Aquellos que tengan algunas luces, que tampoco les pido que las tengan todas, recordarán que hace un par de meses o así, tuvimos un drama con una muela del que quedó por supuesto constancia en el mejor blog sin premios en castellano. Como no estoy en mi keli y el aiPá, por más que lo digan, no es lo mismo que un computador personal, no voy a buscar las susodichas anotaciones para enlazarlas porque me tomaría media hora y al menos dos minutos de frustraciones, así que lo dejo como tarea para los cuatro lectores. Creo que nunca lo dije pero en junio tenía mi visita semestral para la limpieza de la boca, que a pesar de la otra actividad se mantuvo y cuando estuve allí y me metieron el garfio, el taladro, el picador de piedras y todas las demás herramientas malévolas que tiene cualquier dentista, que son como sádicos torturadores con bata y mascarilla, le pregunté si el empaste que me puso y que él mismo me repitió varias veces que se caería más bien pronto que tarde porque lo que debería haber hecho y no quise era que me pusieran una corona, que yo no tengo sangre azul ni soy podemita o truscolán, que son los que se creen realeza. Como no me la puse y el hombre está convencidísimo que eso se caerá, le pregunté si el empaste sobreviviría a una inmersión, ya que he leído que puede suceder y ha sucedido y sucederá, que a gente con empastes, si no están bien sellados, se les mete una micro gota de aire en la base y descendiendo, cuando nos comprimimos no pasa nada, pero al ascender, el aire se expande y además de reventar el empaste, te puede dar un puntazo de dolor masoquista estremecedor y truscolano que ni quieres ni te mereces y el capullo del dentista me dijo que seguramente me pasaría porque debería haberle dejado hacer la corona real y tal y tal.
Cuando llegué a Gran Canaria, me pasé por el club de buceo, como siempre, pero les dije que por motivos sanitarios y por lo que me dijo el capullo del judío (que mi dentista es judío, judío), prefería ir a bucear un día a un lugar no muy profundo, por si dijéramos, que si me va a pasar, mejor meterle dos atmósferas de presión y no cuatro, o para aquellos que no hayan estudiado algunas letras y casi todos los números, que quería bucear el día que hicieran inmersiones a unos veinte metros y no hacer profundas llegando cerca de los cuarenta. Pasaron las semanas y el martes me avisaron que el jueves y el viernes iban a ir al norte de la isla de Gran Canaria, al puerto de Sardina, en Gáldar, lugar en el que yo he buceado varias veces y que se puede considerar como inmersiones fáciles porque no bajas más de los dieciocho metros, así que me apunté para el evento del jueves. Como no quiero ser un gandúl como algunos comentaristas que no voy a mentar pero que se pueden dar gratuitamente por aludidos, me levanté a las siete de la mañana para ir a correr y así no perder el ritmo, que no se recomienda hacer ese tipo de ejercicios después de bucear pero no dicen nada de no hacerlo antes. Tras mis seis kilómetros por la playa de las Canteras, me duché, desayuné y fui al club de buceo, en donde ya me tenían preparada una caja con mi equipo porque me conocen y se saben mis tallas. Éramos un grupo pequeño, tres clientes y una profesional del buceo y fuimos hasta el puerto de Sardina, que está en el norte de la isla de Gran Canaria, cerca de Agaete. Ya ella sabía lo que podía suceder pero era consciente que de haber problema, sería al subir. Nos pusimos todo el equipo, junto con otros buceadores que vinieron con otras empresas porque hay alerta amarilla por viento y oleaje fuerte y todos fueron a aquel lugar ya que es una bahía protegida del mar con una entrada y salida muy fácil. Entré en el mar, con algo de mosqueo por si me pasaba algo pero la inmersión y la segunda que hicimos, fueron bien, sin problemas, estuve en el fondo marino del agua del mar con pulpos, mantelinas, rayas, sepias, morenas, cigalas, cangrejos, anémonas, meros, barracudas y multitud de peces más y al salir no tuve ningún problema, por lo que la teoría de mi dentista de que puedo tener y seguramente tengo una bolsa de aire en mi empaste es totalmente falsa. Cuando lo vuelva a visitar en diciembre le pienso leer la cartilla.
4 respuestas a “El fondo marino del agua del mar no engaña”
Deberías alegrarte de que no te ha pasado nada.
A mi me pusieron una corona que me duró 10 días. Después de ese fracaso pasé a repararla en dos o tres ocasiones, hasta que me dí por vencida y covencida de que había perdido una muela.
En su lugar me hicieron un implante y dos años después he conseguido que me devolvieran el dinero que me costó la corona.
Anda majete, baja a 40 metros a confirmar tu teoría, si no hay aire en el diente no te pasará nada … vamos valiente total … Por cierto, me surge una duda, si corres 6,5 kilómetros ¿qué puede pasar?
Ya sé, ya sé que la pregunta es retórica y no la vas a contestar porque estás de vacaciones y esto va en modo automático. Lo digo para que quede constancia y además la respuesta ya me la sé.
Si, es para leerle la cartilla en varios idiomas, que para eso eres poliglota 🙂
Salud