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  • Tulipán cocinillas

    8 de junio de 2007
    Nube blanca y amarilla de tulipán

    Nube blanca y amarilla de tulipán, originally uploaded by sulaco_rm.

    Nunca se puede contentar a todos y hay muchos que se qeujan porque de cuando en cuando pongo alguna receta de comida y las agrupo en la categoría Cocinillas. Si ellos tuvieran acceso a la cabina de mando desde la que yo puedo observar y analizar los puntos de entrada en esta bitácora les sorprendería saber lo populares que son las recetas y la capacidad que tienen para atraer lectores que en ocasiones se quedan. Para celebrar todas esas recetas, bautizamos este tulipán como Tulipán cocinillas, con esa pinta a huevo frito que tiene.

    Si estás pensando visitar Holanda para poder ver estas maravillas, tienes más información en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos de tulipanes en el Keukenhof o el Álbum de fotos de Amsterdam

    Technorati Tags: Keukenhof, Tulipanes

  • China bajo el paraguas

    7 de junio de 2007
    China bajo el paraguas

    China bajo el paraguas, originally uploaded by sulaco_rm.

    Ya sé que yo cuento las cosas y después nadie me cree pero por suerte de cuando en cuando consigo hacer una foto para cerrar algunas bocazas. En mi exhaustiva y detallada descripción de la vida del Chino he comentado que el hombre le tiene auténtico pavor a los rayos del sol porque dice que se si coges algo de color eres de clase baja y que la auténtica clase alta mantiene su pureza con su blanco inmaculado. Aquí tenemos un ejemplo de un chino que no quiere que la china se le envilezca y se paseaba por el Keukenhof con esa mierda de paraguas en un día que estábamos a veinticinco grados y el hombre trataba de anticipar los movimientos de su hembra para dirigir el paraguas correctamente. Fijaros que la china lleva hasta abrigo.

    Merece la pena ver la foto en flickr (haciendo clic sobre la misma) para que veáis las notas que he puesto (pasad el ratón sobre la imagen).

  • Tulipán Reality Sucks

    7 de junio de 2007
    Macro gotitas tulipán naranja

    Macro gotitas tulipán naranja, originally uploaded by sulaco_rm.

    Yo veo mi vida como un montón de gotas que al juntarse forman un pequeño río en el que yo navego. Si he de elegir un color que me represente a mí y a la categoría Reality sucks que es el lugar en el que se agrupan esas pequeñas gotitas con información sobre mi, entonces elijo el naranja de este tulipán. Esta foto (o más bien una casi idéntica tomada en el mismo tulipán) es el fondo de escritorio de mi portátil. Me relaja mirar las gotas y siempre busco formas y figuras escondidas en su distribución. Os puedo asegurar que cuando hice la foto fue todo un espectáculo, con un montón de gente mirando como colocaba el equipo y rociaba el tulipán mientras el suegro de mi amigo el Moreno les explicaba a todo el mundo que lo que nosotros hacíamos es casi algo mágico.

    Si estás pensando visitar Holanda para poder ver estas maravillas, tienes más información en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos de tulipanes en el Keukenhof o el Álbum de fotos de Amsterdam

    Technorati Tags: Keukenhof, Tulipanes

  • Planta 33 – capítulo octavo

    6 de junio de 2007

    Si estás siguiendo esta historia desde el principio te puedes saltar este párrafo. Si acabas de descubrir Planta 33 y quieres leerla completa, vete a Planta 33 – Capítulo primero y disfruta con la lectura.

    La parada de la línea B no quedaba muy lejos del hotel. Afuera el viento helado me raspaba la cara como una cuchilla. Con tantos rascacielos las calles parecen túneles de viento que golpean a los peatones y los obligan a buscar refugio. Una mujer llevaba un niño en un cochito, completamente cubierto por una cubierta de plástico. El chiquillo me miró asombrado desde su refugio. Llevaba un gorro de los Yankees de Nueva York y el abrigo lo hacía parecer un muñeco gordo y torpe. Llegué a la boca del metro y bajé las escaleras. La parada de la calle Cuatro es un punto de intersección de líneas y al entrar te encuentras con los torniquetes y el guardia de seguridad. Compré un billete en una de las máquinas. Opté por el pase para una semana porque sale más rentable que los individuales. Crucé y una vez dentro busqué los carteles que me indicaran el camino hacia la línea Q en dirección a Brooklyn. Un grupo de personas corría para llegar al andén, quizás sabedores de los horarios. En una esquina un anciano trataba de entrar en calor metiéndose papeles de periódico dentro del abrigo. Una mujer trató de darle un dólar pero el hombre rechazó indignado la limosna y farfulló algo que no pude entender.

    Al llegar al andén me alejé del borde. Siempre me ha dado miedo estar cerca de las vías, pienso que alguien me empujará y moriré entre golpes de la corriente de alta tensión que alimenta los trenes y los desgarros producidos por este último al chocar conmigo a alta velocidad. Seguro que alguien ha hecho un estudio estadístico y es casi imposible que eso suceda pero prefiero no tentar a la suerte. La gente seguía llegando y se repartían por el andén, unos leyendo el periódico, otros escuchando su música y algunos hablando por teléfono. Una pareja discutía sobre algo y subían el tono de su voz por momentos. La gente que estaba más cerca los miraba con recelo. Ellos no parecían darse cuenta o quizás no les importaba.

    A lo lejos se oían ruidos que fueron aumentando y pronto vimos aparecer un tren por el otro andén. Al detenerse se abrieron las puertas y un río de gente saltó y comenzó a andar con paso ligero hacia las salidas. Algunos se detenían perdidos y eran atropellados por los que llevaban detrás. Un ciego trataba de avanzar usando su bastón y la gente se volvía irritada cuando los golpeaba pero al verlo se apartaban con miradas avergonzadas. Somos así de hipócritas. Si no fuera ciego buscarían bronca pero como el hombre ya hace un gran esfuerzo para valerse por sí mismo, nos tomamos deportivamente el golpe. El bastón del ciego producía un ruido rítmico al golpear en el suelo, similar al de un metrónomo. Cuando acabó de salir la gente del interior del vagón los que esperaban fuera se lanzaron a su interior para conseguir asiento. Los vagones del metro de Nueva York solo tienen asientos en los lados para que haya más espacio para la gente que va de pie. Nadie se fija en los otros y resulta extraño ver a una persona ceder su asiento a un anciano o a una mujer embarazada. En una ciudad tan poblada la gente se mueve en transporte público y parecen no notar la existencia de los otros, o la niegan directamente. Se oyeron unos pitidos y las puertas se cerraron. El metro se marchó tan rápido como había llegado, acelerando y arrastrando su ruido hacia algún otro lugar.

    En menos de un minuto apareció otro tren y este venía a nuestro andén. Tuve suerte y quedé cerca de una puerta. La gente se agolpaba detrás de mí y a mi lado. No salieron muchos y nosotros nos apelotonamos en su interior. La línea B es muy popular porque es una de las líneas expreso, no para en todos lados. Aún así calculé que me tomaría al menos media hora llegar hasta la zona de Conney Island. Un chino dormitaba en uno de los asientos, cayendo sobre la persona que estaba a su lado y despertándose de un brinco cada vez. Se disculpaba y al instante estaba de nuevo dormido.

    Al cruzar el puente de Manhattan atisbé la estatua de la Libertad a lo lejos, entre los hierros del puente. Su antorcha dorada brillaba como un faro. El metro redujo la velocidad al pasar por el puente. Supuse que si van a la velocidad normal igual se desmorona. Todas estas infraestructuras llevan años en funcionamiento y aunque Nueva York es la capital del mundo, no significa que se gasten mucho dinero en mantenimiento. Una vez cruzamos a Brooklyn se fue vaciando poco a poco y en la parada de Prospect Park conseguí un asiento. A mi lado un negro con el pelo rebelde tecleaba algo en un Blackberry. Cuando lo miré pensé primero en la palabra negro pero inmediatamente fue censurada en mi cerebro y sustituida por la expresión persona de color. Me imaginé volviéndome transparente y desapareciendo por la falta de color y me reí en voz baja. El negro me miró entre asombrado y molesto y volvió a concentrarse en la pantalla. Su pelo pedía a gritos no un corta sino una podada. Podía escuchar la música que estaba oyendo porque la llevaba tan alta que escapaba a sus auriculares y me llegaba alta y clara. Era algún tipo de rap, con ese ritmo machacón y esas voces repetitivas que parecen estar diciendo siempre lo mismo. Más adelante el chino seguía durmiendo y ahora solo se despertaba al llegar a las estaciones.

    En una parada llamada Kings Hwy se bajaron casi todos los que quedaban. Cuando las puertas estaban a punto de cerrarse el chino se despertó, miró desorientado hacia afuera buscando los carteles con el nombre del lugar y cuando lo vio saltó de su asiento agarrando la mochila y dirigiéndose hacia la puerta. No le dio tiempo. Golpeó la puerta con rabia pero eso no la abrió. Me miró frustrado y vio mi sonrisa. Se quedó de pie junto a la puerta hasta que llegamos a la siguiente parada. Yo seguí hasta Brighton Beach. Me bajé para transbordar a otra línea. Una sola parada y llegué a Ocean Parkway. Caminé hasta el final de la plataforma y bajé las escaleras para salir. Al final de las mismas pasé de nuevo por un torniquete y respiré el aire de la calle. Saqué un papel de mi bolsillo con las indicaciones para ir al edificio en el que se había quedado Jorge y después de leerlo detenidamente me eché a andar.

    Si quieres seguir leyendo la historia, sigue el enlace hacia Planta 33 – capítulo noveno

    Technorati Tags: Relatos

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