Un año sin el tradicional cambio de número


A lo largo de los años escribiendo Distorsiones, uno de los temas recurrentes ha sido el de la amistad o ese tipo de interacción social tan extraño. Entre amigos y conocidos todos coinciden en que yo soy un talibán en lo referente a las relaciones de amistad y no dudo en cortar las ramas secas del árbol. Por ponerlo de una manera bien directa, yo no llamo amigo a alguien con quien no tengo ese trato actualmente y para mí, la amistad, como la vida y todo lo demás, tiene su fecha de caducidad y si la superas, es mejor dejarla. En el lado positivo de mi balanza y al contrario que lo que parece suceder a otras personas, soy de los que no se cierran a hacer amigos y repongo continuamente aquellos que dejan de serlo, manteniendo un extraño equilibrio con diferentes nombres, como me dijo una vez un colega que no se perdía una fiesta de cumpleaños mía porque siempre había gente nueva. En mi corto periodo sobre la superficie del planeta he cambiado al menos en cuatro ocasiones de más-mejor amigo y el actual es el quinto en ese puesto. El honor le corresponde al Rubio y es correspondido, ambos formamos un extraño cóctel que no parece tener parangón en nuestro entorno.

Durante el verano y lo que llevamos del otoño he tanteado a mi alrededor, he preguntado a otra gente, he curioseado y he intentado crear un Estado de la nación de la amistad entre la gente que conozco y el resultado me ha dejado perplejo. También le pedí al Rubio que hiciera lo mismo en su círculo y él parece haber haber llegado a la misma conclusión que yo. Todo esto venía a cuento de mi control anual de los amigos y la podada, ese momento en el que suprimo el enlace más directo a mi mundo, que es mi número de teléfono. Cada año por estas fechas, cambio el número y aquellos que han dejado morir el vínculo o aquellos con los que he sido yo el que lo ha cortado quedaban aislados, fuera de mi mundo. Como no me ando con polladas, en ese mismo momento eliminaba la información de mis contactos ya que no me interesa acumular gente, algo que por ejemplo si hace el Rubio y así tiene casi dos mil contactos en su teléfono frente a los sesenta y seis que yo tengo y de los que solo treinta y dos tienen mi número de teléfono, ya que el resto son contactos de correo electrónico o números de información (Taxi, dentista, médico de cabecera …). Lo del Rubio es tan extremo que hace un par de meses mientras estábamos comprando el material para poner el césped en mi jardín llamó a mi vecino para preguntarle algo y cuando yo flipé en colores porque estaban hablando me dijo que en el año 2005 había llamado una vez a mi vecino porque a mi se me olvidó apagar una luz al irme de vacaciones y desde entonces tenía el número …

Este año, por primera vez en un lustro, no cambiaré mi número de teléfono ya que en los últimos doce meses no ha habido ningún cambio en mi red de relaciones que lo requiera. La única persona expresamente bloqueada, una amiga con un desorden obsesivo-compulsivo por mandarte mil güazaps cada día con todo tipo de mierda que no me interesa no tiene mi número y la única persona que se lo podría suministrar ha respetado mi deseo. Conviene recordar también que jamás respondo al teléfono si el número es desconocido con lo que cualquier llamada desde un número extraño es ninguneada y no tengo buzón de voz alguno ya que no los escucho, con lo que si alguien captura mi número por cauces no convencionales, no lo puede usar para nada y salvo que recurra al correo electrónico, jamás entrará en contacto conmigo. Ahora el problema es como comunicar este no cambio de número de teléfono ya que muchos se están poniendo nerviosos y contactando conmigo porque asumen que los he añadido a la lista negrísima porque no les mando el nuevo pero lo cierto es que no lo hago porque no lo hay, mi nuevo número es el mismo del año pasado y además, permaneceré con la misma compañía, ya que no hay nadie en los Países Bajos que me ofrezca los quinientos megas de internet y los cien minutos/esemeses por diez leuros al mes.

Volviendo al Rubio, el jueves salíamos a cenar juntos y hablábamos de la amistad y de lo que habíamos descubierto preguntando a nuestro alrededor y va a resultar que somos raros, que lo nuestro pertenece al libro de las excepciones ya que no solo somos amigos, somos más-mejores amigos, igual que los chiquillos en el colegio, tenemos el mismo trato, la misma complicidad, la misma ansia por descubrir cosas nuevas y pasárnoslo bien y con el paso de los años, la amistad no languidece, se transforma y se adapta a las nuevas circunstancias sin más problemas.


4 respuestas a “Un año sin el tradicional cambio de número”

  1. Yo no recuerdo si alguna vez he cambiado mi número de teléfono, del móvil creo que nunca, del fijo, únicamente cuando me mudaba de país…
    Lo de los amigos, precisamente por los cambios de país o ciudad si que se han movido de puestos, lo que sucede es que nunca me he parado a clasificarlos, son amigos y me basta 🙂
    Salud

  2. Mis AMIGOS (en mayúscula) vienen de antiguo, de la facultad, e incluso desde la escuela. Y tengo el mismo número de teléfono desde entonces. Eso si, reconozco que también ninguneo totalmente a los contactos que no me interesan. Y hago limpiezas periódicas de agenda, las cosas inútiles, fuera.

  3. Lo cual me recuerda que aunque no cambie de número tengo que borrar contactos que han quedado desfasados.

    Yo también tengo amigos pleistocénicos. Sergio se remonta a 1992 y tengo incluso gente más antigua …

  4. Hola he vuelto después de las vacaciones (bueno volví el 1 de octubre, pero he estado como las locas desde entonces). Por cierto, qué asco de guasap y facebook. Mis hermanos dicen que soy la única persona que contesta un guasap a la semana, es que ni los miro.