El relato comenzó en Desde Utrecht a Kuala Lumpur pasando por Abu Dhabi
Dormir en la choza, sin aire acondicionado fue una experiencia muy interesante, escuchando el romper del mar en los arrecifes, los ruidos de los animales y protegido de los mosquitos por una red que envolvía mi cama como un Cocoon. Por si acaso, usé mi saco de dormir sábana tipo momia. Por la mañana, me duché bajo el cielo azul, desayuné y me aposté en la playa a tomar el sol. Aguanté como un campeón un montón de horas y cuando me cansé regresé a la choza a ver algún vídeo y tumbarme en mi hamaca, la cual colgaba de dos puntos del porche de mi choza.
Estaba en la hamaca cuando veo pasar una serpiente de casi un metro de largo. Se fue bajo la cabaña del vecino, el cual también estaba tumbado a la bartola y se quedó como a un metro del colega. Entonces tuve que tomar una decisión trascendente. Le podía decir al chamo que tenía una serpiente a cincuenta centímetros de su enorme culo y él quizás la espantaba y se venía para mi lado, o me quedaba calladito, que en boca cerrada no entra nada y mejor que esté en tu lado que en el mío. Fue una decisión muy difícil pero esa maldad tan característica que hay dentro de mí afloró y opté por hacerme el Lolailo, no decir nada y si la serpiente quiere morder a alguien, que ataque al gordo. No creo que lo molestara porque al día siguiente él seguía vivito y coleando y a la serpiente no la volví a ver más.
Mientras esto sucedía, intercambiaba mensajes con el Rubio y con los Holandeses, esos amigos que encontré sin querer en este viaje y que también estaban en Gili Trawangan. Ella había comido algo que le había sentado mal en Candidasa, que es el poblacho en el que ellos estuvieron después de Ubud y estaba yéndose por las patas pa’bajo. La pobre, al ser vegetariana lo tiene más crudo que nosotros los carnívoros, ya que para nosotros es fácil encontrar comida cocinada pero para ella, cada vez que come una ensalada se juega la vida ya que si han lavado las verduras con agua del grifo, es un billete con premio al reino de las diarreas, que fue lo que le pasó. El holandés estaba acompañándola en el sentimiento y eso que se dice pero también un poco amargado ya que no está equipado con el módulo para salir a comer solo. Le dije que se viniera conmigo y quedamos en vernos, buscar un lugar para comer hamburguesas y de paso, ver juntos el Gran Premio de ESPA?A de Formula 1, el cual se disputaba en la región secesionista de Truscoluña, el reino de los honestos Puyoles. Como sucede casi siempre con este deporte, lo mejor es la salida y después, algún momento de interés intercalado con mucho tedio, así que cenamos, hablamos, nos reímos, seguimos hablando y tomando cerveza y pasamos un buen rato. Yo soy un bicho raro, ya que suelo ser muy consciente del momento en el que alguien cruza la línea y se convierte en amigo y eso sucedió con el holandés esa noche. Con su novia ya había sucedido unos días antes en Ubud.
Esa noche hizo un calor que no veas y sudé como un cochino. Al día siguiente tenía dos ranas en mi baño que decidieron ducharse conmigo, con cuatro o cinco abejas y unas hormigas del tamaño de garbanzos. Desayuné y alquilé una bicicleta y me fui a dar la vuelta a la isla. Me tomó, incluyendo paradas, algo más de una hora e hice unas cuantas fotos, aunque todas son muy similares ya que es playa, agua, plantas junto a la playa, algún tronco y vuelta a empezar. Al regresar de mi vuelta a la isla me puse el bañador y me fui a la playa a atorrarme con el sol. Tuvimos otra puesta de sol épica que seguro que habéis visto.
Por la tarde acordé con los holandeses que al día siguiente nos haríamos juntos una excursión para bucear en los alrededores de las tres islas y me fui a cenar Pizza en un restaurante italiano que hay en el lugar. La pizza estaba rica pero flipé con el grosor de las verduras que le ponían. Eran prácticamente como folios de papel, traslúcidas.
Y aquí lo dejo. En el próximo capítulo el relato de la excursión.
El relato continúa en Buceando por las islas Gili