Madrugando por obligación


Este fin de semana pasado recuperé una tradición ancestral que se remontaba a antes de la pandemia podemita y truscolana y que se suspendió en el año 2020, el año en el que empezó o acabó todo. Hasta entonces, al final de enero, yo siempre bajaba a Málaga para ir a visitar a mi amigo Sergio y celebrar el cumpleaños de su mujer. El 2021 y el 2022 no fueron años propicios para esa actividad y yo daba por sentado que este año tampoco lo sería, que entre nuevos impuestos, combustible y demás, los billetes están a precio de zorra de puro lujo María. Al final, conseguí no uno, sino dos billetes baratos, ya que en lugar de buscar ida y vuelta con la misma aerolínea, descubrí que podía bajar a Málaga a precio de risa con Buelin y regresar a precio de carcajada con Transabia y en ambos casos, el otro trayecto estaba a precio de poner un satélite en órbita. Compré los billetes y el plan solo tenía un par de detalles estremecedores, el primero de los cuales estamos por averiguarlo ya mismo.

Mi vuelo de ida, con buelin, salía a las siete de la mañana, con lo que en un mundo anterior a la pandemia podemita y truscolana en el que no se reducen las penas de los violadores por orden de una podemita cajera de supermercado venida a más por su uso y abuso del coño, yo podría haber llegado al aeropuerto con poco tiempo, pasar el control de seguridad en un pispás y correr a embarcar con equipaje de mano. En el mundo actual, el aeropuerto despidió a los que se encargaban de los controles de seguridad del aeropuerto y ahora, hay que llegar varias horas antes para no perder tu vuelo, así que ya desde el día antes la aerolínea me mandó un mensaje informándome que si no estaba en el aeropuerto COMO MÁXIMO tres horas antes de la salida, que ni me molestara en intentarlo. Por suerte vivo en una de las pocas ciudades neerlandesas en las que para el tren nocturno y por desgracia, ese tren es uno por hora y para llegar al aeropuerto a las cuatro de la mañana, tenía que ir en el tren que sale de Utrecht a las tres y diez, con lo que me levanté a las dos y veinte para ducharme e ir a la estación con la bici y subirme en el tren, que se llenó de gente, sobre todo de juerguistas que volvían a casa. Ese tren, en esta ocasión, en lugar de usar la ruta directa entre Utrecht y Ámsterdam, va por el caminito largo, por Hilversum, aunque allí no para.

Llegamos al aeropuerto a la hora prevista y subí a pasar el control de inseguridad, que pese a tener las máquinas más avanzadas del mundo, esas que te permiten no tener que sacar nada de tu equipaje de mano, no tienen gente para manejarlas. Tras el control, busqué la puerta de embarque y en el camino me tomé un cafelito. A la hora prevista, comenzó el embarque y ahí llegó la primera sorpresa para muchos. Buelin es una aerolínea española y sujeta a la normativa de ese país, que dice que las mascarillas son obligatorias en el transporte impúdico de ese, así que hay que ponerse una durante todo el vuelo y la mitad de la gente no tenía ninguna y se tuvieron que hacer la maratón hasta la máquina del aeropuerto que las vende, que digo yo que igual que nos mandaron el mensaje avisando de llegar temprano, también podrían haber añadido algo como ¡tráete maskariya bosmongolo!

Aunque esto es información para un futuro que seguramente es algo lejano, gracias a mi dedicación y perseverancia a la hora de facturar, que lo intenté en total al menos veinte veces, conseguí ventana, aunque esos vídeos están en la cola, justo detrás de los vídeos del viaje navideño a Gran Canaria, las cuatro inmersiones que hice allí y el viaje de regreso a los Países Bajos y pienso respetar este orden y añadir a todos los vídeos aéreos música del clásico de ayer, hoy, antesdeayer, mañana y siempre, Top Gun: Maverick, película nominada a la mejor peli del 2022, que se merece ganar. El despegue fue mayormente de noche ya que aquí el sol no sale hasta una hora más tarde y nos tocó el paseíllo hasta la puta polderbaan, la pista esa que está a veinte minutos, cruzando sobre dos autopistas. Despegamos hacia el norte, en dirección a Ámsterdam y después giramos al sur y pa’bajo. En el caminito hubo turbulencias y aterrizamos desde el mar.

Al llegar allí, fui a la estación de tren del aeropuerto de Málaga y cogí el trenecito en dirección a Fuengirola, también con máskariya, que no entiendo como se puede andar por el aeropuerto sin ella, pero no en el tren, en donde hay menos gente. Una novedad nueva y asombrosa es que ahora no hay que comprar billete y puedes pagar usando la tarjeta de crédito o el telefonino si tienes lo de pagar, que fue lo que yo hice y al final no me han podido cobrar, con lo que técnicamente, el viaje me salió gratis. Y así, casi nueve horas después de levantarme, llegué a mi destino.

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3 respuestas a “Madrugando por obligación”

  1. Me la suda, me encanta el cine mudo, o puede que le ponga como banda sonora «el Coro de Nabuco», o que lo mande todo a hacer puñetas, con el dicho ese tan castizo de, «Pa chulo, mi pirulo»… 🙂
    Salud

  2. Virtu, debe de ser que los virus son muy obedientes y disciplinados, les ordenan que a partir del 7 fuera, y se van pal carajo, ni antes ni después del 7… 🙂
    Salud