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  • Uno de los Yakshas del Phra Suvarnachedi

    12 de agosto de 2022

    No sé que desayuné el día que visité el Gran Palacio, pero está claro que me dio un ramalazo por los detalles y hasta pasé olímpicamente del Buda Esmeralda, del que creo que no veremos ninguna foto porque parecía una Rosaura verde vestidita con su canesú. Aquí estamos mirando el Phra Suvarnachedi o la estupa dorada, aunque en lugar de mirar el falso amarillo ese, me quedo con uno de los pequeños Yakshas que la rodean y protegen. Algunos de ellos eran monos y no sé por qué, este es que tiene pinta de truscolán acostumbrado a viajar en portabultos de coche cuando huye. Fascinante la cantidad de detalle con la que lo hicieron, con esos pequeños mosaicos que lo cubren creando figuras geométricas. Por la postura, o está sosteniendo la estupa, o está jiñando en la esquina de la susodicha.

  • Una historia de verano – 3 –

    11 de agosto de 2022

    Comenzó en Una historia de verano – 1

    El evento más importante del verano en la Isleta se celebraba a mediados de julio, cuando llegaba la fiesta del Carmen, que en la Isleta tenía su propia Iglesia, muy querida por los pescadores del barrio y por aquellos que habían elegido el camino del julandrismo y que regalaban a su virgen joyas y más joyas. La virgen llegó en el año 1913 y se asentó en el barrio y ganó en fama y devoción, convirtiéndose en la segunda más venerada de la isla de Gran Canaria y la primera de la ciudad. Sin embargo, esa fama también le trajo problemas, sobre todo con los julandritas, que querían engalanarla y emperifollarla como si fuera una drag-queen y en algún momento del tiempo, el cura dijo basta y se provocó la escisión.

    De algún lugar desconocido llegó otra virgen del Carmen, que acabó en un garaje cerca de la calle Pérez Muñoz y a esa pronto se le conoció como la Loba Herida, una virgen totalmente en las manos del colectivo julandro que la pintaba y la vestía y la emperifollaba para las fiestas. Para complicar las cosas más, la gente que vivía en las chabolas del Confital también se hicieron con su virgen del Carmen, que mantenían en una de las chabolas y a la que ellos adoraban, aunque esa era la más pobre de todas y por si no fuera bastante, un julandro peleado con el resto optó por agenciarse una cuarta virgen del Carmen que puso en el salón de su casa, un cuarto que daba a la calle y engalanó a la virgen y la habitación y abría la ventana para disfrute de vecinas, mayormente marujas.

    Con cuatro vírgenes del Carmen en activo en el barrio, los problemas estaban garantizados, sobre todo porque los de la Loba Herida, decidieron que su virgen tenía el mismo derecho que la oficial a hacer su procesión y en su ruta, ambas vírgenes coincidían en una esquina.

    Yola se levantó tempranísimo ese dieciséis de julio para no perderse la procesión que comenzaba a las cuatro y media de la mañana. Con su madre, con sus primas y con todas las verduleras del barrio, bajaron por la calle Pérez Muñoz hablando a grito pelado, que es la única forma de hablar permitida en la Isleta, en donde si no se te puede oír en un radio de cien metros, estás haciendo algo mal.

    Algunas de las hembras llevaban sillas porque aquello iba para largo, ellas lo que querían era estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno, en aquella esquina a la que llegarían desde dos calles diferentes, las dos vírgenes, la de la iglesia y la Loba Herida, cada una con su procesión correspondiente y al cruzarse, saltarían las chispas. Aún medio dormida, Yola se sentó en la acera a esperar, aún en la penumbra de la escasa iluminación callejera, mientras multitudes trabajaban creando alfombras con serrín pintado en la calle, ponían flores en las fachadas y en las ventanas y balcones, se iban acumulando espectadores.

    Yola había oído las historias de este encuentro, relatos que su madre y sus tías contaban una y otra vez mientras se descojonaban y sentía que este año que le habían permitido acudir, había dejado de ser una niña y se había vuelto una mujer.

    Pasó el tiempo, se retiraron coches de las calles, llegó más y más gente que empujaba desde detrás de ellos para hacerse un hueco y todo el mundo hablaba, o gritaba. A un lado, las mujeres, con sus niños, los viejos con demasiado tiempo libre y al otro, los julandrones, todos vestidos con trajes de faralaes, maquillados hasta parecer bocetos de algún pintor expresionista, con zarcillos enormes y horteras y labios que encandilaban de lo rojo que se los pintaban. Ellos también gritaban y miraban a las mujeres del otro lado con odio. Pronto se hizo el silencio, cuando alguien avisó que llegaba la virgen.

    Nadie lo tenía claro pero algunos decían que seguramente los de la Loba Herida esperaban cerca y cuando oían que la otra llegaba, se lanzaban porque ambas vírgenes llegaban a la esquina al mismo tiempo, desde direcciones distintas, una con su cura, con sus monjas, con sus hembras pías, con sus devotos, en su trono, mientras la gente le cantaba y le aplaudía y le gritaba guapa y la otra, también entronada, con un trono aún más grande, aún más espectacular y rodeada de una procesión de julandrones que parecían viudas y que lloraban y lanzaban gritos desgarradores y agitaban esas uñas postizas de diez centímetros de largo.

    Ambas vírgenes se acercaban y en la calle, entre el público, la tensión se incrementaba, todos sabían lo que iba a pasar y cuando por fin las dos vírgenes estaban una frente a la otra, alguien lanzaba una provocación y comenzaba la batalla, los julandrones, iban a por las beatas, a arañarlas, a pegarles, las beatas, las mujeres, los viejos, todos atacaban a los julandrones y alguno seguía cantándole a la virgen mientras nadie le prestaba atención porque en ese instante, el protagonismo era del pueblo.

    Allí corría la sangre, de arañazos, allí se arrancaban pelucas postizas, allí se repartían bofetones y se insultaba con saña, allí, aquellas dos imágenes, eran testigo de lo que la devoción, por cada una de ellas, podía hacer y como se podía transformar en odio.

    En algún momento, Yola se tuvo que proteger con la silla porque delante de ellas, la batalla era campal, estaba todo tan fuera de control que si te descuidabas, recibías y ella solo había ido para ver y para ser testigo de aquel acto de una fe que definitivamente se desbordaba ese día. La policía local pronto trató de separar ambos grupos, algo que todos sabían que era imposible y cada una de las vírgenes, con sus portadores, fue retrocediendo por el camino que habían venido.

    Yola lloraba de la risa y su madre gritaba tanto a su lado que era imposible pensar algo. Cuando la batalla comenzó a calmarse, la policía hizo lo que hacía todos los años, puso orden y decidió que primero pasaría la virgen del Carmen, la legítima y después la Loba Herida.

    Yola y las demás gritaron y aplaudieron a rabiar a la virgen del Carmen y cuando llegó la otra, la Loba Herida, la abuchearon. Después, recogieron sus sillas y volvieron a sus casas, contentos por una experiencia tan religiosa.

    Continúa en Una historia de verano – 4 –

  • Phra Mondop y Phra Ubosot y la torre del Prasat Phra Dhepbiorn

    11 de agosto de 2022

    En realidad, casi todos los edificios principales del Gran Palacio están juntos y así, aquí alineados vemos en primer lugar el Phra Mondop, seguido de la estructura del Phra Ubosot y sus tejas azules y por detrás se ve asomar la torre del Prasat Phra Dhepbiorn, que es el Panteón Real. En primer plano vemos uno de los Phra Bussabok, unos pequeños pilares rodeados de estatuas de elefantes. A lo lejos se puede ver otro porque había varios. En un país en el que no es raro ver gente realmente pobre, esta exhibición de riqueza es un poco desconcertante, si no fuera porque se sabe que el rey de Tailandia se ha pasado la pandemia truscolana y podemita en un hotel en Suiza con su harén, esto hasta nos parecería extraordinario, pero viniendo de una familia así, como que es de lo más normal.

  • The Old Man

    10 de agosto de 2022

    Si no fuera porque tengo un poco de fe en algunos de los podcasts de series que escucho y cuando recomiendan una serie en dos o tres de ellos decido darle una oportunidad, la de hoy me habría pasado por la banda, ya que dos viejos de 72 y 76 años haciendo una serie de acción y suspense con espías, como que yo no me veía ni me imaginaba mirándola y aun así, les brindé la duda de ver el primer episodio y acabé enganchado como perra truscolana y podemita a subvención pública, o como ellos dirían, enganchade come perre truscolane y podemita a subvención publique. La serie se titula The Old Man y por lo que yo se, aún no se ha estrenado en España y desconozco la cadena en la que lo hará.

    Un viejo ancestral que en su día trabajó para la CIA como espía y tal y tal y que vive retirado y como medio-rescondido, de repente ve que los de la CIA lo están buscando para hacerle pupita de la mala y sale por patas y cagando leches con pañales de viejo huyendo y por el camino, el colega les mata a la mitad de sus agentes post-adolescentes. Esto es un puro lujo María protagonizado por el fabuloso Jeff Bridges y con el maravilloso John Lithgow. Es una de las series más adictivas que he visto este año y además, creíble, que ni por un instante dudas que un viejo de setenta y pico tacos, en una pelea con un pavo en sus treinta, le pueda dar una jalá del copón y liquidarlo y no es que lo haga una vez, es que sistemáticamente lo hace, también es cierto que en algunas ocasiones ayudado por sus chuchos, dos malas bestias que van a matar. La serie está ambientada en el presente, con los viejos y en el pasado, con versiones más jóvenes de los mismos, cuando estaban en Afganistán, ayudando a los terroristas musulmanes de mielda a luchar contra los rusos que los habían invadido y uno de ellos se encoñó de una hembra casada con un lord de la guerra local y claro, de aquellos polvos vienen estos malos rollos. La serie tiene siete episodios en su primera temporada y aluciné y flipé en cuatro y quizás hasta en cinco dimensiones cuando me enteré que la han renovado para una segunda temporada, que estos dos tarde o temprano tendrán que dejar de correr y pelear por imposibilidad física.

    Si eres un miembro del Clan de los Orcos, esto no es lo tuyo, pero si te gusta la acción, las movidas de espías y el trabajo de buenos actores bien hecho, esto no te lo puedes perder por nada del mundo ni del universo.

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