Mijn Rembrandt


He optado por bajar el ritmo y comentar solo dos películas en el fin de semana para que las pocas que me quedan me duran unas cuantas semanas, o más concretamente, tres, con lo que igual hasta tengo que tomar medidas más drásticas, ya que en los Países Bajos el gobierno ya anunció que ni cines, ni teatros, ni estadios, ni restaurantes estarán abiertos antes del uno de junio, con lo que este será el periodo más largo de mi vida sin poner un pie en un cine y cuando finalmente los abran, juro que iré durante dos semanas todos los días a ver almenos una película, quizás hasta dos o tres. La de hoy es el último documental que vi antes de la prohibición y el aislamiento. Se titula Mijn Rembrandt y no está previsto su estreno en España, aunque lo querían titular truscoluña no es nación.

Un puñado de julays están obsesionados con la obra del maestro Rembrandt, que no era truscolán-de-mielda.

Rembrand es uno de los grandes maestros de la pintura, un genio y quién no lo puede ver, merece que le arranquen los ojos y se los piquen para que no se los puedan volver a pegar. En este documental seguimos a varias personas que han caído bajo su hechizo, como el chamo, marchador de arte, que en una subasta se huele que aquello que ofrecen es un Remrandt, lo compra y finalmente conseguirá la validación de los expertos y se verá envuelto en una gresca con una chama que le tiene ojeriza, o el millonario que se deshizo de su empresa y con los billones se dedica a comprar Rembrandts y cederlos a museos, o la alianza entre los gobiernos francés y neerlandés para pujar y comprar un par de Rembrandt y compartirlos o el inglés ricachón de fortuna rancia que tiene uno y que busca el mejor lugar de su keli para colocarlo. Poseer un Rembrandt, estar cerca de uno de ellos, es algo mágico y de eso trata el documental.

Reconozco que entré al cine convencido que me daría un jamacullo en los primeros diez minutos y me pasaría el tiempo durmiendo pero resultó que la historia me cautivó, todos los que salen, cada uno con su línea argumental, cuentan relatos fascinantes de como se enganchan a la obra de ese genio y no pueden hacer nada para luchar contra esa obsesión. El documental está bien hecho, es ameno y consigue que nos involucremos emocionalmente. Toda una pequeña sorpresa, con el añadido adicional de ver algunos Rembrandt que no son de los más conocidos pero en los que se puede ver la mano del maestro y la fascinación de escuchar a expertos hablando de su obra y prácticamente teniendo orgasmos frente a la cámara.

Esto puede matar y matará a cualquier miembro del Clan de los Orcos que lo vea pero sí que puede gustar a los sub-intelectuales con GafaPasta.


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