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  • La playa en la bahía del Tiburón

    2 de diciembre de 2021

    Esta es una de esas fotos que engaña mucho. Estamos al sureste de la isla de Koh Tao, mirando hacia la bahía del Tiburón, que supongo que recibió el nombre porque una vez se vio a uno ahí, que en realidad están siempre porque por estos mares hay muchos tiburones de arrecife con la punta de aleta blanca y negra, que son inofensivos para los julays. Lo que engaña un montón en la foto es que mirando, uno puede pensar que es un sitio tranquilo y en realidad, todo ese verde esconde complejo tras complejo tras complejo, hay varios complejos gigantescos, se puede ver uno de los edificios grandes por encima de la montaña. La playa creo que era privada y no se podía acceder por las excursiones y creo que nos bañamos para ver el fondo marino del agua del mar por la zona en la que paramos. Mañana veremos una panorámica de este mismo lugar.

  • El vacío que llegó

    1 de diciembre de 2021

    Chacho, esto comenzó en Todo lo que sucedió, así que no me seas truscolán y podemita y si no lo hiciste, salta al inicio

    Habíamos llegado al momento espeluznante y estremecedor en el que me han metido en una cama de hospital con una cosa verde o azul horrenda y unos gallumbos de risa, me han tapado y la enfermera a la que he conocido quizás cinco minutos antes tiene la intención de darme un paseíllo por el hospital en la cama. Me sacó de la habitación y fuimos a otro lugar en la misma planta, una sala más grande y en la que había posiciones estratégicas para camas como la mía y sitios llenos de bolsas de suero y otros materiales horrendos. En ese momento había algunos chamos que o estaban recuperándose de una operación previa y todavía no se habían despertado o iban camino de la suya. Los primeros se sabía que estaban allí pero no se les podía ver por la cortinilla. A los otros sí que los vi y todos te saludaban, pero sin ilusión ni alegría. Me colocaron en una posición, con la enfermera que me acababa de traer y la nueva que asumió el control me pregunta mi nombre, de nuevo, me pregunta mi apellido, de nuevo y nuevamente le tengo que explicar que en España tenemos dos apellidos porque los niños se hacen con dos personas y no son propiedad del padre, con el sistema imperante en los Países Bajos del apellido paterno único. Me volvió a preguntar la fecha de nacimiento y le indiqué a la amiga que le explicara los fallos en los datos. También me preguntó el lado en el que tenía la hernia y esto es muy relativo, ya que todos sabemos que mi derecha es tu izquierda y tu izquierda es mi derecha, así que si no concretamos primero el punto de vista, es difícil de saber. Después la enfermera que me trajo se despidió deseándome buena fortuna y la nueva me dijo que me iba a preparar para la operación sensorizándome por un tubo, poniéndome sensores a diestro y siniestro y comenzó con un montón de ellos en el pecho y la barriga, supongo que para el control del corazón, después me pusieron el de la presión arterial en el brazo, que además estaba conectado a una máquina o algo así que jincaba aire dentro de cuando en cuando y después lo dejaba salir lentamente y finalmente me dijo que me iba a hacer un agujero en el brazo izquierdo y jincarme la vía para el suero y por la que me empetarían la anestesia. Le informé que lo de la sangre y las agujas sí que lo llevo mal así que no se pensara que le estaba haciendo un desaire pero iba a mirar a otro lado y meditar como si ella no existiese. Definitivamente noté el pinchazo y cuando miré tenía una cosa horrenda allí. Mientras esto sucedía, llegaban otros de los quirófanos y otros que irían después, para operaciones similares o diferentes a la mía. Algunos estaban aterrorizados y otros, como el Elegido, tan tranquilos, tanto que la enfermera me preguntó si me jinqué un licorcito o algo así y le dije que no, pero que aquello es un hospital y es probable y hasta posible que entre la gente que se mueve por allí, los haya que prestaron atención durante los estudios y aprendieron algo y como son expertos, no veo el motivo para coger nervios sobre algo que está totalmente fuera de mi control. Me trajeron una manta y me pusieron la manta porque al parecer, en el quirófano hace un frío de que te cagas, o eso sostienen. Yo me estaba asando allí dentro y según la enfermera, mi temperatura corporal, que alguno de los sensores la medía, es muy baja, algo que puedo confirmar y confirmo porque cada vez que me empeto en el sobaco el termómetro, yo no consigo que me mida treinta y siete grados.

    Volviendo a la historia, con todos los sensores colocados, como que se olvidaron de mí hasta que la torre de control autorizara el despegue, que aquello es como un aeropuerto con camas hospitalarias que entran y salen y seguían llegando y saliendo camas, algunos esperaban menos y otros seguían allí desde antes de yo llegar, con lo que supongo que hay varios quirófanos y están haciendo varias operaciones diferentes en paralelo, todas con el denominador común de no requerir quedarte en el hospital más de unas horas, ya que ese policlínico en específico cierra a las nueve de la noche.

    Sobre las tres de la tarde, quizás un poquito antes, vino la enfermera y me sacó de mi meditación, que yo, dado que lo único que puedes hacer es seguir tumbado, me dediqué a practicar las artes meditativas y concentrarme en mi respiración. La chama me dijo que me iba a bajar al quirófano, con lo que implicaba usar el ascensor, ya que por supuesto, yo iba en mi cama. Ir en un ascensor así es raro y más sabiendo que en todas las películas de terror con ascensores, lo malo siempre viene desde el techo del mismo. Creo que bajamos a la primera planta y allí entramos en un quirófano. Me movieron de la cama al puesto ese debajo de las luces, la enfermera se despidió y me volvieron a preguntar por mi nombre, mi apellido, la fecha de nacimiento y el lugar en el que tenía la hernia, lo cual, cuando te lo preguntan tantas veces seguidas en un período de tiempo tan corto, a mí me mosquea porque suena a que se equivocan con muchísima frecuencia. El chamo de todas formas lo miró y confirmó la información que tenía en sus papeles y me hizo algún tipo de garabato en la barriga. En eso que el anestesista se presentó, yo ya asumiendo que íbamos a empezar de nuevo con la rutina del nombre, apellido, fecha de nacimiento y lado y me jincó algo por la vía esa que tenía y me dijo que iba a notar como que se me endormecía el brazo o algo así. Dejó pasar unos segundos, yo creo que no fueron ni veinte y me hizo una pregunta y como que mi cerebro estaba ocupado porque alguien había apagado todos los sistemas externos y ahí me quedé ….

    Me desperté en mi cama, de nuevo, pero estaba en otro lado y había una cortina alrededor. No podía saber el tiempo que había pasado porque no veía el reloj que hay en la pared.

    Aparentemente, seguía vivo y este es un lugar tan bueno como cualquier otro para detenernos una vez más.

    Todo este drama continúa y acaba en … y después del vacío

  • El ocaso en la playa Mae Haad

    1 de diciembre de 2021

    Esta foto la hice regresando al inicio de la playa, en la zona en la que hay rocas y que por la noche, con el sol que casi se ha pirado para Europa, crea un bonito contraste entre los colores del cielo, el agua, las rocas y la pava que se está bañando y que parece una roca y hay incluso una persona de pie sobre una de las rocas. Lo mejor del momento era la temperatura perfecta del agua, que te permite bañarte con o sin sol.

  • La llegada al matadero

    30 de noviembre de 2021

    Chacho, esto comenzó en Todo lo que sucedió, así que no me seas truscolán y podemita y si no lo hiciste, salta al inicio

    Nos quedamos en un retraso de cerca de cuatro semanas y en como lo aproveché para ir al Amsterdamse Bokkentocht 2021 con mi amigo el Moreno. Fueron pasando las semanas y la situación de la pandemia podemita y truscolana se fue empeorando y todos aquellos que se sorprendieron con el retraso no se cortaban para llamarme y asegurarme que cancelarían la operación pero de-que-sí, porque ahora sí que estábamos jodidos. Yo les confirmaba una y otra vez que el hospital no me había informado de nada y que habían quedado que el día antes de la operación me llamaría una enfermera para darme las últimas instrucciones. Mientras tanto, aprovisioné de paracetamol, como decían en las instrucciones y me compré un laxante, también según las instrucciones. Además, repartí el paracetamol por diferentes lugares de mi casa para tenerlo siempre a mano y en la semana de la operación cociné un par de cosillas para mantener mi congelador al mil por diez mil de capacidad y así tener una buena variedad de cosillas para desayunar y cenar. El martes, el día antes de la operación, se debía producir la llamada y mirando en la documentación, decían que sería entre las once de la mañana y las tres de la tarde.

    Pasaron las horas, las once, las doce, la una, las dos, las dos y media, las tres menos cuarto, las tres menos cinco y yo ya estaba buscando el teléfono para llamar y preguntar cuando, a falta de uno o quizás dos minutos para el límite, sonó mi teléfono. Eran los del hospital y me dijeron que tenía que entrar allí a las dos de la tarde, me dieron el número de departamento y la ruta que tenía que seguir por el hospital y me pidieron y me rogaron y hasta suplicaron que lo anotara, lo cual hice. Después me ordenaron no comer ningún sólido desde las ocho de la mañana del día de la operación, con lo que tenía que acabar el desayuno a esa hora y no podría beber agua desde las doce del mediodía. Ya yo conocía las otras movidas, así que nos despedimos.

    Una operación de tarde …. y yo con estos pelos … así que reservé entrada para ir a ver una peli al cine por la mañana, ya que quedarme en mi casa viendo pasar las horas no es lo mío. Hablando de los pelos, entre las instrucciones estaba que no me podía afeitar ni depilar la zona cercana a la hernia desde una semana antes, con lo que asumí que no se fían de ti y prefieren hacerlo ellos mismos. También decían que en el día de la operación no me pusiera cremas en la cara o el cuerpo y eso sí que es un drama, que yo sin mi crema Q10 de día parezco una fregona india o eso que ahora llaman nativos americanos o algo así. Tampoco se me permitía ponerme mi colonia Nenuco, que eso es maldad de la peor. Debido al desayuno tempranero, hice Magdalenas, que yo soy muy de comer ese desayuno los miércoles y los jueves, ya que he descubierto que es el día perfecto para regalar la mitad o más y no tener que comerme las doce. También me hice unos Mantecados de Gran Canaria, ya que como siete cada semana y aprovecho el día de las mencionadas para hacerlos.

    Pese a lo que parece ser que indicaban las apuestas de mis amigos, familiares y conocidos, yo dormí de puta madre, las siete horas y pico habituales y sin problemas y me desperté y bajé a desayunar. Después me duché y me fui al cine. Al salir del cine eran justamente las doce de la mañana así que me jinqué un buen vaso de agua. Pasé por la keli de mis vecinos para apalabrar el transporte, ya que el único punto en el que insisten con vehemencia es que después de la operación no te puedes ir solo, alguien te tiene que recoger y llevar a tu casa, por si te mueres por el camino o algo así. En una mochila metí unas zapatillas para el hospital, el cargador del telefonino, los auriculares y nada más y por comodidad y recomendación hospitalaria, me puse un chandal que lo mejor para los hospitales es ir vestido de jinameño o de miembro del Clan de los Orcos. El hospital está a unos quince minutos de mi keli así que sobre las dos menos cuarto salimos y llegué allí en hora. Al entrar descubrí que me olvidé una cosa, la única que puse sobre la mesa para no olvidarme, el papel con la sección del hospital a la que debía ir y la ruta. Por supuesto ya no me acordaba de nada porque cuando me dieron la información, como me obligaron a apuntarla, no la memoricé. Fui a la recepción y cuando me tocó el turno la pollardona me dijo que no tenía ni puta idea de donde se hacen esas cosas en el policlínico en el que ha trabajado toda su vida, seguramente porque tiene el síndrome del funcionario y aún no se lo han diagnosticado. Me dijo que le preguntara a la securata de la puerta que esa es una novelera de que te cagas y seguro que lo sabe todo y además, me tiene que dar una mascarilla limpia y nueva porque no quieren que la gente entre con las suyas. Fui a la chama y me dio la mascarilla y me dijo que mis opciones estaban entre la primera y la tercera planta de la zona B, así que fui en ascensor a la primera planta y aquello no tenía pinta de ser el lugar, ya que allí había quirófanos, pero estaban todos cerrados. Como el ascensor tarda eones en llegar, subí por las escaleras a la tercera planta y allí había habitaciones de hospital y en una de ellas, en la sala de los enfermeros, había una tertulia super-hiper-mega amena de gente vestiditos de enfermeros y una salió y me preguntó si estaba perdido o así. Le dije que supuestamente tenía una operación mortal de corazón abierto y luz al final del túnel pero que no tenía ni puta idea de adonde debía ir, ella miró en una lista y me dijo que era allí, me llevó a una habitación, me indicó una cama, me dio una bata de esas azules o quizás verde de hospital y una especie de gallumbos elásticos medio blancos y me dijo que me los pusiera y me quitara la ropa y guardara todo, todo, todo lo mío en el armario junto a la cama y lo cerrara con su cerradura por código y que no fuese a poner como código el 0000 que tanto les gusta como contraseña a algunos comentaristas y reconocidos culocochistas. Básicamente, me puse la bata esa azul o quizás verde al reves, ya que puse la abertura hacia delante y la enfermera me dijo que va por detrás, con lo que la tuve que cambiar. Después me obligó a meterme en la cama para transportarme a la sala en la que preparan a las víctimas para la carnicería o algo así, que el neerlandés es una lengua que a veces da unas descripciones muy espeluznantes de las cosas y como encima añaden preposiciones que jamás he comprendido, siempre hay la sombra de la duda. Eso sí, la pava confirmó preguntándome mi nombre, mi apellido y mi fecha de nacimiento, que tenían mal porque claro, al yo no cumplir más de treinta y dos tacos por el síndrome de Peter Pan, parece ser que se les olvidó cambiar el año y lo tuvieron que hacer en ese momento. Aunque lo intenté, no me dejó llevarme puesta mi pulsera mágica y maravillosa que controla mi sueño, mis pulsaciones cardíacas y otras movidas más, que yo quería tener un registro preciso de la operación para saber si soñé con ovejas eléctricas o con electrocutaciones de truscolanes y podemitas y también quería ver si mi corazón sufría algún daño durante el evento.

    Nuevamente, descubro con pánico y terror que he escrito una jartá y como este es un buen momento, lo dejamos aquí, a punto de partir vestido de marinero de luces en mi barca que no me han robao hacia el océano del pre-operatorio.

    Sigue a El vacío que llegó para continuar con el relato

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