Algo que me gusta un montón de las playas en el sudeste de Asia es que la vegetación llega prácticamente a la orilla, que unos pocos metros más allá del lugar al que llega el agua comienza la selva y según te vas adentrando en la misma, se va volviendo más densa. La arena, aunque se vea espectacular, no es de las mejores ya que resulta muy pegajosa y se te agarra a la toballa como un ladilla argentino de esos que algunos hemos tenido el placer de conocer. El sol por allí pega que no veas y esas nubes que muchos pensarán que te fastidian el día se agradecen un montón, ya que a partir de los treinta grados el calor deja de ser agradable y el sol es como un cuchillo afilado. Por la arena corren unos cangrejos que se escondían en agujeros que tienen desperdigados por toda la playa y un poco más arriba estaba lleno de lagartos que se acercaban a ti buscando comida. En las palmeras y entre los árboles lo que habían eran monos.
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El día después de reírnos tanto
El relato comenzó en Un viaje a Granada via Málaga
La mañana siguiente para mí comenzó a las once y media de la mañana o más o menos por esa hora. Lo malo del ron ese Barceló platino es que tiene una resaca horrorosa, de esas que recuerdas durante mucho tiempo y que me harán evitarlo como al agua sucia. La culpa de todo esto la tiene como siempre el presidente Zapatazos, creador de la infame Alianza de las inCivilizaciones por su asquerosa ley anti-tabaco que nos incita a los que odiamos y despreciamos a los fumadores hasta el infinito y mucho más allá a permanecer en los locales porque allí dentro se está tan a gustito y terminamos bebiendo más de la cuenta.
Como er Pisha de Caí no salió, el solo tenía los efectos colaterales de haber estado el día anterior esquiando, con agujetas y dolores varios. Lo mío y de Waiting era más antológico. El Niño tenía una mezcla de resaca con cansancio por el Snowboarding del día anterior, ya que él prefiere esa variante de deporte blanco. Nos sentamos en el salón de la fastuosa casa que teníamos alquilada y la verdad que dábamos lástima. Comimos algo y después de ducharnos decidimos salir a dar una vuelta, algo a lo que Waiting decidió no apuntarse y se regresó a la cama. Una lástima que no la hayáis podido ver en esas sus horas bajas ya que os habría hecho añicos esa imagen idílica que os hacéis de nosotros, los Grandes Autores de Bitácoras, que cada vez que conozco a alguien que lee la bitácora tengo la impresión de que nos tienen puestos en unos altares preciosos y nos visten con esos trajes horrorosos de las vírgenes católicas y se creen que nosotros nos pasamos el día sobre la columna esperando que vengan los devotos a pedirnos milagros ??
Mientras Waiting seguía durmiendo, nosotros salimos a la calle y er Pisha no tuvo otra genial idea que ir a la Plaza Nueva y sugirió el subir de nuevo al barrio de Sacromonte y al mirador de San Nicolás pero andando. Parecíamos los miembros de alguna murga al final de los carnavales. Íbamos renqueando por las calles y aprovechábamos cualquier excusa tonta para detenernos mientras la conversación volaba en inglés y holandés. Aunque no somos azules, er Pisha y un servidor al lado del Niño parecíamos dos pitufos. De alguna manera y tras mucho sufrimiento llegamos hasta el mirador y obligamos al Niño a sentarse allí para hacerle unas fotos. Como estábamos cansados y el Niño parecía ausente o quizás francés intelectual sin gafas de pasta, comenzamos los dos a hacerle fotos sin parar con la Alhambra y Sierra Nevada al fondo. El Niño solo se quería morir y nos mandaba a hacer puñetas mientras nosotros le seguíamos haciendo fotos y le pedíamos que girara la cabeza o que sonriera. Con cámaras que impresionan y un cacho de carne rubio de un metro noventa y seis, la gente se empezó a quitar y nos dejaron toda la baranda para nosotros, que seguíamos haciendo fotos sin parar. Después de un par de minutos, la más atrevida se acercó y preguntó al Niño susurrando a grito pelado: Are you famous? que sonó más bien como ¿Arrrrrr yú feimos? Nosotros nos partíamos la polla de risa porque allí todos pensaban que era alguna celebridad extranjera o un super-modelo y por eso nos miraba como con desprecio, porque en realidad estaba posando y estaba muy metido en su papel y en su trabajo.
Cuando nos cansamos, abandonamos el lugar con cientos y cientos de ojos mirándonos y comenzamos la bajada por la misma ruta que hice el día anterior con Waiting. En el camino se nos ocurrió una idea genial para una historia de esas tontas y sencillas que al parecer no se le ocurren a todo el mundo y que seguimos desarrollando durante el día. Regresamos al piso y Waiting ya era de nuevo casi un ser humano bondadoso y lleno de glamour y decidimos irnos a almorzar. El día estaba un poco más fresco que el anterior pero aún así, encontramos un sitio para tapear y allí nos sentamos. Er Pisha sugirió zumo de tomate para aliviar los efectos perniciosos del alcohol y alguno se tomó más de un vaso. Tras comer, inicialmente íbamos a morirnos en la casa pero de alguna manera comenzamos a derivar hacia otros territorios y terminamos caminando por la zona en la que vivió er Pisha cuando estudió en la universidad de esa ciudad y nos tomamos unos cafelitos mientras matábamos la tarde con mucho dolor y sufrimiento. En un supermercado de la zona compré un montón de tubos de leche codensada para llevarme para Holanda, que aquí solo la hay en latas y yo la uso mucho para los Lacitos de hojaldre que solo necesitan un poco y además mi amigo el Rubio hace unos Barraquitos que están del copón y como siempre se queja que las latas son demasiado grandes, le doné la mitad de los tubos que compré.
De alguna forma el día voló y para cenar nos fuimos al mismo sitio en el que almorcé el día anterior solo que en esta ocasión, en lugar del bar de la planta baja, subimos al restaurante que tienen en la planta superior y estuvimos más tranquilos. Ese día decidimos no parrandear y nos regresamos al piso tras la cena, aún agotados y acabados. Estuvimos todos tirados en el salón hablando y riéndonos con los programas que dan en la tele y nos fuimos a la cama temprano, que aunque parezca que no fue un gran día, sí que se nos hizo largo de que te cagas.
El relato acaba en De Granada a Málaga, un almuerzo y un salto hasta Amsterdam
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Pulau Burau
No hay nada como despertarte con el cantar de los pájaros y los gritos de los monos, asomarte al porche de tu cabaña y tener esta vista. Esto es relajarse y desconectarse de todo. Lo mejor es que mientras estás allí, disfrutando, a nueve mil kilómetros de distancia tu madre y tus amigos te imaginan sufriendo y pasándolas canutas solo porque no has elegido como destino turístico Benidorm o Ibiza. Aunque la playa de la bahía de Burau es pública, está cercada por dos complejos turísticos que la convierten prácticamente en una playa privada. Uno de esos complejos tiene cabañas sobre el agua y también escondidas en la selva y en el otro (que es en el que me quedé yo) solo las tienen escondidas en la selva. Cuando pasé por allí no era temporada alta y los cuatro que estábamos ni nos cruzábamos salvo en el momento del desayuno, haciendo que nuestra estancia en el lugar fuera aún más mágica. En los próximos días veremos más fotos de esta playa. Y se me olvidó comentar que Pulau Burau es el islote que se ve en la foto.
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Giant Terrago
La segunda bicicleta que me compré desde que llegué a los Países Bajos fue esta Giant Terrago. La compré en una página de venta de cosas de segunda mano allá por mayo del año 2004 y la fui a buscar al otro lado del país. Después hice parte del camino de vuelta en tren y pedaleé los últimos sesenta kilómetros hasta mi casa como ya conté en