El enésimo regreso a Gran Canaria


Ya he perdido la cuenta de las veces que he viajado entre los Países Bajos y Gran Canaria y aun así, cada viaje es distinto. El de esta ocasión comenzó dos días antes, o quizás desde el mismo lunes de esa semana cuando la Chinita vino a cenar a mi casa y se marchó con un litro de gazpacho blanco, seis magdalenas, una taza de gazpacho de fresas, las sobras de las gambas en salsa de tomate y un montón de fresas de mi cosecha. El jueves de esa misma semana fue el Rubio el que me invitó a su casa y allí acudí, con diez magdalenas de chocolate, una bolsa enorme de lacios de hojaldre y con la misión de ayudarlo a preparar la cena y jugar con los niños porque su esposa llegaba tarde. Los chiquillos, nada más verme llegar se lanzaron a por mi y desde ese momento hasta que conseguimos meternos en la cama, no pararon. A las diez y media de la noche, salía para la estación con mi bici aprovechando un cielo limpio e increíble y una noche deliciosa. Llegué a casa, me acosté temprano y a las seis y veinte me levantaba para ir a la oficina, mi ultimo día antes del comienzo de las vacaciones. Sobre las nueve de la mañana ya había finiquitado todos los asuntos pendientes y el resto del día lo pasé de tertulia y demostrando a los incrédulos el por qué soy el mejor en lo que quiera que sea que hago. A las cuatro me piraba y camino de casa paré en una tienda Leonidas para comprar chocolate para regalar y en el supermercado tres costillares al Piri Piri para mis padres. Llegué a mi casa y sin tiempo preparé pasta fresca ya que ese día era el Niño el que se pasaba a cenar, aunque por suerte soy previsor y tenía toda la comida preparada.

Antes de que llegara aproveché e hice la maleta y creo que he batido un récord en cuanto al peso, ya que he optado por no cargar casi nada de ropa para maximizar los quince kilos que puedo facturar. Cenamos, nos echamos unas risas y unas cervezas y acabamos con una maratón de trailers para que a la hora de elegir las películas de las sesiones dobles de otoño no hayan malentendidos.

Después que se marchó, revisé mi lista de cosillas para llevar y me acosté temprano. El sábado por la mañana me levanté a las siete y pico y a las ocho y seis minutos tomaba la guagua a la estación. Allí transbordaba al tren y en la estación de Eindhoven cogía la 401 al aeropuerto. Al llegar, facturé la maleta y crucé el control de seguridad para esperar por el avión.

A la hora prevista apareció el avión y ni esperaron a que salieran los pasajeros. Nos llevaron al pie del mismo y según salieron los otros y lo limpiaron entramos. Me senté en la ventana de emergencia. Salimos en hora y el vuelo transcurrió sin ninguna incidencia.

Al llegar al aeropuerto de Gran Canaria, me recogió m hermana y así acabó esta jornada de transición que en realidad comenzó unos días antes


5 respuestas a “El enésimo regreso a Gran Canaria”

  1. Por cierto, que la Chinita es peor que yo cuando voy a casa de mi madre, que un día me voy a traer a mi padre empanao.

  2. Esperemos que no le suba la marea como en la isla de al lado, o puede volver a nado a Holanda…