Tremendo regalito de película. No se sabe si es un musical, si es un drama, si es una película romántica o si es una de cuernos en plan ganadería de Vitorino. Este es uno de los mejores ejemplos que he visto nunca de como el abusar de líneas paralelas de historia en lugar de contarlo de forma lineal puede joderlo todo. Está hasta clarísimo en el póster, en el que ponen al chamo que en realidad es el secundario y pasan olímpicamente del chamo que es el protagonista principal. Esto lo vi en Ámsterdam porque hasta los distribuidores se debían oler el pestazo a fiasco y optaron por estrenarlo en dos o tres salas y así minimizar las pérdidas económicas, que en la sala éramos cuatro en fin de semana y a una buena hora. La película se titula The Swearing Jar y no parece que se vaya a estrenar jamás en España, la llevaron a un par de festivales, fracasó y se rindieron. De llegar a España, truscoluña no es nación es un título que le vendría como que a pelo.
Una julay tiene unas calenturas de chocho que no veas y está que no para entre dos maromos que se la empetan hasta los pelos de los güevos.
Lo dicho, que tenemos a una pava que está empreñada de un pavo al que quiere una jartá o algo así y tienen un tarro en el que ponen leuros cada vez que dicen palabrotas porque no quieren educar a su hijo oyendo esas cosas. Al mismo tiempo tenemos que la misma pava, cada vez que va a la librería, es que le tira los tejos a un empleado y poco menos que se mete el cipote en la boca pa’ tomarse dos biberones, que es un rescándalo porque inmediatamente volvemos al masque con su marido y no te queda claro si esta es una tripolar de esas de mielda o qué. La suegra tiene muy mala baba y a veces vemos a la pava cantando en una especie de gala canciones de autor con el chamo de la biblioteca y las canciones hablan del otro pavo, que mira que aquello es raro. Más de una hora después de empezar nos enteramos que el marido murió de un pasmo o algo así hace tres años y que lo del de la tienda no sucede en paralelo con lo otro, que ya no está embarazada sino que tiene una hija y tó y a la suegra ni le habla y que lo de las galas fue que tres años después de palmarla el marido le hace una especie de memorial con el nuevo macho que se la empeta y con la suegra y la hija entre el público.
Lo dicho, que esto lo cuentan linealmente y es una bonita historia pero al contarlo como lo hicieron, es una mezcla caótica y absurda que hace todo lo posible por funcionar mal. Una lástima que no aprovecharon más a Kathleen Turner, que pese a sus casi setenta años, sigue teniendo el pedazo de vozarrón que tenía de joven. De los dos pavos, el que muere me pareció flojísimo y el otro un pringao, que mira que prestarse a escuchar como su hembra escribe sesenta y ocho canciones sobre el otro tipo, eso es de güevones. Esto más que cine, es un telelefilm, algo para ver por la tele, distraído con tu teléfono, tu Aipá o directamente, con siesta de por medio y cada vez que abres los ojos, acabarás confundido porque no te estarás enterando de nada, que es exactamente lo que nos pasaba a los cuatro que estábamos en el cine y no nos dormimos.
Puede provocar muerte súbita tanto a los miembros del Clan de los Orcos como a los sub-intelectuales con GafaPasta. Para dormir una buena siesta cuando la pongan en Antena Triste un domingo por la tarde.
Una respuesta a “The Swearing Jar”
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