Así como quien no quiere la cosa, la penúltima vez que estuve en Washington D.C. me enteré que mi tío vivía al lado del Iwo Jima Memorial. Fue saberlo, salir a la calle, caminar un par de minutos y hacer la foto. Recuerdo que los veranos que pasé en Washington D.C., cuando acompañaba a mis tíos a la ciudad para pasar el día, entrábamos en la misma por una carretera desde la que se veía este memorial y lo veía, recordándome inmediatamente la foto y alguna escena de película bélica. Aunque no pasa de ser un monumento, quizás por conocer la historia (al menos una de las versiones) del mismo, cuando lo vi me impactó enormemente y el día de diciembre en el que hice la foto con un frío que no veas, quedó fantástico. La imagen la vimos por primera vez en la anotación The Marine Corps War Memorial en septiembre del año 2007 y hoy les damos la bienvenida al Club de las 500.
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Un pasito pa’lante Sulaco …
Nosotros los iniciados en las artes secretas y misteriosas del patinaje de velocidad somos un grupo muy bien avenido. Una de las primeras cosas que aprendes cuando vas regularmente a patinar es que si alguien levanta la mano y se pone a dar unos gritos absurdos quiere decir que alguien se ha caído por delante de ti y debes tener cuidado para evitar desmembrarlo con las cuchillas que llevamos como zapatos. Ayer tuvimos un montón de esos gritos y manos alzadas y después de que la hora de clase hubo terminado, comentaba con el Rubio lo mal que estaba el hielo, con muchas grietas y pequeños agujeros que parecían el resultado de una previa estampida de caballos. La clase de ayer fue la primera que disfrutamos a cero grados de temperatura, ese número mágico que separa el agua del hielo. El fresquito se agradece porque yo con el chándal y el polar sudo como un cerdo y acabo abriéndome el polar y enseñando mi camiseta de Bart Simpson con esa frase tan verdadera que dice To BEER or not to BEER y que dejo al populacho que traduzca libremente. No hace muchas semanas éramos como quince en clases de patinaje y ayer solo acudimos cinco. Con un grupo tan pequeño, la cosa es más íntima. Al ser el único capacitado en el grupo para mear de pie sin que corra el meado entre las piernas, todas mis niñas me prestan un montón de atención. Ayer comenzamos dando tres vueltas de calentamiento y la chocha de la profesora se vino conmigo, para admirar mi fabuloso estilo, ese arte tan grande que llevo dentro y que no salió a la superficie hasta que me mudé a un país con invierno y anillos de patinaje de velocidad. La profe no se anduvo por las ramas: ¿De dónde eres? ¿Por qué viniste? ¿Cuántos años llevas aquí? ¿Qué tú trabajas? ¿Dónde? ¿Cuánto cobras? ¿Patinabas antes del curso? ¿Te vuelves a apuntar en enero para seguir conmigo? ¿te gusta Holanda? ¿Qué piensas de Truscoluña? ¿Qué tú comes coño? y todas esas cosillas que la gente quiere saber. Claro, si tienes que reasignar las tres neuronas que estás empleando para doblar las rodillas y bajar el centro de gravedad, mirar adelante, mantener la espalda recta, controlar que nadie se estampe contigo, empujar lateralmente, dar un toque final, levantar el patín y llevarlo hacia atrás, volver a ponerlo en tu centro de gravedad, desplazar el peso hacia esa pierna, recomenzar el movimiento y procurar generar impulso adicional con la cadera y sin balancear las manos como un molino, como digo, si tienes que reasignar una parte significativa de tu cerebro para responder las preguntas la hostia está cantada, así que la ninguneé y me centré en el tema, que no pago por responder preguntas sino por entrenarme para conseguir medalla representando a la República Platanera del Noroeste de África en los próximos juegos de invierno.
Ayer seguimos afianzando nuestros vastos conocimientos con pequeños ajustes que suponen una gran diferencia. Ahora, además de bajar el centro de gravedad doblando las rodillas, balancear, impulsar lateralmente, dar el toque de cadera y cintura, usar la mano para que el movimiento del hombro también aporte algo de energía cinética y en un solo movimiento grácil y elegante transferir el peso de una pierna a la otra, hemos aprendido que en ese preciso instante en el que se produce la transferencia, adelantamos el pie que recibe el peso como si fuéramos a dar un paso generamos un momento de energía fabuloso que nos lleva hacia el futuro más cercano e incrementa nuestra velocidad. Parece una perogrullada pero he reducido en cinco segundos el tiempo total que empleo en dar una vuelta al circuito sin incrementar el esfuerzo e incluso reduciéndolo. Ahora es que hasta parezco un patinador de verdad.
Mi profesora, que seguía con sus cañones apuntando hacia el Elegido, se vino conmigo y me dio explicaciones adicionales y se maravilló por la belleza indescriptible de mis movimientos. También practicamos el balanceo del peso en curva, algo fundamental para el día en el que comencemos a cruzar las piernas con los patines y seamos como balas fabulosas que corren por la pista.
Como alguno siempre dice que los vídeos ayudan, hoy tenemos un documento exclusivo, único e irrepetible, algo que nadie pudo soñar en sus pesadillas más salvajes. Otro vídeo en el Vechtsebanen.
Hay varios detalles en los que os tendréis que fijar. Alrededor del sexto segundo llega una de mis compañeras con la banda verde. La reconoceréis por el polar de color rosa pálido. Cuando faltan once segundos para el final llega otra compañera vestida de negro, con banda verde y una bufanda enorme en color crema. Pero lo realmente increíble es que en los últimos cuatro segundos llega la chocha de la profesora, la cual reconoceréis por el arsenal de bandas verdes que cuelgan de su hombro. Junto a ella va otra de las chamas de mi clase.
Para que después me pongan reproches en los comentarios …
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Puente de las cadenas y castillo de Buda de noche
Algo que me sorprendió de Budapest es lo fotogénica que es la ciudad de noche. La próxima vez que vaya me llevo el trípode y así no termino haciendo todas las fotos poniendo la cámara sobre muros y barandillas, que aunque sirven como en este caso para un apaño, te obligan a realizar concesiones muy dolorosas como el encuadre de esta foto. En cualquier caso, aquí tenemos el castillo de Buda iluminado (el cual creo que veremos en otra foto en toda su gloria) y el puente de las cadenas, el cual me servirá de base para hacer varias fotos. Además, tenemos uno de los cuatro leones gigantescos que lo guardan (y de los que veremos uno de ellos en detalle en la foto final de esta selección).
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Leute Bokbier
De todas las cervezas Bok, la que tiene el vaso más espectacular es la Leute. El vaso es redondeado en su parte inferior y la tienes que apoyar en el pequeño soporte de madera que te traen. Los vasos parecen siempre a punto de caerse o derramar el contenido pero el sistema funciona muy bien. La cerveza en sí no es una de mis favoritas pero los vasos me gustaron tanto cuando los descubrí en el año 2006 que no tardé en agenciarme tres de ellos y siguen en mi casa tras todos estos años. La Leute bokbier es belga y tiene el sabor característico de las cervezas de otoño de ese país, un poco menos dulzón que las holandesas y no tan adictiva. El porcentaje de alcohol es de 7.5% con lo que queda lejos de las campeonas de 9% o más. La Leute resulta muy difícil de avistar en bares y supongo que la causa es los vasos tan particulares que tiene. En las tiendas de venta de alcohol sí que la veo con frecuencia pero como no es una que me llame excesivamente la atención, suelo ignorarla. Su color es bastante oscuro, como se puede ver en la foto, la cual ya apareció anteriormente en esta bitácora en octubre del año 2006, prácticamente ayer mismo o sea, hace poco más de seis años. Si queréis ver una foto del vaso alzado, la encontraréis en la anotación Cervezas y nórdicos con magia latina, la cual asumo que todos habéis leído una y hasta dos veces ya que aquí todos somos fans.