Ayer veíamos una imagen con el río y las montañas al fondo y hoy estamos en el mismísimo río Preaek Tuek Chhu haciendo una foto de la calle principal de Kampot o más bien, de la calle principal en la zona turística. Es una calle muy cuidada con casas de estilo colonial junto al río y aunque no hay una avenida para caminar junto al mismo, la acera permite pasear, al menos en un tramo. La pensión en la que me hospedé mientras estuve allí está medio oculta entre los dos árboles del lado derecho de la imagen. En la planta baja tenían las habitaciones y en la azotea tenían una terraza y un bar cubierto. Mañana veremos las casas de los pescadores para poder apreciar el contraste entre un tipo de vivienda y el otro.
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Sarah
Cuando a veces pienso que me estoy repitiendo todo el tiempo es porque en realidad me estoy repitiendo continuamente. Hace ya un buen puñado de lunas, concretamente en septiembre del año 2006 explicaba una de las más peculiares Costumbres holandesas. Regresé al tema con una foto más espectacular en septiembre del año 2007 en la anotación el día que ves a Abraham y un par de años más tarde teníamos a Abraham en bicicleta y finalmente en marzo del 2011 veíamos a Abraham a lo grande. Aunque he nombrado a Sara o Sarah, hasta ahora no había puesto ninguna foto. Uno de los días de esta semana paseando por Hilversum a la hora del almuerzo me tropecé con la gigantesca Sarah de la foto de hoy, situada en la puerta de un edificio de oficinas. En base a los tetones que se gasta en plan Afrodita-A deduzco que tiene hachazo y no aleta de tiburón. En la cabeza se puede ver el 50 que recuerda a todos y cada uno de los que entran al edificio que ese día una pobre desgraciada que trabaja allí cumple cinco décadas, diez lustros o medio siglo. Como aquí muy pocos conocen el concepto de leer las anotaciones enlazadas, repito que esta tradición holandesa viene del evangelio según Juan y más concretamente de la parte en la que dice Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?.
Todavía me río cuando me acuerdo del muñeco que pusieron en la puerta de la casa de una de mis vecinas y cuando le expliqué el significado del mismo a mis padres y fliparon en colores y hasta en blanco y negro.
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El río Preaek Tuek Chhu y las montañas
El poblacho de Kampot es un lugar muy bucólico en el que el tiempo parece detenerse y lo haces todo relajadamente. La zona en la que están los hostales y pensiones es a la vera del río Preaek Tuek Chhu y se puede pasear por allí para disfrutar con las preciosas vistas. La foto de hoy la veremos bastante similar al final de esta serie con una puesta de sol muy bonita. En las montañas del fondo hay un parque nacional que también visitaremos la semana que viene. Después del bullicio y el ajetreo de Nom Pen, Kampot resultó un pequeño paraíso en el que recuperarte. En la pensión en la que me quedé tenían el restaurante, café o comedor en la azotea del edificio y mientras cenabas o desayunabas, disfrutabas de una vista similar del río.
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Los líos habituales
La semana pasada tenía atada y bien atada mi agenda desde varias semanas antes y en el caso de algunas de las citas, meses. Había quedado para ir a cenar un día con la Chinita, otro día con colegas en el Cartouche, el hogar de las costillas y seguramente el restaurante (o bar con algo de comida) al que he ido más veces en mi vida, incluyendo restaurantes de comida rápida que puedo haber visitado con frecuencia en mis años pre-emigración. Un par de días los tenía reservados para películas y el sábado había quedado con mi amigo Quique, el cual cambiaba de avión en Schiphol, el mejor aeropuerto Europeo, como sabemos todos salvo los truscolanes y se las había apañado para tener siete horas que íbamos a aprovechar y ponernos al día, hablar, comer, hablar y comer aún más. No creo que haya ningún lector hoy en día que recuerde a Quique, así que os diré que es uno de los lectores más antiguos, que se acabó cansando, algo que refuerza mi convencimiento de que me repito más que un político truscolán e incluso hizo un par de viajes conmigo, ya que juntos visitamos por primera vez Praga y también estuve con él en Roma, aparte de ir por Valencia a verlo y recibir una visita suya en Holanda (o varias, aunque en las otras mi casa no ha servido de posada).
Las actividades de la semana se fueron desarrollando según el plan previsto. La semana pasada era relativamente tranquila ya que la zona central de los Países Bajos estaba celebrando las vacaciones de invierno, con lo que no tenía clases de italiano y mi amigo el Rubio y todas su prole andaban esquiando fuera del país. El miércoles saltó la alarma cuando Quique canceló la visita por culpa de un accidente haciendo deporte. De siempre se ha sabido que es mejor no hacer deporte para evitar estas cosas y el suyo lo demuestra. Tuvo que apañar en el último instante un cambio de planes, conseguir a alguien que lo substituyera en el trabajo que iba a hacer y aparte de eso, se cayó la cita del sábado. Como yo soy de natural positivo opté por montarme otro día de pruebas con la receta de los cruasanes, la cual es trabajosa y no termina de salirme bien. El viernes felicitaba al Rubio por su cumpleaños mediante FaceTime, con el en las pistas en las que esquiaba en Austria y una vez más me maravillaba con la tecnología que llevamos en nuestros bolsillos todo el tiempo y en el caso de los pobres y facinerosos en sus bolsos y mochilas ya que no hay manera de meter un zapatófono con androitotorota en el bolsillo, a menos que seas un jugador de la NBA de más de dos metros de altura con unas manos como remos y unos bolsillos como bolsas de supermercado. Mientras hablábamos le comenté que mi cita del sábado se había anulado y que lo vería el domingo para llevar a las Unidades Pequeñas al cine, algo que ya estaba acordado. Al Rubio se le abrieron los cielos al conocer la noticia y en seguida me apuntó para una misión instantánea y terrorífica. Durante la semana habían cambiado el techo de su cocina y tenía una pila de escombros en la puerta de su casa, los cuales había que llevar al centro de reciclaje de su ayuntamiento y solo lo podíamos hacer entre las doce y las cuatro de la tarde, que se corresponden con el horario de apertura de dicho lugar en su villorrio. Quedamos en que movíamos el cine para el sábado y como me conozco al equipo, el sábado por la mañana después de mi momento chocolate con Churros hice un Brownie y rastreé mi congelador y nevera para ver que tenía disponible. Acabé con dos bolsas de pollo korma, un cuarto de tortilla, el Brownie, seis cruasanes de mi intento anterior y el resto de cosillas que me llevo siempre conmigo, aparte de un par de mudas de ropa y unas botas de esas de marinero de luces para trabajar en el jardín, que aquí con las lluvias eternas siempre te mojas.
Después de vernos nos pusimos manos a la obra y nos tomó llenar el remolque que alquiló para su coche cuatro veces para deshacernos de los restos del tejado. En el centro de reciclaje nos explicaron el lugar en el que iba cada producto y tras la primera visita nos convertimos en expertos. En la última nos llevamos a las Unidades Pequeñas y a la Primera Esposa y nos dejaron en el cine, en donde vimos La Lego película – The Lego Movie. Al cine entro como si fuera obeso como muchas de vosotras y vosotros, ya que escondido en el abrigo tengo la pitanza para los chiquillos y así nos ahorramos el sablazo, ya que lo de cobrar precios abusivos por las golosinas en los cines parece universal. Después de la película nos recogió la Primera Esposa y regresamos a la casa. Como yo aportaba la cena, nos dedicamos a jugar y matar el rato y después de cenar celebramos el cumpleaños del Rubio con el Brownie, al que le pusimos unas cuantas velas. Después me obligaron a ver las mil fotos de la semana esquiando y algunos de los vídeos y como se hacía tarde, me quedé a dormir allí, lo cual implicó una ingesta masiva de cerveza. A las ocho de la mañana la más pequeña de las unidades ya estaba preguntándome que cuándo pensaba preparar los Pannenkoeken y a las nueve de la mañana tenía una torre con veintipico y nos sentábamos todos a desayunar. A media mañana regresé a mi casa y al final pasé la tarde del domingo entretenido haciendo los cruasanes y en paralelo preparé un Estofado de carne y cerveza Guinness que hacía tiempo que lo venía diciendo y nunca terminaba de hacerlo. Planeé un fin de semana de un tipo y finalmente resultó otro distinto aunque igual de interesante.
Mientras tanto, una conocida me decía que se pegó los dos días adelantando trabajo. Creo que se lo tomó a mal cuando le dije que probablemente no tiene vida ninguna porque a mí me faltan horas para hacer cosas solo o en compañía de otros y el trabajo se queda en la oficina y de allí no sale de ninguna manera.