El cocodrilo blanco de hoy era una de las principales atracciones del Acuario de las Américas en la ciudad de Nueva Orleans antes que el huracán Katrina arrasara la zona. Por suerte sobrevivió y sigue en activo en dicho acuario, uno de los cinco mejores de los Estados Unidos. La imagen la vimos en el Capítulo Octavo: Nueva Orleans 4, un relato que por supuesto todos nos hemos leído y que nos lleva a la mágica ciudad de Nueva Orleans con su legado francés, español y particularmente canario. Hoy le damos la bienvenida a esta foto al Club de las 500
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Décimo día. Langkawi
El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.
En la recepción del Mutiara Burau Bay Resort alucinaba en colores. Como en otros hoteles y B&B en los que había estado, les daba mi nombre y todo estaba preparado. Nunca dejará de fascinarme lo poderosa que es Internet para comprar y organizar cosas. Me pidieron que esperara al conserje para que me acompañara a mi cabaña. Cuando llegó fuimos juntos a una furgoneta y me llevó hasta el lugar. Era una pequeña carretera que bordeaba un bosque en el que se veían escondidas las cabañas. La mía tenía unas vistas increíbles de un atolón. Subimos mis dos mochilas y flipé aún más. El sitio es infinitamente precioso y solo por la vista merecía la pena. Tomé posesión de mi territorio y sin perder tiempo me puse el bañador y me acerqué a la piscina a buscar una toballa. Con la misma bajé a la playa y casi me caigo de culo. No se puede describir con palabras, el sitio es de postal.
Me pasé la tarde tumbado en una hamaca disfrutando de la playa y escuchando a la gente hablar en holandés a mi alrededor lo cual me recordó que da igual al lugar del mundo al que vayas, sea donde sea siempre te encontrarás holandeses. Un país tan pequeño y con gente tan viajera ??
Aprovechando que el cielo se estaba poniendo increíble, con nubes y unos azules de pura fantasía, me di una ducha rápida, cogí el cochingo y visité el Oriental Village que está muy cerca del complejo. Es una especie de poblado con tiendas para turistas, bares y demás, todo muy artificial pero lo realmente interesante es que de allí sale el Langkawi Cable Car, unos telesillas que te llevan hasta setecientos metros de altura en un viaje de casi veinte minutos para tener unas vistas increíbles del mar de Andaman. Me bajé en la primera plataforma e hice unas cuantas fotos. Seguí hasta la segunda plataforma y la verdad que las vistas eran de escándalo. Justo en ese momento comenzaron a llegar nubes que chocaban allí mismo y le daban un aire misterioso. Yo no sabía ni hacia donde mirar para hacer fotos. En el lugar hay una especie de puente que te lleva a una tercera plataforma y fui a la misma. Al llegar allí veo que hay unas escalinatas que se internan en la selva y aunque la gente miraba y se quedaba en la plataforma, yo decidí bajar. Supuse que serían unas decenas de metros pero aquello seguía internándose más y más en la jungla y los monos comenzaron a volar por encima mía, ardillas y miles de animales que chillaban, gruñían, gemían y carraspeaban. Los insectos eran enormes pero no lograron acojonarme y seguí avanzando. Bajé por un pequeño valle y el camino seguía, cruzando riachuelos y pasando por todo tipo de recodos. El aire era algo más fresco pero la humedad seguía siendo del 100% y sudaba como un cochino. Después de veinte minutos andando vine a aparecer en la primera plataforma. Me había hecho una caminata desde la segunda plataforma hasta la primera por la jungla. Al llegar allí uno de los empleados se quedó sorprendido y me dijo que era la primera persona que lo hacía ese día. Volví con el telesillas a la segunda plataforma, hice unas cuantas fotos más y aún eufórico tomé el telesillas para regresar a la base.
Desde allí me acerqué a Telaga Tujuh o Siete pozos. Hay que dejar el coche y subir por unas escaleras infinitas. Estaba empezando a oscurecer así que subí al trote y pese a los cerca de quinientos escalones, llegué arriba totalmente mojado pero en un tiempo récord. Cuentan las leyendas que en estas cataratas de venían a bañar las hadas de las montañas. Son una serie de piscinas naturales conectadas por cataratas y rodeadas de una vegetación tan densa que no deja ver la tierra. Nuevamente me quedé asombrado por la belleza del lugar. No hay nada que haya visto en mi vida que se pueda comparar a las cosas que vi esa tarde. Caminé e hice fotos por allí a destajo y regresé al hotel completamente mojado, tanto que me tuve que duchar de nuevo y cambiar para salir a cenar.
Conduje hasta Pantai Cenang, la zona turística por excelencia de la isla y en la que los hoteles y pensiones se apiñan a ambos lados de la carretera junto con cientos de tiendas y restaurantes. Paseé por allí buscando una bolsa a prueba de agua como la que había visto en las islas Perhentian pero no hubo suerte. Al final encontré un restaurante chino para cenar que tenía buena pinta y que estaba lleno de chinos y me di un atracón a langostinos a precio de risa. Para cuando acabé de cenar ya me apetecía regresar y tras aprovisionarme en un supermercado volví a mi cabaña. Como en ese complejo no tenían aún wifi en las cabañas y únicamente estaba disponible en la zona de recepción, me acerqué para comunicar a la familia y amigos que seguía vivo y después me quedé en el bar con los holandeses disfrutando del ambiente. Para volver a mi cabaña hay que ir por unos senderos que pasan entre los árboles, poco menos que en la jungla y los animales gritaban a mi alrededor y allí donde había alguna luz se veían las nubes de mosquitos y unas polillas del tamaño de ratones.
Ese día, al acostarme y reflexionar un poco sobre la jornada, no salía de mi asombro por lo increíble que es Malasia y lo mucho que cambian las distintas partes del país.
El relato de este viaje continúa en Undécimo día. Langkawi
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Tortuga en el club de las 500
Hay un reducido grupo de fotos que están perdidas en el enorme océano de letras e imágenes de Distorsiones y la de hoy es una de ellas. Apareció publicada en algún momento entre abril del 2005 y finales del 2006 pero nunca la enlacé en flickr y no he vuelto a tropezarme con ella. Es también una de las pocas que ha aparecido dos veces, ya que por culpa de este descuido repitió y la vimos en Tortuga muerta en Ship Island y esta segunda imagen hasta consiguió entrar en el Club de las 500 en noviembre del año pasado (Tortuga muerta en Ship Island en el club de las 500).
Hoy, esta foto hermana gemela de aquella otra que se ha llevado siempre todos los méritos consigue su entrada al Club de las 500 y si algún día encuentro el lugar en el que se encuentra la foto original, incluiré el enlace aquí.
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El fastuoso porche delantero
Hace un par de meses hablaba por estas tierras de Otras dos sesiones de ingeniería de jardín en las que había realizado significativos cambios tanto en la parte delantera de mi casa como en el gigantesco jardín que tengo en la parte posterior y que en realidad es dónde me muevo y hago vida al aire libre. La parte delantera siempre ha sido incómoda y puesto que los cabrones de los propietarios de gatos los sueltan para que suelten sus mierdas en casas ajenas, se imponía hacer algo.
Uno de mis vecinos trabaja como straatmaker que es la profesión de los que se dedican a poner baldosas y realizar obras en calles y casas. Aquí en los Países Bajos abundan las calles en las que no se usa el asfalto y se ponen adoquines de distinto tipo que se pueden levantar fácilmente cuando es necesario trabajar y que además le dan un encantador aspecto a los barrios y reducen la velocidad de los vehículos que circulan por las mismas. Hablé con el hombre y acordamos que iría a una tienda a mirar los distintos tipos disponibles y él se encargaría del trabajo. Todo esto sucedió durante abril. Una semana antes de irme de vacaciones me dijo que no tenía ningún problema en hacerlo en el tiempo en el que yo no estaba en mi casa y si compraba los adoquines y pedía que los dejaran en mi puerta un día determinado, él compraba el resto del material, hacía el trabajo y cuando yo volvía le pagaba. Con el acuerdo fresco fui una mañana a la tienda de materiales de construcción en la que los iba a comprar, la cual está a unos cinco kilómetros de mi casa en bicicleta y justo en la dirección opuesta a mi ruta. Llegué al lugar que había visitado previamente y realicé la compra de unos adoquines muy chulos. Esa tarde informé al straatmaker y di el asunto por zanjado.
El lunes de la semana en que viajaba a Malasia me llaman de la tienda y me dicen que el tipo elegido ya no se hace en fábrica y he de ir a elegir uno nuevo. Yo estaba hasta el culo de trabajo y preparativos para el viaje y ese martes, a las siete y media de la mañana estoy pedaleando como un loco para ir a la tienda y tras una inspección de los cientos de adoquines que tienen, elegir otros. Los compré y de nuevo pedí que los dejaran delante de mi puerta a partir del once de mayo. Estos segundos eran más baratos y me devolvieron casi doscientos euros.
Por la tarde visité nuevamente al straatmaker y le comenté el cambio, el cual no afectaba a los metros cuadrados que yo debía adquirir pero sí a la forma en la que los debía poner, ya que de unos cuadrados había pasado a otros rectangulares.
Mi vecino me dijo que él echaría un vistazo a las obras y me marché de vacaciones despreocupándome completamente del tema. ?nicamente yo y el straatmaker sabíamos el tipo de diseño que yo quería.
Al regresar el 17 de Mayo por la mañana, entré en mi casa por la puerta posterior y ni me acordé de lo que había sucedido en la parte delantera. Esa noche al volver a casa mi vecino rondaba el jardín y nada más verme, después de los comentarios formales me preguntó si había visto el porche delantero.
Nos fuimos juntos al otro lado y cuando salí aluciné en colores. Mentalmente tenía una idea más o menos clara de lo que quería conseguir pero el resultado superó mis expectativas. Tendréis que ver la foto que hay en la anotación que ya mencioné para notar la diferencia.
Ahora tengo una zona enorme abierta en la que he ganado un montón de espacio y como colofón una franja con vegetación y que está adornada por piedras de lava que además tienen un segundo propósito ya que si un gato intenta jiñar allí, cuando vaya a raspar la tierra se desolla las pezuñas y con suerte agarra una buena infección y muere bien pronto. Toda la tierra que veis en la foto es porque aún no la había retirado ya que hay que dejarla un par de semanas para que se cuele entre los adoquines y rellene los huecos. Si fuera menos gandul habría hecho otra foto esta semana y veríais lo chulo que está pero os tendréis que conformar con la foto que hice en aquel momento para mandársela a mis padres. En mi barrio ha impactado mucho el estilo abierto y sin vallas que he puesto y los vecinos de ambos lados me han dicho que lo harán este otoño porque les gusta mucho.
Para mí, los proyectos previstos para mi jardín durante este año han sido todo un éxito y mientras la parte delantera ahora luce preciosa, en la parte posterior mi pérgola ya da soporte a la parra y pronto llegarán los primeros racimos de uvas.