Transformers: La era de la extinción – Transformers: Age of Extinction


Yo siempre le cuento a Meriyein que mi palabra vale tanto como la moneda truscolana, o sea, no tiene valor alguno y por más que diga las cosas, hago exáctamente lo contrario, sobre todo cuando se trata del cine, que es como la niña de mis ojos y adonde acudo varias veces por semana. Por eso, a nadie le debe extrañar que sabiendo que Transformers fue una mierda, fui a ver Transformers: Revenge of the Fallen – Transformers: La venganza de los caídos y con la certeza absoluta que me daba saber que esa también era una mierda fui a ver Transformers: El lado oscuro de la luna – Transformers: Dark of the Moon, la cual resultó otra mierda. Así, a nadie le deberí sorprender que le haya llegado el turno a Transformers: Age of Extinction, producto comercial que llega a la cartelera española la semana que viene con el título de Transformers: La era de la extinción.

Unos julays nuevos juegan con robots a ver quien la tiene más gorda y menos dura

Describir la trama de este tipo de películas es siempre difícil. Al parecer, un chamo que tiene una granja y le mola la chatarrería compra un camión que resulta ser un autobot de esos, trastos que ahora están prohibidísimos en la tierra porque nos cabreamos con ellos después de la tercera película. Cuando el gobierno y unos extraterrestres se meten de por medio, el campesino, la penca de su hija, el novio que la empala y el robot huirán destruyendo de todo por todos lados y tratando de salvar a la humanidad como siempre, que parece que no salimos de una debacle para meternos en otra. Parte de la trama incluya la desHonorable traición de los truscolanes a los seres humanos, ya que por un puñado de monedas se venden a esas ratas especiales, algo que todos podemos esperar de semejante escoria.

Lo habitual en esta serie de cutre-críticas de la saga de los Transformers es que comente en este punto que es una mierda. Esta vez no va a ser así. Aunque me duela reconocerlo, sin parecerme una obra maestra, la película estuvo entretenida. Quizás sea por los nuevos actores, ya que poner el cromo impasible de Mark Wahlberg o quizás sea Matt Damon ya que nunca los he podido distinguir ayudó un poco. El hombre corre, salta, brinca, se agacha, pelea y no deja de sudar en ningún instante. Todo un alivio comparado con las otras películas en las que aquel pollaboba no dejaba de lloriquear y esconderse. En lugar de ponerle una chocha que se le cuelgue de los güevillos, le metieron una hija en edad de putear y que resulta que pese a lo que le ha inculcado el padre, es más puta que la gallina turuleta y está enganchada a un macho por cierto orificio. La dinámica del padre rebotado con el futuro yerno, con la penca de su hija y de estos dos últimos es entretenida y divertida. La hija es una tal Nicola Peltz que algún día quizás aprenda a actuar y su novio es Jack Reynor, actor que promete y que parece tener las dotes suficientes para resaltar en comedias. Por supuesto tenemos dosis masivas de efectos especiales, los cuales resultan tan aburridos como siempre y los habituales momentos de macho, machísimo que nos regala el director, Michael Bay, el cual algún día quizás aprenda a hacer cine. Sin ser un clásico, resultó entretenida y mucho mejor de lo que esperaba. Por supuesto odié el puto TresDé y si tienes oportunidad, vete a verla con dos dimensiones ya que la tercera no aporta nada.

Este es el tipo de cine perfecto para acudir con el Clan de los Orcos al completo, incluyendo las hembras. Además, como dura casi tres horas, sirve para amortizar medio día en una sala con aire acondicionado. Obviamente está fuera del rango artístico que esperan y desean los sub-intelectuales de GafaPasta. También es perfecta para verla en casa, pero no cuando la den por la tele, porque si le sumas los intermedios para anuncios, esto puede durar cinco horas.


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