Ya ha pasado casi una década desde que estuve en Nueva Orleans, justo un año antes del terrible huracán Katrina que arruinó tantas vidas y destrozó tantas cosas. Cuando yo visité el lugar, lucía decadentemente hermoso y la naturaleza se retorcía alrededor de los humanos de una manera prodigiosa. En una de nuestras salidas turísticas hicimos una excursión por el manglar y en la misma hice la foto de hoy, allá por abril del año 2004. En aquella época no ponía las fotos de la misma manera que ahora y la vimos en junio de ese año en un formato pequeño e incrustada dentro de la anotación Capítulo cuarto: Cajun Country 2. Hoy le damos la bienvenida a este trocito de manglar al Club de las 500.
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Brownie
Los brownies son una tentación. Es la sublimación del chocolate para crear algo que provoca dentro de uno un montón de sensaciones. Es también uno de esos dulces que te obligan a deshacerte de ellos tan pronto como lo has cocinado o acabas comiéndotelo entero. Llegué a la receta de hoy hace más de medio año y desde entonces la he preparado un montón de veces y en varias ocasiones ha sido en casa de algún amigo al que visitaba. Es una receta muy fácil de preparar, que casi no requiere esfuerzo y que se puede hacer con los niños.
Es también una receta que requiere de un ingrediente muy específico, de chocolate con un porcentaje de cacao superior al 80%. Cada tipo de chocolate tiene su receta de brownie específica y las cantidades de azúcar varían según el chocolate. Por eso, si no consigues un chocolate con un alto porcentaje de cacao, esta receta no valdrá. El recipiente que uso es un molde de cristal de 20x20cm. La receta la saqué de aquí y no he alterado las cantidades.
Los ingredientes: 85 g de chocolate con un porcentaje de cacao superior al 80%, 115 g de mantequilla sin sal, 265 g de azúcar, 2 huevos grandes, 5 ml de extracto de vainilla, 2 g de sal de mesa y 85 g de harina (de la normal).
La implementación: Encendemos el horno a 180 grados en un modo sin aire y lo calentamos. Mientras derretimos al baño maría el chocolate con la mantequilla. He leído que se puede hacer en el microondas pero yo nunca lo he hecho. Tengo un pequeño caldero que introduzco en otro con agua caliente (a fuego bajo) y ahí voy derritiendo el chocolate y la mantequilla revolviendo. Después, lo pongo en un bol, añado el azúcar y mezclo bien. Sigo poniendo los huevos y mezclando, después el extracto de vainilla y la sal. Finalmente, añadimos a esta mezcla de color intenso la harina y lo mezclamos con una cuchara. Preparamos el molde que vamos a usar cubriendo el fondo y dos de los lados con papel de hornear. Los otros dos lados del molde se untan con un poco de mantequilla o aceite para que no se pegue. Echamos la mezcla en el molde (y sobre el papel) y la extendemos con una espátula. Lo metemos al horno treinta minutos y pasado este tiempo pinchamos con un palillo de dientes. Si sale limpio ya está preparado y si no lo dejamos unos minutos más (en el horno de mi casa necesita treinta minutos pero en el de algunos amigos le ha tomado treinta y cinco).
Cuando está preparado lo dejamos enfriar y esa es la parte más complicada, ya que aguantarse las ganas para comerse el brownie inmediatamente es lo más difícil. A mí me gustan fríos. Congela fabulosamente bien. Los puedes comer tal cual o espolvorearlos con azúcar de repostería.
Si quieres ver otras recetas que he cocinado puedes ir al índice de Mi pequeño libro de recetas de cocina y allí tienes la lista completa
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Fuente pública de agua
Por todo Macao me tropecé con un montón de fuentes públicas para beber agua. Algunas eran preciosas, como la de la foto de hoy, de la que no recuerdo el nombre del lugar en el que estaba, aunque iba de camino a las ruinas de São Paulo y seguro que está en sus alrededores. Pese a lo tentadora que resulta el agua, en ningún momento me atreví a tomar un buche. Uno se mueve por esos países escuchando historias de este y aquel y de como por un desliz acaban cagando lo que no está escrito en las Sagradas Escrituras. La fuente tenía unos preciosos azulejos similares a la cerámica azul de Delft holandesa.
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Viendo nacer el sol cerca de Borobudur y visita a la zona
El relato comenzó en Desde Utrecht a Kuala Lumpur pasando por Abu Dhabi
Mi segundo día en Yogyakarta comenzó a las cuatro menos cuarto de la mañana, hora en la que debía haber sonado mi alarma para levantarme y estar preparado para la excursión de ese día. Yo pretendía ir por la tarde a Prambanan, los restos mejor conservados de los templos hindúes que hay en Java. Cuando fui a la agencia de viajes, no tenían a nadie interesado en ese tour y lo habían cancelado así que tuve que cambiar la excursión de tarde por otra de mañana para ir a ver el amanecer cerca de Borobudur, un monumento budista brutal y que lo ponen en la misma liga que Angkor Wat o Bagan, lugares en los que ya he estado. Tanto la Chinita como una amiga de las Palmas me habían dicho que tenía que ir a verlo. A las cuatro me recogió el mini-bus y me senté delante junto al conductor. En total éramos nueve y entre los otros ocho había dos españoles, aunque en ningún momento me identifiqué como tal porque hablaban entre ellos en vasco, aunque a la chama se le escapaban frases en español y el tío la miraba con una cara de desprecio increíble y ella rectificaba al momento. En todos los libros de visita que nos topamos firmaron como pertenecientes al Vasque Country y yo me partía la polla y ponía al lado Provincias Vascongadas, España para que la gente los pueda ubicar en un mapa. La excursión comenzaba yendo a unos cuarenta kilómetros de Yogyakarta, operación que nos tomó algo más de una hora, ya que no es lo mismo una carretera del primer mundo que una de estos lares. Llegamos a algún lugar remoto en el que dejamos el vehículo y subimos a una loma caminando para ver la amanecida, operación que nos tomó unos quince minutos por un camino que a veces se complicaba pero que no resultaba demasiado difícil. En el equipo había una pareja holandesa, una británica, un asiático, otra pareja de la que nunca supimos nada porque no hablaron, los de las provincias vascongadas y el autor de la mejor bitácora sin premios en castellano.
Trepamos como cabras, llegamos al lugar y yo me monté el chiringuito, sacando mi trípode y poniéndolo con la cámara. Cada uno llevaba una caja con el desayuno de su respectivo hotel y en todas las cajas, el mismo contenido: dos rebanadas de pan de molde, 1 loncha de queso, un poco de mantequilla, un poco de mermelada, un plátano y un vaso de agua. Vamos, el desayuno de los campeones y la dieta perfecta y equilibrada para que algunas de las lectoras de esta bitácora no críen culo, que hay que ver como os encochináis.
El templo se ve pequeñito pero hay un volcán enorme cerca que queda muy bien y que es el lugar por el que sale el sol. Le puse a la cámara el modo de temporizador de dos segundos para evitar que mi pulso menee las fotos y me inflé a sacarle fotos al evento. Sobre las seis regresamos al vehículo, aunque la bajada tomó algo más de tiempo ya que bajar por riscos es más difícil que subirlos. Desde allí fuimos a Borobudur. El guía compró las entradas incrementando el precio en 10000 Rp y nos obligaron a ponernos el trapo ese que parece una falda que usan en algunos países de esta zona, así que durante dos horas me sentí el primo hermano de Miguelín Bosé, que es la única otra persona de sexo masculino que conozco que use falda si descontamos a D. Manuel y al resto de miembros de la secta de los Presuntos Tocadores de Niños y que seguramente se la ponen por lo cómoda que resulta para esconder al chabalín debajo cuando te está haciendo un servicio oral. La visita al templo es de dos horas y tal y como lo ponen en la guía Lonely Planet, yo me esperaba una cosa brutal. Si este es el tercer mejor templo budista de Asia, menudo chasco. Los de Camboya y Birmania son una pasada, esto es como un equipillo regional que pretende jugar en la Liga de Campeones. Al parecer yo soy el único que se conoce la técnica y ascendí por las tropecientas terrazas subiendo de una en una y recorriéndolas en el sentido de las agujas del reloj antes de llegar a la siguiente. El resto de la tropa fue directo arriba y no llegan a apreciar las imágenes y la historia que te cuentan. Para cuando llegué a la parte superior, con una enorme estupa central, aquello estaba petadísimo de gente y sobre todo de chiquillerío de algún colegio (o colegios porque eran cientos) que habían ido allí de excursión pero que parecían más interesados en hacerse fotos con los extranjeros. Yo, visto el poco tiempo que tenía, los ninguneé y respondí que NO a cada petición y después me enteré que el resto de los viajeros de mi grupo llegaron a perder hasta una hora atendiendo todas las peticiones. Hice fotos hasta hartarme y al bajar fui al museo, lugar ninguneado por el 99,99% de los visitantes y que tiene restos muy interesantes además de fotos de las diferentes restauraciones que se han hecho en el lugar.
Desde allí fuimos al templo de Mendut, el cual, aunque pequeño, me pareció mucho más bonito. Según cuentan en mi guía, tiene la estatua más impresionante en su ubicación original de cualquier templo de Java. Básicamente tiene un Buda de tres metros flanqueado por dos bebas. Si no hubiera estado en Camboya, Tailandia y Myanmar, igual hasta me flipo todo pero claro, uno está curtido en esto del budismo y dígamos que está bien, sin más. Al lado del templo hay un árbol enorme y flipante y también un monasterio budista al que entramos para noveleriar.
Después una hora y pico en el coche y sobre las diez y media de la mañana en el hotel. Lo bueno de salir temprano es que me quedó el resto del día para pasarlo en la piscina y sobre la una de la tarde fui al centro de la ciudad para cambiar los dólares que llevo arrastrando desde Myanmar y así no tener que sacar moneda en los cajeros. En el cruce más conflictivo me topé una especie de cutre-manifestación reivindicativa del primero de mayo y ese cruce, ya difícil incluso con semáforo se había vuelto imposible. Pensé que nunca lo podría cruzar y en eso que me ve un policía, me reconoce como el Elegido que soy y viene a mi lado, medio levanta la mano y para los coches y me hace un paseíllo en plan chulo-plaza-de-toros como el viudo de la Jurado y Prometido, pero sobrio y sin matar gente con un coche. Seguí hasta la oficina de cambio que me recomendaron y que también recomendaba mi guía, hice la transacción, con lo que en estos momentos tengo más de tres millones de rupias indonesias en mi poder y me fui a celebrarlo con un McFlurry en un restaurante de comida rápida cercano, ya que si hay algo que no hago en Asia es comprar helado en cualquier lado. Después cogí la guagua de la línea 2A y en un pis pás estaba en la piscina del hotel, en donde seguí atorrándome hasta las cinco. Me duché, salí con la bolsa de la ropa sucia para dejarla en una lavandería y fui a cenar.
La excursión de mañana será la de Prambanan con el espectáculo de baile de dos horas incluido y comenzará a las dos de la tarde con lo que tengo tiempo de estar en la piscina.
El relato continúa en Puesta de sol en Prambanan y el ballet de Ramayana