Tenemos una fascinación brutal por la desgracia ajena y de eso se nutre el cine, de crear espectáculos en los que vemos sufrir a otros sabiendo que en la sala del cine estamos tan a gustito, con nuestro cubo de cotufas, nuestras birras y entre colegas o con la hembra a la que tenemos derecho a ponerle la pierna encima. La ciencia ficción parece haberse decantado por las desgracias, ya no hay películas en las que se trate de mostrarnos algo fascinante sino más bien es siempre mira lo que le pasa a este desgraciado por culpa de eso o aquello. Pese a tratarse de una película fundada sobre una desgracia, Gravity consigue acercarse al ideal de la ciencia ficción y nos regala una oda a la lucha y las ganas de vivir. La película se estrenó esta semana en España con el mismo título.
Una julay que está trabajando en el extraradio terrenal las pasa canutas después de un accidente que destroza su keli, su carro y todo lo demás
Una científica ha viajado al espacio como parte de la tripulación de un transbordador espacial para trabajar en una mejora o reparación del telescopio Hubble. Mientras ejecutan su rutina habitual se produce un problema y de repente se encuentra sola en el espacio, avanzando hacia la deriva y sin que nadie parezca oírla.
Todo comienza con una fabulosa escena espacial con astronautas en la que el 3D, esa maligna tecnología que se ha agarrado como una garrapata a nuestros cines, por fin parece servir para algo. Tenemos la rutina espacial, con todo el mundo haciendo lo que debe y como debe hacerlo y todo saliendo más o menos bien. Es un momento bonito en el que lo único que resalta es que la protagonista no se siente muy cómoda allí ya que al parecer ella no es una astronauta profesional sino que la llevaron allá arriba por ser una científica. Cuando todo se complica y acaba lanzada hacia el espacio, sola, aterrorizada y sin poder hacer nada, viviremos con ella el terror y la belleza del espacio. Sandra Bullock está soberbia y ya sabemos cuál va a ser una de las candidatas al Oscar a mejor actriz en febrero. La vemos sufrir, reponerse, tener ataques de pánico, luchar, rendirse y aferrarse a la vida contra todo pronóstico. Da gusto seguirla a lo largo de los escasos noventa minutos que dura la película ya que optaron por ir al grano y contarnos la historia y ahorrarse toda la mierda superflua, las cuarenta tramas secundarias que no aportan nada. Esta es una película con una protagonista y un actor secundario y poco más y no les hace falta porque la historia es buena y los dos actores saben hacer su trabajo. George Clooney aporta algo de cachondeo como el astronauta que está ya muy curtido ya que lleva haciendo ese trabajo demasiado tiempo. Su humor, sus historias que nadie quiere oír, su desparpajo, te enganchan desde el principio. Con ambos vivimos la tensión del accidente y a partir de ese momento no pararemos de sufrir hasta que lleguen los títulos de crédito. El director, el fabuloso Alfonso Cuarón, juega con unas escenas con secuencias larguísimas (o que parecen larguísimas) y en las que no hay corte, provocando aún más desasosiego en el espectador ya que muchas veces comienzan con el protagonista al lado de la cámara y acaban cuando lo vemos muy pequeño y contra un espacio infinito. Su manejo de los planos es fabuloso y engrandece la historia, igual que lo que no nos cuentan pero que averiguamos por pequeños detalles. En resumen, este es un nuevo clásico para el cine de ciencia ficción.
Hasta los miembros más básicos del Clan de los Orcos deberían ponerse las gafas 3Dé e ir a ver esta película y por descontado, es obligatoria para cualquiera que se considere sub-intelectual de GafaPasta y amantes del cine. Es espectacular y la tercera dimensión en este caso resulta acertada. Olvídate de verla en la tele, sería un insulto.