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  • Keukenhof 2009

    27 de abril de 2009

    Ya dice el refrán bien clarito que quien algo quiere, algo le cuesta y esta es una de las grandes verdades difíciles de negar. Este fin de semana ha sido poco menos que de locura. Se me acaban los segundos antes de irme de vacaciones y aún queda tanto por hacer que dudo mucho que lo consiga. Por culpa de una mala planificación y de problemas logísticos imposibles de explicar sin violar la clausula de confidencialidad que hay sobre la vida de mis amigos, este año mi visita al Keukenhof se fue complicando y eso que ya tenía los cupones descuento que conseguí usando Air Miles, un truquillo que te permite ahorrarte diez euros. Por si algún despistado lee esto y piensa en aprovechar esta oferta, decir que sólo es válida para ciudadanos residentes en los Países Bajos y que canjeen 1000 Air Miles a cambio de un cupón de descuento de diez euros.

    Al final, la única alternativa para ir al parque era éste domingo y el tiempo no parecía estar a nuestro favor. Aún así, decidimos seguir adelante con el evento y quedé en Schiphol con el colega que iba conmigo alrededor de las ocho y veinte. Un domingo por la mañana la ciudad de Utrecht es un lugar muerto, sin vida y a las siete no hay ni guaguas que me lleven a la estación así que después de levantarme a las siete menos veinte, me vi sobre una de mis cuatro bicicletas pasadas las siete de la mañana recorriendo la distancia que separa mi casa de la estación central en una soledad completa, sin cruzarme con nadie ni ver actividad alguna. Era como en las películas esas en las que alguna desgracia acaba con la vida humana y las calles quedan como monumento de nuestro paso por el planeta. A mis espaldas llevaba kilos y más kilos de material fotográfico, con mi CANON EOS 50D, el objetivo 24-70mm, el 70-200mm, el 90mm de macro, los anillos extensores, el flash, dos baterías, 26 gigas de memoria el trípode, un par de bolsas de basura y Dios sabe qué mas. La bicicleta casi hacía el caballito de tanto peso que llevaba a mis espaldas. Cerca de la estación me crucé con el otro único ser vivo que parecía estar activo a esas horas, una joven que seguramente volvía a su casa después de haber dormido en cama extraña y que por el rictus de felicidad extrema que portaba en su cara se deducía que le habían hecho un servicio completo con extra de comida del chichi. Probablemente sean imaginaciones mías pero yo diría que iba cantando el Yo soy esa de la Pantoja, que es el himno oficial de las jóvenes casaderas rebosantes de felicidad.

    Al llegar a la estación compré mi billete y el tren estaba allí, el primero de la mañana y aún con más de diez minutos hasta que llegara la hora de partir. Me senté en un vagón totalmente vacío a navegar por Internet con mi Iphone y mirar la predicción meteorológica, la cual no prometía mucho. En Utrecht no llovía pero una nube monstruosamente grande parecía venir desde Bélgica en nuestra dirección. A las ocho menos veinte el tren arrancó y mi amigo me confirmó que llegaría al aeropuerto a las ocho y cuarto y esperaría por mí allí. Yo tuve que hacer un transbordo en Duivendrecht y en el minuto y el segundo que indicaba la página de la compañía ferroviaria comencé a caminar por el aeropuerto. Nos encontramos en la zona de salidas, un lugar lleno de actividad porque esta semana mucha gente la ha tomado de vacaciones y nos vamos todos del país, algunos a destinos más exóticos que otros.

    Desde el aeropuerto fuimos en el coche de mi colega y antes de las nueve ya estábamos entrando al Keukenhof, justo en el momento en el que comenzaba a llover o más bien a diluviar. Decidimos comenzar por uno de los pabellones cubiertos con la esperanza de que el chaparrón fuera rápido pero consultamos el Oráculo en mi iPhone y tuvimos que asumir que aquello iba a durar hasta el fin de los días. Después de unas cuantas decenas de fotos optamos por salir al parque y cubrir nuestras cámaras con bolsas y aquí es donde la bolsa de basura que llevé se volvió muy útil ya que le hice un agujero, pasé un poco del 70-200mm a través del mismo y la enganché en el protector de sol. Era como una cámara de esas de finales del siglo XIX (19 para los incultos) y con ese pequeño truco pude hacer fotos sin problemas y además con la ventaja que da no tener una luz fuerte y con las flores bien mojadas, que el agua les da cierto encanto y en otras visitas me he tenido que llevar un pulverizador para rociarlas con agua y conseguir el efecto.

    Durante las siguientes cinco horas y media caminamos todo lo que pudimos por el parque, hicimos cientos de fotos, descubrimos nuevos tipos de tulipanes y aguantamos las impertinencias de los curiosos que siempre creen saberlo todo y te dan consejos de lo que tienes que hacer con tu cámara. El Keukenhof sigue siendo uno de los lugares más hermosos del universo, un sitio que seguiré visitando cada año y del que espero no cansarme nunca. Tengo más de mil quinientas fotos en mi colección tomadas en ese parque y no me parecen bastantes. Ayer además era uno de los días óptimos, con el setenta por ciento de los tulipanes en plena floración, los campos de alrededor del parque simplemente bellos y pese al clima, la visita mereció la pena y la aprovechamos al máximo.

    Acabé totalmente empapado pero feliz y tan cansado que tuve que cancelar una cita con un amigo para ir al cine y a cenar juntos. En lugar de eso, volví a mi casa, a donde llegué sobre las cuatro y después de casi dos horas de siesta me puse a trabajar en todas las fotos que hice, descartar casi cien de ellas y no solo arreglar las restantes, sino elegir los tulipanes que algunos lectores de esta bitácora verán bautizados con sus nombres próximamente. Así fue mi visita al Keukenhof en este 2009, he perdido la cuenta pero debo haber estado en el parque cerca de veinte veces desde que me mudé a Holanda, cinco de ellas el primer año y después a una o dos visitas por temporada.

    Río de flores en el Keukenhof

  • La semana pasada en Distorsiones

    27 de abril de 2009

    Esta semana superé otro hito histórico. Desde el martes tengo oficialmente un papel que acredita que mi nivel de holandés alcanza el cuarto de los seis niveles en los que se divide la enseñanza del idioma según la Volksuniversiteit. El anuncio fue en Niveau vier geslaagd y ya sabéis que acepto sobornos, regalos y demás. Me están faltando horas durante el día para completar los preparativos y sigo Definiendo las vacaciones en Malasia. Saldré al final de esta semana y espero poder dejar suficiente material para que el barco funcione sin capitán aunque espero tener conexión a Internet durante gran parte de la visita a ese país.

    En Mi casa hay un nuevo e importante elemento ornamental en el jardín. Se trata de La pérgola que sirve de soporte para mi parra. Me ayudó a construirla mi amigo el Rubio y con eso ya casi he terminado con las remodelaciones previstas para este año.

    Finalmente, en Parada y fonda tenéis mi opinión sobre esos que vienen de visita a tu casa y se dedican a jiñar en baño ajeno.

    Hemos acabado con las fotos de la costa norte de Gran Canaria. Vimos la Montaña de Gáldar, una trilogía que comenzó con un Barco bajo el sol en su ocaso continuó con una Puesta de sol en Gran Canaria y acabó en el Crepúsculo y cerrando esta serie el Faro de Sardina. Esta semana comenzará una visita a lo poco que vi de París en octubre pasado que espero que os guste.

    En mi infinita curiosidad por las bicicletas tuvimos una imagen curiosa que se encuentra en una de las entradas del Keukenhof de Bicicletas de alquiler.

    Finalmente, el Cine vino de la mano de la divertida comedia británica The Boat That Rocked – Radio encubierta y la también amena y divertida comedia 17 Again – 17 Otra vez.

    En fin, que así transcurrió la semana.

  • 17 Again – 17 Otra vez

    26 de abril de 2009

    Si me dejara llevar por mis prejuicios, me quedaría en casa en muchas ocasiones y no iría al cine. Por eso no les presto atención y aunque me tema lo peor, sigo yendo tanto como puedo para disfrutar con esas historias narradas que nos permiten aventurarnos por otros mundos. Gracias a mi falta de criterio a veces encuentro alguna sorpresa como la de 17 Again, una buena comedia que se estrenará en España a finales de abril con el título de 17 Otra vez.

    Un julay salta de la edad de la tripa cervecera a la edad de las pajas y vuelve a revivir su vida descubriendo que no todo es tan malo como él creía

    Un tipo que cree que ha perdido gran parte de su vida al elegir casarse con la chica a la que dejó embarazada en el instituto y renunciar a su carrera se da cuenta que todo no es tan blanco y negro cuando un milagro algo raro lo devuelve a los diecisiete años y tiene la oportunidad de volver al instituto y ver desde otro ángulo la vida que creyó perder y la de sus seres queridos. Su separación, el desastre de sus dos hijos, su ex-, su mejor amigo, todos aprenderán a querer a ese nuevo joven que se quiere comer el mundo de forma responsable y que de alguna forma lo conseguirá.

    Si a mi me dicen que voy a ir al cine a ver una película de Zac Efron me parto la polla de risa y no solo lo niego tres veces, sino trescientas tres. Aún así, fui y aunque me cueste reconocerlo me lo pasé muy bien. El chico tiene gancho para la comedia, no desentona y convierte esta clásica historia de transformaciones y cambios de edad en una de las mejores que se han hecho hasta ahora. Por supuesto que está un poquito estancado en lo del baloncesto y aquí vuelve a demostrar que sabe jugar a ese deporte e incluso se echa unos bailes pero por suerte no canta. Lo mejor de la película con diferencia es su personaje, la forma en la que ve la vida, el amor y el sincero cariño que tiene por aquellos que han estado orbitando a su alrededor durante casi dos décadas mientras él se dedicaba a lamentarse de su desgracia y no se daba cuenta que ya lo tenía todo, que quizás no llegó a convertirse en una gran estrella deportiva pero logró la felicidad.

    Esta es una historia de madurez, de responsabilidad y de la falta de la misma, de amor por aquellos que nos rodean y de muchísimas cosas más. Toda una sorpresa que se deja ver y a la que puedes ir con los amigotes y la piba y seguro que hay algo para todos.

    07/10

  • The Boat That Rocked – Radio encubierta

    25 de abril de 2009

    Los británicos son muy buenos para producir comedias corales en las que multitud de personajes tienes pequeñas subtramas que complementan la idea principal. Hemos visto muchísimas de estas películas, siempre divertidas y bien llevadas gracias a la calidad de sus actores. Además, no tienen la mojigatería de los americanos y se atreven a tocar asuntos que ellos no hacen aportando algo de espíritu europeo a unas pantallas demasiado llenas de películas del otro lado del atlántico. Es una lástima que no podáis ver este cine en versión original porque un tercio de lo que hace estas películas tan especiales se debe al acento y las voces de los actores. La semana pasada vi The Boat That Rocked y creo que se estrenará en España a finales de mayo con el título de Radio encubierta, fascinante traducción que me ha dejado perplejo.

    Unos julays que trabajan en radio macuto son perseguidos por el gobierno por escuchar música rock y mojar el churro cada quince días

    Aunque ahora ni siquiera le prestamos atención a las radios, lo cierto es que no hace mucho tiempo no eran eso a lo que estamos acostumbrados. En los sesenta, la radio británica era más bien aburrida y en la BBC solo se permitía media hora de Rock & Roll al día. Como la gente quería marcha, surgieron radios piratas, siendo la más famosa Radio Rock, una que transmitía desde un barco en aguas internacionales para evitar al gobierno. Con más de veinticinco millones de oyentes, la emisora era un superéxito que el gobierno quería anular a toda costa y mientras conspiraba con la maquinaria del poder, en el barco los locutores disfrutaban haciendo aquello que les gustaba y surgían todo tipo de roces por la convivencia en un lugar tan pequeño.

    Es la música, constante y variada, son los diálogos, agudos y divertidos, es la interpretación de un montón de gente, muchos famosos y algunos nuevos como Tom Sturridge de los que seguro que se hablará un montón en los próximos años. Entre las distintas historias tenemos los egos de los locutores, la búsqueda del amor de un romántico, la de un hijo que quiere saber quien es su padre, un tipo que solo quiere que lo dejen solo y una lesbiana que no se siente cómoda en el mundo y prefiere este barco lleno de hombres en donde está a salvo de sus propios instintos. Toda una mezcla que funciona muy bien y con la que te ríes un montón. En un punto determinado la película toma un giro más dramático pero incluso en esos momentos no dejas de echarte unas carcajadas con las boberías que dicen y que les ocurren y como siempre, tenemos un gran final alegre y dicharachero.

    No se puede pedir más, una excelente comedia, entretenida y perfecta para una tarde de domingo en la que quizás descubras alguna canción vieja que no conoces y que debería estar en tu iPod.

    08/10

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