Hostias y tocamientos


Viajo en tren de alta velocidad volviendo a Holanda desde Colonia, como ya he contado. Estamos sentados más o menos hacia la mitad del vagón. Un par de filas por delante de nosotros hay una pareja con un niño. Ella se sienta en un lado del vagón con el chiquillo en la ventana y el va sentado en el asiento que está en el otro lado del pasillo. El niño pronto se rebela como de esos de tipo cabroncete. Grita y hace lo que le sale de los mismísimos. Si tuviera uno, dos, tres, cuatro o cinco años diría que son cosas de chiquillo. Este tiene al menos nueve años y ya debería haber aprendido a comportarse. La madre lo verá como una bestezuela adorable pero es básicamente un malcriado. Sus berridos se escuchan en todo el vagón, sus boberías hacen que la gente levante una ceja y se miren entre ellos negando con la cabeza.

El chaval pide agua y la madre le da una botella pero parece ser que no le gusta y monta un cirio. Tras unos cuantos gritos termina por echar parte del agua sobre la madre, que le responde también a gritos. Aquello parece una competición para ver quien llama más la atención. Tras un rato se cansa y decide ir a por su padre. Sale al pasillo pasando por encima de su madre y se pone a decirle cosas al hombre, dándole toques y molestándolo. Pasan los minutos y sigue con su estúpido juego. De repente y sin que venga a cuento el tipo reacciona y le arrea un mandoblazo al chiquillo de cuidado. Sale literalmente volando por el aire y se estampa con un sonoro golpe contra el asiento de su madre y cae sobre ella. Fue un golpe de los que se recuerdan mucho tiempo y si me preguntan a mí diría que merecido. Todo el vagón se queda en silencio. Pasa un segundo, otro, un tercero, un cuarto segundo y comienzan los berridos del niño llorando. Son desgarradores. Parece que le han partido la columna y está en sus momentos finales aunque yo lo veo moverse tranquilamente. Llora en Dolby Digital. La mujer lanza una mirada de esas asesinas al hombre, que se encoge de hombros. Después de unos minutos y en vista que aquello no termina el tipo intenta hacerse el chachi con la bestia satánica y se disculpa y le dice que lo lleva a la parte delantera del tren para verla. Inmediatamente se produce el silencio y la recuperación milagrosa. Vuelve a saltar sobre su madre y cuando está en el pasillo su padre coge algo de las bandejas que están sobre los asientos y al bajar la mano le arrea un codazo de órdago al niño. No fue algo casual e involuntario sino que le dio una hostia camuflada y además de las de mucho cuidado. Antes que pueda empezar a cantar esa conocida canción lo abraza y se disculpa diciéndole que lo siente y la mujer aprueba la acción dejando al chiquillo sin argumentos. Aquí fue cuando me di cuenta que en realidad aquel no es el padre sino el que se folla a la madre y que odia a la bestezuela que esta trajo a la relación aunque trata de ocultarlo lo mejor que puede. El niño lo llama por su nombre y no usa el de Papá, aunque con la mujer si que le dice Mamá. Se van juntos y vuelve la paz al vagón durante unos cuarenta minutos. Cuando regresan el hombre trae un vaso de cerveza para ella. Este es un tren alemán y la cerveza es la típica del país con el vaso de medio litro, espigado y esbelto. Ella está bebiendo deleitada por el detalle de su hombre cuando el niño intenta echarle la cerveza por encima. Durante una fracción de segundo vi la mano del padrastro a punto de salir disparada pero de alguna forma se controló. El chiquillo presintió que estaba andando por terrenos pantanosos y decidió concentrarse en la maquinación de sus próximas trastadas sin hacer ruido.

La mujer siguió bebiendo cerveza y mira hacia su hombre y de repente saca la lengua y empieza a hacer gestos lascivos con ella mientras se lleva una mano al pecho y se lo masajea. No puedo ver muy bien al tipo porque está por mi lado pero definitivamente él también le hace gestos obscenos con la lengua. Ella le responde con más gestos y con el símbolo internacional de la mamada. Con la lengua hace el bulto de una polla en su boca y con la mano hace como que la casca. El tipo se pone nervioso y cruza la mano hacia el lado de ella y la lleva directamente a la entrepierna. Siguieron calentándose rodeados por unas cien personas durante una hora. no es que yo notara lo que estaba pasando es que era tan obvio que lo difícil era ignorarlo. De cuando en cuando el pulsaba alguna tecla que no debía y ella gemía como una cabra en celo. Solo se detuvieron cuando llegaron a su parada y tuvieron que preparar las cosas para marcharse.

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9 respuestas a “Hostias y tocamientos”

  1. jajaja
    Menos mal que era un tren de alta velocidad. A pesar de ello aprovecharon el tiempo.
    Una hostia a tiempo obra milagros en un niño, más aún en un pequeño monstruo como ese. (una cosa moderada, se entiende)
    Si hubiera sido un tren español, le habría dado tiempo a ella a quedarse preñada y parir.

  2. pues dirás que el país es muy avanzado y todo eso, pero a mi este episodio me recuerda a aquel de las dos familias, una canaria y una sudamericana peleándose en la playa por cosas de críos, podrían estos dos, mamá y papá postizo y el hijo del demonio ser perfectamente miembros de cualquiera de las dos. Si es que en todas partes cuecen habas.

  3. Yo habria educado al enano tambien comulgando de vez en cuando y adoctrinandolo en las ventajas de las hostias.

    Virtuditas, estos eran low-class holandesa. Si has visto la pelicula los Flodder, exactamente lo mismo. Tienen hasta su propia serie de tv. Son gente embrutecida y carente de educacion.

  4. Mal camino lleva ese chaval. O lo enseñan pronto o de mayor na de na, lo tendrá que enseñar la vida. Y esa no se anda con contemplaciones.

    Saludetes. 😉

  5. XDDD me parto… estas historias son de las que cuentas a tus amigotes en el bar y os partís el pecho… que grande.

  6. Corsaria, mi antiguo jefe en España era uno de esos, un hijoputa que cuando hablaba con una de sus ingenieras y ella se daba la vuelta le hacía el gesto de mamar cipotes al resto de los colegas indicando que ella era una chupapollas. Lo echaron de la empresa y yo tuve bastante que ver en el asunto.

    Pedrusko, mis amigos están más que acostumbrados a estas historias y ya no consigo sorprenderlos. Ya ni siquiera me creen a menos que presente fotos para documentar el evento.