasar por torniquetes continuamente y tienen comprobaciones continuas y aleatorias del personal. Mi portátil fue registrado hasta la médula, al igual del resto de morralla tecnológica que llevo siempre conmigo.

    recepcionistaDespués de camelarme a la morita durante días y de bromear con ella, conseguí que consintiera en que le hiciera una foto. Espero que sepáis apreciar este pequeño detalle para con vosotros. El problema de la cámara lo subsané a base de relaciones públicas. Me enteré de uno que tenía una cámara dentro del edificio y me la dejó. La cámara era de la prehistoria digital, de esas Sony que hacen las fotos y las graban directamente en floppies, pero mejor eso que nada. Como no quiero que esta mujer sufra represalias, he alterado un poco su cara. El vestido que lleva es el que usan el noventa y nueve por ciento de las mujeres que he visto. Cuando saqué esta foto estaba hablando por teléfono con alguien que llamaba al edificio. No hay nada falso en esta imagen. Los que se fijen bien, verán en la pantalla del ordenador la aplicación que yo le instalé y que la mujer usa divinamente. Mi tarea eran dos equipos con ese software y otro más complejo que está en la sala de servidores. En esa sala es totalmente imposible entrar cámaras, aunque lo intenté, ya que siempre nos gusta poner en la portada de nuestros informes una foto del equipo que instalamos/actualizamos para que los colegas de la empresa se hagan una idea de lo que hemos hecho. En esta ocasión mi informe irá con la foto que vosotros estáis viendo en primicia mundial.

    Por la mañana le dí los últimos consejos al omanita. Mi tarea estaba completa, pero él aún tenía que realizar una serie de cosas que no estaban en el contrato con nosotros. El hombre estaba aterrorizado porque no sabía como hacerlo, así que lo ayudé durante todo el día. Fui a comer con mis colegas, el almuerzo final, en el que me arriesgué con la comida hindú. Picante como ella sola, pero muy sabrosona. Tras el almuerzo y mientras los demás hacían la siesta en sus contenedores con aire acondicionado, yo aproveché para hacer más fotos. No es nada agradable el andar a mediodía con más de treinta y cinco grados bajo el sol, pero bueno, sólo se va por aquellas latitudes una vez en la vida.

    Me quedaba una hora para marcharme y no me apetecía nada ir de nuevo a la oficina, sobre todo por no tener que aguantar a los gilipollas cabezudos de cierta isla en el océano pacífico, por lo que me volví al edificio principal. Sucedió que mi omanita se marchaba de vuelta a Moscate a las tres de la tarde para pasar el fin de semana, que en estas tierras es jueves y viernes. El colega me dijo que si quería el me llevaba. Cambié mis planes inmediatamente y llamamos a los japoneses de mierda para informarles que no les iba a ensuciar su transporte. Como en toda la mañana no me había molestado en hablar con el que me arreglaba lo del hotel, lo llamamos y el muy hijo de la gran puta, a base de decir que sí, me había puesto en el mismo hotel que cuando llegué al país, uno que no está mal pero que de céntrico no tiene nada. Mira que le repetí veces que quería uno en el centro y que puesto que mi empresa lo pagaba, me daba igual el precio. Pues nada, el retardado venga a decirme que sí, que sí y a agitar ese pedazo de calabaza que llevaba sobre los hombros, que parecía que nevaba de toda la caspa que levantaba con tanta agitación y al final me colocó en el hotel cercano al aeropuerto (que está a treinta y siete kilómetros de la ciudad).

    El omanita me dijo que se duchaba antes de salir, así que me ofreció un ordenador con conexión a internet para la espera. Como estaba en un área en la que yo no tenía acceso, nos tuvimos que camelar a la tía de seguridad para que activara mi pase para esa zona. Yo en estas labores soy de lo mejorcito, así que en un par de minutos la mujer reía como loca, me cuidaba la maleta y el portátil y se había pasado por la pipa del chichi todos sus protocolos y procedimientos de seguridad. Algún totorota como siempre pensará que soy un exagerado, pero estas cosas las hago yo casi a diario. Si no fuera tan inmodesto diría que es carisma, pero prefiero pensar que tengo un buen ángel de la guarda. En esos veinte minutos minutos limpié el spam que había llenado esta bitácora y activé la moderación nuevamente. Me sorprendió que aparte de los habituales casinos y demás, sólo hubiera un comentario de un acarajotado y que borré en ese mismo instante.

    Cuando volvió de su ducha, abandonamos Sur en el coche del amigo omanita. Me sorprendió porque durante todos estos días yo lo había visto vestido de forma occidental y de repente llegó con la típica camisola blanca y el gorrito de los folclóricos locales. En realidad, lo vi venir a buscarme y no lo reconocí. En señal de respeto hacia mí condujo moderadamente y sólo tardamos cinco horas en llegar a la ciudad. Me dijo que cuando conduce sólo se hace el trayecto en la mitad de tiempo. Yo lo animé a correr, pero el no quiso. Intenté hacer fotos de los camellos salvajes pero no tuve éxito. Siempre que los veía estaban o muy lejos o me ponían el culo y yo lo que quería era una foto de frente. Otra vez será. Nos pasamos el viaje hablando. El hombre, ya fuera del complejo, se soltó y fue una conversación muy interesante. Esta gente, pese a todo lo que ha cambiado su país en los últimos treinta años, son muy normales y civilizados. Tienen una mentalidad bastante abierta y no tuvo ningún reparo en soltar un taco de cuando en cuando. Yo, que llevaba desde que salí de Holanda conteniéndome y estaba a punto de reventar, aproveché para deshacerme de unos cuantos de los que tenía guardados. A pesar del tipo de ropa que usan, los omanitas no discriminan tanto a sus mujeres como los saudíes u otros de sus vecinos. Respetan, eso sí, las normas del Islam, pero tienen una interpretación bastante ligera de las mismas.

    Cuando llegamos a mi hotel se ofreció a llevarme al centro de la ciudad y dar un paseo. Con los árabes el rechazar una invitación es una ofensa muy grande, o al menos eso he leído, así que acepté.Zoco de Mutrah Fuimos a Mutrah y me llevó al zoco. A pesar de ser cerca de las nueve de la noche estaba lleno de gente. He hecho algunas fotos. El zoco es una experiencia fascinante. Los vendedores te acosan para que les compres. Se lanzan poco menos que encima de uno. Comimos algo en uno de los bares de por allí, aunque me negué a entrar hasta que me juró que yo pagaba la comida, que después de las molestias que se estaba tomando el hombre era lo menos que podía hacer. A falta de alcohol, esta gente se pega unos zumos de frutas tropicales del carajo. Siempre son frescos. Me tomé un zumo de mango y manga que estaba de morirse. Por descontado que hubiera preferido una cerveza fresca, pero no se puede tener todo. El precio de la cena fue escandaloso. Ambos comimos por dos riales y seiscientos baisa, lo que equivale a poco más de cinco euros. Paseamos por la Corniche, que es el frente marítimo de la ciudad y después continuamos el paseo en coche. Me dejó en el hotel bastante tarde y he de agradecer públicamente el exquisito trato que tuvo conmigo. Como viajará a los Países Bajos para hacer un curso dentro de unos meses, le devolveré el favor y me lo llevaré de turismo. También he de decir alto y claro que mi visión de su mundo y de su cultura ha quedado fuertemente influenciada por el trato y por la actitud que tanto él como la chica con la que estuve, tuvieron hacia mí. Hablamos bastante de política y he de decir que tenemos puntos de vista más parecidos de lo que pensaba. Sobre el hotel, se me olvidó comentar que el cabrón de mierda nipón mandó el fax mal y la chica pensaba que me iba esa misma noche. Le expliqué que me iba al día siguiente y lo arreglaron. En la habitación me enganché como una perra a ZeeTV, el canal hindú. Esas películas musicales de tres horas con un doblaje patético son la hostia. Aunque no entiendo nada, me parto la polla de risa con las escenas del tipo papuchi le susurra a su hija en la cama algo antes de que se duerma, por supuesto cantando y al día siguiente la hija anda acosando al cangril de Bombai, al que por descontado el padre no puede ni ver. Me quedé dormido acordándome en la puta que parió al cabezudo amarillo y no me olvidé de mencionarla varias veces en mis oraciones para que mi Dios tome buena nota y a esa la mande pa?l coño por haber parido y educado esa mala bestia.

    Esta historia continúa en Omán séptima parte – Turismo en Moscate I

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