Por más que procure anticiparme a los problemas cuando viajo, siempre hay variables que quedan fuera de mi control y que marcan la diferencia. Mi regreso al norte ya estaba en el disparadero desde que una semana antes los Países Bajos cambiaron las islas Canarias al color de los apestados que tenía la península (y que es el mismo que tenemos por aquí, aunque en esta tierra parece que el desmán de infecciones está bajo control y está bajando). Con el cambio, los requisitos para viajar de regreso se convertían en un acertijo que hay que averiguar visitando la página del gobierno neerlandés y que es de todo menos clara. Tras encontrar la página güé adecuada, eliges la opción que dice que estás volviendo al Reino desde otro país de la Unión Europea. Ahí tienes una lista de países seguros en la que no está España. Después, la cosa se complicaba porque te llevaba a una lista de países fuera de la Unión Europa, en la que tampoco estaba España y tras mucho clic y buscar y buscar encontrabas como de pasada otra opción de países que no están en la lista de seguros de la Unión Europea y en la que no se nombraba a España y que decía que si tienes el certificado de la vacunación completa y éste tiene al menos catorce días, puedes regresar enseñándolo y rellenando el impreso que nunca miras y si no tienes el certificado completo de vacunación con sus catorce días, entonces necesitas un test negativo, que puede ser una PéCéeRre de dos días o un antígeno de uno, o algo así. En realidad esta coña es tan complicada y difícil que hoy la han cambiado tras las quejas de cienes y cienes de billones de holandeses y ahora tenemos solo la lista de países seguros y si tu destino no está en esa lista, entonces se considera de alto riesgo (o sea, España y Portugal que son los únicos que no están en la lista) y de nuevo, o pruebas que te has vacunado completamente hace más de dos semanas o tienes que tener el susodicho test. Con ese conocimiento y el folleto para regresar rellenado, fui al aeropuerto, por supuesto con veinte kilos exactos de comida en mi maleta y mi bolso con unos kilos más. Yo ya había comprado mi asiento y al llegar al aeropuerto para facturar porque no permitían hacerlo usando su propio programa porque tienen que verificar que cumples los complejos y sofisticados requisitos de entrada al país, no me dijeron nada y me dieron mi tarjeta de embarque pero noté algo raro. Yo había comprado el asiento 30A, con ventana para el vídeo del Ancestral y me pusieron en el 26D, que eso es obviamente pasillo. No solo me cambiaron mi asiento, cambiaron el de un montón de gente porque con las restricciones holandesas, tenían menos pasajeros y cambiaron el modelo del avión y metieron uno con capacidad solo para ciento cincuenta julays. Cuando entré, mi asiento estaba pegado a la puerta del único retrete del avión y al lado mío dos viejos primos-hermanos del Ancestral y que seguro que fueron con él a la guardería en el pleistocénico y que directamente no entraban en sus asientos por su obesidad mórbida. Le comenté a la azafata que me buscara otro sitio y al final me colocó en otra fila, pero en pasillo, así que no habrá vídeo del regreso. Como el cambio fue tras despegar, puedo confirmar y confirmo que ni siquiera vi el despegue porque aquella fila no tenía ni ventana. El avión era un Boeing 737-700, del modelo ese que en una serie posterior se ha caído de los cielos un par de veces. Este era de los viejunos. Tras el despegue me movieron y ya el resto lo pasé viendo vídeos en el aipá y jugando. En el lado positivo, al parecer teníamos vientos por detrás y llegamos a Rotterdam en cuatro horas y quince minutos y ese aeropuerto es minúsculo, casi que lo podían haber hecho con piezas de lego, que para recoger el equipaje solo tienen dos cintas. Mi maleta salió la segunda, un flipe que no veas porque yo estoy acostumbrado a que la mía sea la última. Salí del aeropuerto y fui a la parada de la guagua que me llevaba a la estación de Rotterdam Centraal.
Allí entré cuando quedaban dos minutos para que saliera el siguiente tren directo a Utrecht, pero el andén estaba en el lado opuesto a la entrada y las escaleras mecánicas solo funcionaban en bajada y para cuando llegué al andén, cargando el maletón y el bolso, el tren ya se había ido por lo menos medio minuto antes, así que aproveché para bajar al supermercado de la estación y comprar algo, ya que el siguiente tren salía quince minutos más tarde. Entré en el tren, busqué mi rinconcito y me senté a esperar la salida, que fue puntual, que en los Países Bajos quiere decir en los sesenta segundos anteriores a la hora indicada, con lo que si eres de los que entras allí al final, te quedas en tierra. El tren paraba en una estación a las afueras de Rotterdam y después de esa parada, un par de minutos más tarde, se detuvo por completo y el conductor dijo que había otro tren roto en la vía por delante del nuestro y que esperaban que en dos minutos se solucionara la avería y podíamos continuar. Diez minutos más tarde repite la historia. Veinte minutos más tarde, lo mismo. Media hora más tarde, ya casi que salimos. Cuarenta minutos más tarde, nos dice que estamos jodidos y mal pagados y que volvemos a Rotterdam Centraal. El colega, como sabía que si hacía el paseíllo de la vergüenza por el tren se lo iban a comer vivo, salió y fue por la vía hasta el otro lado, que estos trenes tienen dos cabezones. Al ir regresando, volvió a parar en Rotterdam Alexander, que era la estación y nos dijo que lo más rápido para llegar a Utrecht era ir al otro andén (estábamos en el número 1) y esperar un tren de los que paran en todos lados y que llegaba en cinco minutos. Nos bajamos todos y esa estación, que es local, no tiene los portones para mover una cantidad brutal de gente, así que cuando cientos quieren pasar por los mismos, pasando nuestra tarjeta ferroviaria y en el otro portón, pasarla de nuevo para entrar, aquello es un caos, agravado porque yo arrastraba la maleta y el bolso. En cualquier caso lo conseguimos, estamos todos en el andén número 2 y en eso que cambian los paneles y dicen que ese tren ahora sale desde el andén número 1, del que veníamos, solo que ahora faltaba un minuto. Todo el mundo pasando por los portones para salir del andén 2, bajar las escaleras, subir las escaleras, volver a pasar la tarjeta por el andén 1 y el tren llegando. No pudieron entrar todos, hubo muchísimos que se quedaron en el atasco en las escaleras. Yo fui de los afortunados que entraron en el tren de milagro, en la punta de adelante, que mi maletón tiene dos ruedas que ya han hecho kilómetros y kilómetros. El tren nos llevó hasta Gouda (donde el queso ese holandés tan famoso y ciudad también conocida por sus criminales musulmanes-de-mielda que atacan los autobuses a pedradas y han hecho que muchos conductores no quieran trabajar allí. Los criminales musulmanes-de-mielda son del país ese que linda con Ceuta y Melilla y aquí se les conoce por mokro, que es el término acuñado para esa mafia y gentuza). En Gouda, nos habían dicho que teníamos que ir a otro andén, así que bajada por las escaleras, correr, subir para enterarme que lo habían cambiado a aquel en el que llegamos, con lo que hubo nueva bajada y subida, solo que esa es una estación de verdad y los portones están en los accesos y no teníamos que pasar la tarjeta de transporte. Finalmente entré en el tren final, que era uno especial para los julays que llegamos en el otro y que nos llevó, sin paradas adicionales, hasta Utrecht. Allí subí a la estación, que en mi ciudad los trenes van por debajo de la estación, iba super-hiper-mega relajado a pillar la guagua a mi keli cuando veo que quedan tres minutos y la guagua está al final del andén, así que carrerón a bajar las escaleras, de nuevo y por todo el andén, ya que ahora que estamos en verano y los niños de vacaciones, el transporte urbano cambia de la frecuencia de una cada diez minutos en hora punta y una cada quince minutos en hora normal y en vacaciones son una cada cuarto de hora en el primer caso (que no era el mío) y una cada media hora, con lo que si la perdía me tocaba esperar media hora. Entré en la susodicha. Con los seis kilómetros que corrí a las siete de la mañana en Gran Canaria y los carrerones arrastrando maleta y subiendo y bajando escaleras, estoy en forma para las olimpiadas.
Un poco antes de las ocho de la tarde, hora local, entré en mi keli. Salí de la de mi madre a las nueve de la mañana, con lo que la duración total del viaje, puerta a puerta, fue de diez horas (teniendo en cuenta la diferencia horaria). A ver si algún científico se curra el aparato para teleportarte, que esto es muy cansino.
3 respuestas a “Un regreso con problemas”
Pues menuda putada, me quedo en blanco… 🙁
Salud
Sólo de leerte me agoto con tanto subir y bajar con la maleta.
Quiero decirle a Doverinto que gracias a lo que me dijo hemos conseguido saber de donde venia el problema y mi ordenador ahora está perfecto.
Yo tenía desde hace mil años un aparatito como un wifi para el teclado y el ratón y que siempre me conectaban al pc sin hacer falta y esto estaba interviniendo en el mal funcionamiento.
Al decirme que podía ser algo exterior a alguien se le encendió la bombilla.
Así que gracias Doverinto.
De nada Montse! Me alegro de que hayas solucionado el problema. Y por otro lado viendo este regreso tan rocambolesco me da la sensación de que en Holanda las cosas no están mucho mejor que en España. En fin …