Tras el retorno


En las casi dos semanas que han pasado desde que regresé de Gran Canaria tras la visita navideña, el mundo ha continuado girando a mi alrededor como corresponde, aunque en lugar de hablar de ello me he centrado en la traca de resúmenes que se producen al iniciar un ciclo y cerrar el anterior. El fin de semana tras regresar, el Rubio me invitó a cenar a un restaurante fino y pulido para festejar mi cumpleaños. En las negociaciones yo impuse el no pasar noche en su casa porque al día siguiente, los padres se hacen un Virtuditas y yo soy el que se tiene que encargar de alimentar a las tres Unidades Pequeñas y las cenas en la calle son siempre eventos dramáticos.

Como sucedía desde el momento en el que el avión tomó tierra en Amsterdam, llovía y tuve que aprovechar una tregua de veinte minutos para pedalear a la estación central de Utrecht y dejar mi bicicleta allí. Después fui en tren a Woerden y nos encontramos en la estación. Teníamos una reserva para las siete y como había tiempo, nos fuimos a nuestro bar favorito, el cual en los días navideños pone una pista de patinaje sobre hielo delante y el lugar se llena de vidilla invernal. La pista es cubierta y no le afecta el agua que no cesa de caer.

Nos tomamos un par de cervezas y a la hora prevista fuimos al restaurante, el cual está muy cerca. Es la sensación del poblacho, recién abierto y con todo el mundo yendo a curiosear en un espacio amplio, con cocina abierta y todo como muy aséptico y similar a un hospital sin pacientes.

La camarera nos recomendó una cerveza de estas nuevas que hacen maestrillos con su librillo y que se llama en traducción pachanguera LA RICA y en original De Leckere. Resultó ser una mierda y ninguno de los dos la terminamos y la camarera captó el concepto de nuestra absoluta y completa falta de fe en ella. Después de cenar regresamos al bar y en las siguientes horas nos ensañamos con todas las cervezas dobles y triples que tienen. Fue una bacanal alcohólica y de alguna manera, identificamos que el penúltimo tren salia a las doce y diez y el último a las doce y veinticinco. Dejamos el bar a tiempo pero no sé como nos las apañamos que perdí el tren y entre mis vagos recuerdos está una visita a otro bar junto a la estación. Después me desperté en mi casa el domingo por la mañana sobre las diez y medias con una resaca horrenda y con un mensaje enviado al Rubio confirmando que tomé el tren y otro confirmando que llegué a mi casa, aunque todo eso lo hice en modo automático y no recuerdo nada de nada.

El domingo fue de via crucis, evitando moverme y dedicándome al cambio del aspecto de la bitácora, tarea mecánica y fácil de hacer. El lunes fue la vuelta al trabajo y el comienzo de un nuevo capítulo en nuestra particular guerra con recursos INhumanos sobre el clima dentro de la oficina. Según ellos, han solucionado todos los problemas que teníamos. Nosotros no estamos de acuerdo así que coordiné una campaña para que la empresa, ese ente abstracto, capte el concepto.

El diseño de mi poncho

El diseño de mi poncho, originally uploaded by sulaco_rm.

Como comandante general de la revuelta tengo mi uniforme, un poncho precioso que me compró mi madre en Perú y que se ha convertido en la sensación. Otros compañeros no se quitan las chaquetas de invierno dentro del edificio y algunos usan guantes, gorros de invierno y orejeras mientras trabajan. En paralelo y complementando la ofensiva visual, un veinticinco por ciento de los empleados de la compañía crearon incidentes quejándose de la temperatura del edificio. Le jodimos la vuelta al cole a los de recursos inhumanos y volvimos a marcar la agenda de la empresa. En los siguientes días, hubo más quejas y ahora mismo, mientras en cierto departamento se jactaban de que el problema está resuelto, la mitad de los empleados se está quejando. La presión sobre ellos ha aumentado hasta los niveles intolerables que procuro que tengan, por aquello de mostrarles mi lealtad y devoción.

El miércoles post-celebré mi cumpleaños en la empresa, evento al que se accede por exclusiva invitación y en lugar de comprar las típicas tartas holandesas que son como bombas que te revientan el estómago, me curré un par de Roscón de Reyes que siempre me salen fabulosos, hice veinticuatro Magdalenas del carajo, añadí un arsenal de pequeños Suspiros y me traje una bolsa de pastelitos de gloria y fue la sensación. Mirando en Internet resulta que lo de hacer pastelitos de gloria tampoco tiene mucha ciencia así que las próximas navidades igual hago una buena tanda y me los llevo conmigo cuando regrese a Gran Canaria. Seguro que caseros son mucho más ricos.

El fin de semana opté por quedarme en mi casa a descansar y cocinar y así como quien no quiere la cosa preparé un Estofado de carne y cerveza Guinness, unas Albóndigas en salsa y un Pastel de carne braseado y en paralelo me hice un montón de cruasanes, los cuales requieren siempre un montón de horas en su preparación, aunque solo se trabaja de cuando en cuando. Con todo ese meneo, mi congelador está básicamente lleno al completo. En la calle no paró de llover, encadenando una racha de lluvia de más de una semana de duración.

Y así llegamos a esta semana en la que estoy tratando de recuperar las actividades cotidianas como ir al cine, las clases de italiano, editar fotos en el Lightroom y organizar las escapadas primaverales. En fin, que así sucedió y así lo he contado.


6 respuestas a “Tras el retorno”

  1. Que cumplidor eres… hasta medio comatoso por el alcohol le mandas el mensajito para avisar que llegaste bien…eres el hijo ideal (por lo del mensaje, no por lo del alcohol, obviamente).

  2. El Turco no piensa lo mismo. Lo bombardeamos con mensajes y fotos desde mi teléfono, al parecer el Rubio aprovechaba mis visitas al baño para enviar mensajes a porrillo.

  3. Genín, el Turco sabe perfectamente cuales son mis mensajes y cuales son los del Rubio. Dice que nuestra manera de escribir en inglés es totalmente distinta. Yo lo hago a la española y el otro a la cabezadequesorubia.