Otra de las películas que vi en marzo cuando estuve en Gran Canaria fue Die Fälscher o Los falsificadores, la ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa de este año. Había visto el trailer y no me había llamado la atención pero opté por darle una oportunidad y en lugar de ver alguna americanada, me puse las gafas de pasta sin cristales y la bufanda de intelectual y de esa guisa me planté en el cine. Mereció la pena.
Una banda de julays judíos lame culos nazis para sobrevivir
Al comienzo de la película vemos a un hombre junto al mar y derrochando dinero en un hotel de la costa francesa. Después retrocedemos y lo vemos siendo capturado por la policía alemana por falsificar dinero. A partir de ahí comienza su viaje para sobrevivir en campos de concentración. Lo llevarán a un lugar secreto en el que junto con otros expertos judíos tendrán que falsificar la libra esterlina ya que los alemanes pretenden inundar el mercado de billetes falsos para hundirla. Vivirán en una sección separada del resto del campo de concentración, en un pequeño espacio alejado de los horrores que suceden al otro lado, cosas de las que ellos son conscientes pero que en la mayor parte de los casos no quieren reconocer porque aquí de lo que se trata es de sobrevivir, de llegar a mañana y al día después de mañana. Entre todos ellos se irán creando vínculos de camaradería y acabarán como una familia. Los alemanes los tratan bien pero también les recuerdan que son perros judíos y de cuando en cuando les hacen putadas para que no se olviden y según se acerca el final de la guerra y las cosas se van poniendo difíciles, los irán presionando más y más para que consigan resultados. Esta será la gran batalla de estos hombres. Tratar de impedir que los otros consigan billetes que parezcan auténticos para que no se puedan financiar y al mismo tiempo conservar la vida.
En este tipo de historias siempre te identificas con uno de los personajes, lo adoptas y es al que sigues a lo largo de la película. Nos horrorizamos con lo que vemos y sufrimos junto a ellos desde la cómoda butaca en la que estamos viendo la película. Es una trama dura pero al mismo tiempo muy amena y basada en hechos reales, ya que solo de libras esterlinas los alemanes consiguieron imprimir más de ciento treinta millones.
No es cine para ñangas, ni para amantes de las películas de acción o esos descerebrados que gustan de recibirlo todo ya masticado. Es una obra densa y fuerte que nos enseña una pequeña lección de historia.