Yo se lo digo y se lo repito a Meri Yein siempre que la veo, a mí el arte me deja helado y la foto de hoy es un buen ejemplo. Supongo que de lo que se trata es de mostrar el poderío del cristal soplado de Murano pero conmigo no funcionó y aparte de hacerle una foto, creo que no me paré a contemplarlo ni una milésima de segundo. Al fondo a la izquierda podemos ver la Chiesa di San Pietro Martire, la cual se puede visitar en su interior, aunque no tenía nada especial y el pequeño puente que también se puede ver es el lugar desde el que hice la foto que vimos ayer. La cutre valla que rodea la cosa imagino que está ahí para evitar que los niños se lancen de cabeza contra el vídrio o vayan a jugar con los trozos de vídrio que hay en el suelo. Dado lo precario de la valla, supongo que otros visitantes en otras épocas se han encontrado en el lugar otras esculturas o directamente ninguna.
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El pinchazo de la Dolorsi, el Turco y el accidente de tranvía
Un día puede comenzar tan normal como otro cualquiera, con la rutina diaria de levantarte a las seis y veinte, jiñar, ducharte, vestirte y bajar a desayunar, único momento de variedad en este algoritmo ya que cada día puede ser algo distinto y en el caso de hoy era un trozo de pastel de suero de mantequilla con moras al que le unté un poquito de mermelada de uvas, por supuesto con el café con leche y un vaso de vitamina Cé. Esa rutina me lleva a salir casi a la misma hora todos los días e ir con la Dolorsi a la estación central de Utrecht. La rutina se rompió cuando en un punto del recorrido, a obscuras porque la luz ya no es lo que era hace menos de un mes, noto que la bici patina y cien metros más adelante veo que se ha pinchado la rueda delantera. Me faltaba algo más de un kilómetro para llegar a la estación así que seguí andando con ella a mi lado y la llevé al taller, resignado a perder mi tren. Les dije que le repararan el pinchazo y que además me tunearan el freno trasero, el cual estaba fatal y aunque siempre me lo propongo, nunca pierdo las dos horas que me cuesta ajustarlo porque para estas cosas soy un negado. Me subo en el siguiente tren y cuando llegamos a Hilversum Sportpark, el lugar en el que seguramente estará mi oficina a partir del año que viene, detienen el tren diez minutos por culpa de algo que no pudimos escuchar muy bien ya que el conductor separó la boca del micrófono. Una vez en Hilversum, seguí andando al trabajo, echando pestes porque mi elaborada rutina se había esconchabado. Ayer el Turco, uno de mis amigos del Círculo de confianza y alguien a quien adoro me había partío el corazón diciéndome que venía a Holanda pero no podía verme porque estaría muy pocas horas. A las once de la mañana me manda un mensaje y me dice que me invente una excusa y me pire a Ámsterdam y nos veíamos entre las una y media y las cinco y media. Por suerte yo soy de mente cóncava y todos sabemos que me han nominado varias veces para los Oscars y si no he ganado es porque la envidia es muy mala así que al instante monté un número épico que requería visitar mi hospital en Utrecht a las dos de la tarde. Salí de la oficina totalmente metido en mi papel y tras sobornar a los tres que conocían el secreto con unos Suspiros del copón que hice la noche anterior porque me aburría y sonriendo porque la asistente personal del Presidente se comió uno y después me mandó un correo diciéndome que los pezones todavía le dolían de lo duros que se le habían puesto con aquella delicia celestial. En las colonias ultraperiféricas de la opresora España en la que yo me crié, a esto de irte así lo llamábamos echarse la jullona y al parecer jullona viene de juir que deriva de la palabra del idioma opresor huir y en la península e incluso en los territorios oprimidos y explotados del noreste, esos que en seis lunas ya no pertenecerán a la Unión Europeda, creo que lo llamaban hacer novillos.
Llegué a la estación con tiempo, me subí en el tren, llegué a Amsterdam a las dos menos dos minutos y por algún motivo desconocido, algo en mi cabeza me sugirió ir a la parada de guaguas y no ir en tranvía, que es lo habitual si quiero ir desde la Estación Central de Amsterdam hasta Leidseplein. Me subí en la 172 y por detrás de la Keli de la Reina Argentina de Holanda aquello no se movía. Le mando un güazap al Turco informándole del percance y al poco viene un picoleto y le dice al guagüero que hay un accidente un poco más adelante y no podemos seguir. El hombre nos deja salir y yo le mando aviso al Turco para indicar que voy con quince minutos de retraso. El accidente resultó ser que un camión se estampó con un tranvía, algo que quedó inmortalizado en la siguiente foto:
Al pasar yo me reía porque me imaginaba a Virtuditas sentada en ese lado del tranvía y gritando como la niña del exorcista cuando se le viene encima ese cacharro y seguro que del susto tan grande que se lleva, se le horchata la leche presto-súbito. El mensaje que hay en la puerta del camión y que dice PAS OP DODE HOEK significa ATENCIÓN ÁNGULO MUERTO y digo yo que igual el tío era zurdo porque el iba sentado del lado del ángulo vivo y aún así no vio una cosa tan grande como un tranvía, que además, no es que sean vehículos de esos como los de Alta Velocidad que se instalaron en España para llegar hasta el último poblacho. Al parecer no hubo heridos y los de la ambulancia estaban en un rincón quitándose ladillas como los gorilas en la selva.
Más tarde me crucé con un friki en barco que me guardo para otra anotación y finalmente llegué a Leidseplein y enfrente de la tienda Apple nos dimos un tremendo abrazo y retomamos la conversación. Paseamos hasta el Bijenkorf, el equivalente al Corte Británico español solo que más lujoso y nos fuimos a la planta alta para sentarnos a tomar algo mirando hacia el Dam, algo que no cuento por aquí para que no se pete la cafetería de turistas y nos jodan el rincón. Después nos fuimos a evaluar las putas alBarrio Rojo y nos hicimos un Eurovisión, yo era el juez francés que en vez de puntos da PUÁ y el Turco era el juez inglés que da POINS. Nos quedamos fascinados con una que ya estaba como para encender velas en la iglesia del barrio, con unas arrugas como zurcos de papas y unas tetas agarradas con un arnés que cuando las suelta seguramente los pezones se le ponen como brocas de plataforma petrolífera mirando al suelo.
Sin darnos cuenta se nos hizo la hora y fuimos juntos a la Estación Central en donde nos tomamos un cafelito y después cada uno cogió su tren. Veré al Turco en Estambul dentro de un mes y él seguramente vendrá a Holanda a primeros de diciembre. Al regresar a Utrecht fui a recoger a la Dolorsi y juntos nos volvimos a casa. Me cambié y me fui corriendo a casa del vecino, le corté su césped porque el hombre está con dolores en la espalda, después corté el mío y acabé llenando su contenedor de basura verde con la podá brutal de mis hortensias del ala oeste, que estaban ya como una selva. Después de todo este trajín, me hice un Salmón cocido con gambas y cuscús, saqué del congelador unos panqueques americanos para desayunar mañana y respiré hondo para relajarme. Espero que mañana sea un día totalmente rutinario.
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El reloj del Campo Santo Stefano
Uno de los rincones más bonitos de Murano es la pequeña plaza que hay junto al Campo Santo Stefano, un cementerio empotrado entre las casas y los canales de Murano y que resalta por su preciosa torre con reloj, la cual fue construida en el siglo XIX (equis-palito-equis) sobre los cimientos de un campanario de una iglesia del siglo XII (equis-palito-palito) que se levantaba en el lugar y de la que no queda prácticamente nada. En la plaza hay una especie de moco azul extraterrestre que está hecho con cristal de Murano y que veremos en la foto de mañana con más detalle. Un día después veremos una foto desde el edificio amarillo que está al fondo a la izquierda y que casualmente está a la vera del Grande Canale.
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TRU-BLAD
Este fin de semana recogí unos cuantos kilos de uvas en mi jardín y cogí el caldero gigantesco de los mejillones y he producido una de las mejores mermeladas caseras que se han conocido en la historia de la humanidad. Por supuesto las cosas no son tan sencillas así que comencé desde días antes rastreando las tiendas de una cadena para comprar botes en los que guardar la mermelada y no los buscaba demasiado grandes. Después tuve que esterilizarlos, hirviéndolos durante treinta minutos para asegurarme que ni una sola bacteria anida en su interior. Eso lo hice justo antes de preparar la mermelada, proceso que requiere recoger los racimos y en mi caso, los pasé treinta segundos por agua hirviendo para limpiarlos y después fui echando las uvas en el vaso de la batidora. Las batí ligeramente, puse el jugo con cáscaras y semillas en un caldero, añadí azúcar, siguiendo la sagrada proporción de cuatrocientos gramos de azúcar por kilo de fruta y lo completé con el zumo de medio limón para las cantidades anteriores. Después lo puse a hervir durante una hora removiendo de cuando en cuando sin tapar y en algún momento se produjo la magia y surgió la base de la mermelada. Al acabar lo dejé enfriar un poco y después lo filtré por el pasapuré y así prácticamente todas las semillas quedaron fuera de mi mermelada y la cáscara se convirtió en pulpa. Con el resultado, llené los botes, los cerré y los herví totalmente cubiertos de agua durante diez minutos para que se sellen y se haga el vacío. Tras todo este trabajo que en realidad no es tanto, acabé con un montón de mermelada que he denominado TRU-BLAD. Ahora solo falta que se añeje un par de semanas y estará lista.
Creo que en total he hecho hasta ahora unos cinco kilos de uvas y esta semana igual me pongo y hago un par de ellos más, aunque ahora estoy usando botes más grandes. Esta tarde al llegar del trabajo y después de preparar la cena, un delicioso plato de Guisantes con salchichas, me lancé al jardín, cogí la tijera cortasetos que me compré este verano y arrasé con los setos que estaban fuera de control. Después arranqué dos hortensias de raíz, un trabajo en el que me estoy convirtiendo en un experto ya que este verano me he deshecho de al menos diez y para cuando me quise dar cuenta mi contenedor ya estaba totalmente lleno. He apalabrado que mañana pillaré el de mi vecino y de paso le corto la hierba de su jardín, que el hombre está pachucho y no puede hacerlo. Después haré lo propio con lo mío y podaré otras hortensias, aunque en este caso sin eliminarlas, simplemente reduciré su tamaño desde los casi dos metros a cuarenta centímetros y el año que viene se lo tendrán que currar y comenzar de nuevo a crecer. Al ser un rincón que solo produce flores y siempre al final del verano, sigo considerando el arrasarlas y crear en la zona un pequeño huerto, quizás con tomateros.
Ahora solo me queda resolver una duda; el año pasado me compré una segunda parra, de uvas blancas y la puse en un lado del jardín que es muy obscuro. La quiero transplantar a otro lugar más soleado y lo quiero hacer en noviembre, cuando la parra esté dormida y ya no tenga hojas. Me pregunto si la pobre planta sobrevivirá al cambio o será algo mortal. En el pasado he tenido éxito trasplantando pinos, hortensias y otros setos, pero éxitos pasados no garantizan el de este pequeño proyecto, sobre todo porque es un tipo de planta distinta.