Distorsiones

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  • Tulipán Folclore Nórdico

    13 de junio de 2007
    Macro verde rosa y amarillo

    Macro verde rosa y amarillo, originally uploaded by sulaco_rm.

    A estas alturas de la película a ninguno de los que leen esta bitácora les debería sonar extraño que vivo en los Países Bajos, en la ciudad de Utrecht y trabajo en Hilversum. En el mismo corazón de Distorsiones, en el instante en que surgió, lo hizo para funcionar como el canal que transmitía mis vivencias en este país. Por eso la categoría Folclore Nórdico es tan importante ya que agrupa aquellas cosas que veo sobre los usos y costumbres en esta tierra que he elegido como mi hogar. La preciosidad de hoy será conocido en Distorsiones como Tulipán Folclore Nórdico.

    Si estás pensando visitar Holanda para poder ver estas maravillas, tienes más información en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos de tulipanes en el Keukenhof o el Álbum de fotos de Amsterdam

  • Pensamientos sueltos al alba

    12 de junio de 2007

    Creo que esta anotación bate un récord personal. La he comenzado a escribir a las cinco y media de la mañana. Hora del lugar en el que me encuentro (jueves, aeropuerto de Schiphol) así que no cuenta cuando escribía en los Estados Unidos o en Omán. Está siendo una semana intensa. No solo he lidiado con el trabajo, el jardín y mi intensa vida social, también he tenido que sacar tiempo de donde no lo había para escribir todo el contenido de la bitácora de los siguientes cuatro días. Cuando leáis esto ya habréis podido comprobar la variedad y la poca calidad del mismo: una receta de cocina, dos películas, una foto de una china con paraguas, un nuevo capítulo de Planta 33, una nueva entrada en el Hembrario y seis fotos del Keukenhof. Ya ni siquiera me sorprende mi capacidad para arrejuntar palabras. El hábito está tan implantado que si no lo hago es como si me faltara alguna vitamina.

    Hoy he dormido solo tres horas. Por suerte o por desgracia me es imposible acostarme antes de la una de la mañana y como tenía que ir al aeropuerto me he levantado a las cuatro. Esta época del año es única. Tenemos un montón de luz, vivimos en el país de la claridad. A las cuatro y media ya es de día, puedes andar por ahí sin necesidad de la luna o de luces artificiales. La noche de verdad ha dejado de existir durante un tiempo. Me encanta. Es como si alguien se hubiera dejado encendida alguna luz en el cielo y nosotros no nos quejamos. Imagino que si vas hacia Suecia, Finlandia o Islandia debe ser aún más increíble. Antes de ayer cenaba en casa de mi amigo el Rubio y seguíamos la tertulia en el jardín hasta las once de la noche. Vimos una puesta de sol increíble sobre las nueve y media, con un sol que moría entre amarillos intensos y frente a nosotros una extensión infinita llena de vacas y ovejas, campos de hierba y canales. Una familia de patos cortaba las algas que se apelotonan perezosamente en el agua y creaban una nueva autopista efímera que seguro desaparecería en unas horas. Una pequeña serpiente hacía eses sobre esas mismas algas y de algún lugar surgió una diminuta rana que cogí en mi mano y me miraba entre preocupada y sorprendida esperando que no le hiciera daño. La acerqué a un lugar seguro y saltó para esconderse en la hierba. Es en esos momentos cuando termino por aceptar que amo este país y que no viviría en ningún otro lugar del mundo. Aquí están mis amigos y mi casa, esta es mi tierra.

    En realidad quería contar algo totalmente distinto pero por culpa de la falta de sueño y el madrugón que me he dado las cosas parecen ir a su aire. La semana pasada se me disparó el modo Cocinillas. Me la pasé cocinando y almacenando en el congelador. Cada día elegía algún plato, compraba los ingredientes y al volver a casa lo hacía. También me dio por producir Magdalenas a destajo. Todas las reuniones que tuvimos en la empresa y que yo presidía comenzaron con magdalenas. Se corrió la voz y el segundo día ya no canceló nadie. Aproveché para invitar a las secretarias, que son muy agradecidas y de alguna manera te devuelven el detalle. Todos coincidían en que me estoy superando y mi receta cada vez sabe mejor. Compré un chocolate que parece obrar milagros y además de chocolate les puse arándanos, que al cocinarse impregnan la masa y le dan un saborcillo sublime. Uno de los días llegué a mi casa a medianoche y antes de ir a la cama encendí el horno, preparé la masa y en menos de veinticinco minutos tenía mis doce magdalenas. Después me fui a dormir. Me paso la vida esperando que me echen pero como dice un compañero, como siga alimentando a los jefes y haciendo mi trabajo bien no voy a lograrlo. Mi problema es que no puedo hacer las cosas mal, no va conmigo.

    Ayer (o sea, el miércoles de la semana pasada) fue un buen día. Me deshice de las acciones que había comprado un mes antes y gané casi seiscientos euros. El Rubio y el Moreno no quisieron comprar cuando se los dije y ahora han tenido que rabiar y mirarme con envidia. Este año está resultando excelente en la bolsa. Llevo ganados más de dos mil euros. ?nicamente hay un punto negro en nuestra cartera y es una mierda de empresa farmaceútica que compramos hace más de año y medio. Se suponía que iban a ser la panacea universal y que nos bañaríamos en monedas de oro pero hasta el momento hemos perdido un treinta por ciento y seguimos esperando. Han desarrollado una medicina que puede curar una enfermedad que aqueja a VEINTE MIL personas en todo el mundo. Somos más de seis mil millones y esta compañía en lugar de buscar curas para algo más popular han elegido una de esas taras de las que nunca hemos oído hablar y que de cuando en cuando se asoman a algún programa de televisión con un padre pidiendo ayuda desesperadamente. El medicamento está terminado pero al parecer no han logrado la luz verde de las autoridades sanitarias norteamericanas y sin eso, es como si no existiera ya que no pueden comercializarlo. Cada dos o tres meses parece que ya lo van a conseguir pero no termina de llegar y mientras tanto nosotros seguimos viendo esa marca roja en nuestra cartera y no vemos el día de poder vender. Por si acaso, por si algún día sucede el milagro y yo estoy distraído escribiendo en mi bitácora o dándome la gran vida, he puesto una orden de venta sin fecha de caducidad por diez veces el valor que pagué por las acciones. Si se materializa, creo que estaré de juerga alrededor del mundo un par de meses dilapidando el dinero. Mientras tanto nos conformamos pensando en lo altruistas que somos tratando de ayudar a esa pequeña minoría. Para que después nos critiquen.

    Si tengo que elegir un momento de los días pasados, me quedo con el instante en el que corría con la hija de mi amigo el Rubio por su jardín persiguiendo a una pareja de patos mientras cinco metros más allá una vaca nos miraba con esas pestañas enormes y esos ojos que contienen tanta sabiduría. Seguro que ella debió pensar que estamos locos. Igual es así aunque no me importa ya que no hay quien nos quite lo bailado ??

  • Tulipán Viajes

    12 de junio de 2007
    Cresta roja macro

    Cresta roja macro, originally uploaded by sulaco_rm.

    Si hay algo que me gusta hacer eso es viajar. No me canso de visitar nuevos lugares, conocer otras culturas e impregnarme de todo aquello que veo. Suelo guardar un diario de esos viajes en el que pongo mis impresiones y todo lo que he visto. Quien sabe, quizás dentro de unos años vuelva y así podré recorrer esos lugares con mi propia guía turística. Para representar a la categoría de Viajes he elegido este flequillo de tulipán rojo intenso que parece sacado de algún extraño mineral o es el producto de tecnologías desconocidas para nosotros. Desde hoy este tulipán será conocido como Tulipán Viajes.

    Si estás pensando visitar Holanda para poder ver estas maravillas, tienes más información en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos de tulipanes en el Keukenhof o el Álbum de fotos de Amsterdam

  • Planta 33 – capítulo noveno

    11 de junio de 2007

    Los navegantes casuales que han arrivado por esta página merecen saber que Planta 33 comenzó en Planta 33 – Capítulo primero y el de hoy es el noveno capítulo.

    Fue como si hubiera cruzado un portal y viajado en el espacio a otro lugar en la tierra. Parpadeé dos veces para intentar que se difuminara el espejismo pero no sucedió así, las cosas siguieron tal y como estaban. Miré a mi alrededor sin poder creerlo. Se supone que estaba en los Estados Unidos de América, o en América como preferimos llamarla y allí todo estaba escrito en ruso o en algún idioma parecido. La gente llevaba esos gorros que se ven en las viejas películas y que siempre llevan los comunistas. No podía ser cierto. En la esquina había un local que semejaba una droguería pero en sus escaparates todos los productos eran rusos, cosas que jamás había visto en la vida. Un horrible maniquí llevaba unas ropas extrañas. En su interior unas señoras se gritaban unas a otras hablando. Las podía escuchar desde la calle. Allí la única nota discordante era yo. Volví a comprobar el papel por si me había equivocado de parada pero por desgracia era la correcta, Ocean Parkway. Decidí no prestar más atención a lo que sucedía a mi alrededor y encontrar el sitio. Prefería no pensar por qué mi amigo Jorge había elegido aquel lugar para quedarse en Nueva York, con toda una ciudad llena de hoteles y él se viene a la única parte que parece sacada de otro país. Allí el frío era más intenso que en Manhattan y podía oler el mar, un mar frío e inhóspito. A través de un callejón vi la playa. Unas nubes enormes volaban veloces y amenazaban con cubrirlo todo en minutos. Seguramente nevaría ese día. Metí las manos en los bolsillos y me apresuré.

    Un edificio enorme destacaba sobre el resto. Era un bloque de apartamentos. En los bajos había una biblioteca en la que se mezclaban los libros en inglés con otros en ruso. Junto a la puerta dos hombres hablaban en un idioma extraño. Me miraron con curiosidad y sabía que si les preguntaba igual me podrían indicar el camino pero no quería arriesgarme a no entenderlo. Eso sería demasiado para mi. Cuando los dejé atrás llegué a la entrada principal del edificio, un jardín que esperaba el calor para volver a la vida y que ahora estaba lleno de trozos de fotos recortadas. En todas faltaba un pedazo, como si alguien hubiese decidido arrancar ese trozo de los recuerdos de su vida y después no había quedado contento con el resultado. Recogí una foto. En ella se podía ver a una chica bastante guapa junto a una señora muy vieja, arrugada como un lagarto y con una sonrisa que desvelaba una boca negra y con un solo diente, una pieza marrón que marcaba el centro de la boca. sus ojos aparecían hundidos entre arrugas y estaban llenos de vida. Me eché la foto en el bolsillo. Llegué al portal y pulsé el botón del conserje. Una voz de acento extraño respondió

    – ¿Qué desea? ? dijo sin andarse con rodeos.
    – Hola, me llamo David y venía para visitar a la señora Smith ? le dije dando la mayor cantidad posible de información. Esta nueva moda de los condominios se estaba extendiendo por todo el país. Se quitaban los porteros automáticos y se pone a alguien que controla la entrada del edificio, día y noche. Supuestamente aumenta la seguridad. Se oyó un zumbido agudo y la puerta se abrió sola. Entré y se cerró detrás de mi. Tuve que esperar unos segundos para que se abriera la segunda puerta. Un chorro de aire caliente me recibió en el interior. Me acerqué al conserje. Era un hombre mayor al que la corbata y la camisa de vestir le quedaban demasiado falsas. Tenía pinta de maleante y traté de atisbar algún tatuaje que asomara por los puños de la camisa. Su pelo raleaba y clareaba y un fino manto de caspa parecía disfrutar de un periodo de floración. La caspa se mezclaba con algún tipo de gomina y creaba pelotillas grises. El hombre me miró seriamente. A su lado tenía un ordenador viejo que hacía un montón de ruido. El teclado estaba negro del uso y la pantalla la rodeaban un montón de notas amarillas. Sacó un libro y buscó la última página escrita.

    – Tendrá que inscribirse, todas las personas que entran en el edificio tienen que hacerlo ? me dijo girando el libro hacia mi y dándome un viejo bolígrafo que estaba mordido por su parte superior. Desprecié el bolígrafo y saqué el mío, toda una obra de ingeniería. Probablemente me había costado más de lo que este hombre recibía como salario. Escribí mi nombre y apellidos, el apartamento que iba a visitar y la fecha y hora de entrada. Dejé en blanco la casilla con la hora de salida. Cuando terminé lo volví a girar y él estudió detenidamente mi caligrafía como si estuviera tratando de descifrar alguno de los misterios fundamentales.

    – Espere un momento ? me dijo y cogió un teléfono que estaba sobre el mostrador. Marcó una extensión y esperó con la vista perdida en algún lado, como si yo ya hubiera dejado de existir. Alguien respondió al otro lado y hablaron durante unos instantes en ruso o en algo parecido. Cuando acabó la conversación, colgó y volvió a mirarme ? Puede subir, el ascensor está a mano derecha, en el corredor. Vaya a la segunda planta y cuando salga gire a la derecha y camine hasta el final del pasillo, es el último apartamento.

    En ese instante hubo un fuerte zumbido y vi que alguien estaba en la puerta de fuera. Cogió el mismo teléfono que había usado para llamar a la casa y comenzó su ciclo nuevamente

    – ¿Qué desea? ? lo dejé y salí hacia el ascensor. No era uno, eran dos y ambos estaban en la planta baja. Me subí y pulsé el dos. La puerta se cerró rápidamente y al arrancar el ascensor dio un tirón brusco.

    Si quieres seguir leyendo la historia, sigue el enlace hacia Planta 33 – capítulo décimo

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