La fuente de Richard Strauss recuerda al compositor más famoso de esa ciudad y se construyó en 1962 cerca de la entrada de la Iglesia de St. Michael. La fuente no estaba funcionando cuando yo pasé por allí pero aún así llamó mi atención ya que lo primero que pensé es que habían afanado algún obelisco de Egipto, algo que por ejemplo los italianos y los franceses gustaban de hacer en siglos pasados. La fuente es un pilar de seis metros de alto hecho en bronce, con lo que si la ponen en España, la roban con toda seguridad para aprovechar el metal. En el pilar se pueden ver escenas de Salomé.
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Mi primer día en Estocolmo, pateándome el centro histórico
El relato comenzó en Viajando a Estocolmo
Todos sabemos lo que viene a continuación pero también sabemos que no me lo voy a callar. Como siempre que escapo a algún lugar, la jornada comenzó al alba y por eso, antes de las ocho ya estaba en la cafetería encochinándome en el peor sentido. Como en Suecia todo es carísimo, el desayuno se convirtió en una bacanal en la que me hinqué tres platos petados con tostadas, embutidos, mermeladas, huevos revueltos y una montaña de beicon. Salí de allí preñado de trillizas cabezudas. Después me eché a la calle y comencé con un paseillo por el villorrio, tomándole el pulso. Pasé por el Kulturhuset y llegué al Kungsträdgården, un parque muy bonito e inmaculadamente limpio que a la hora a la que yo fui estaba vacío. Desde allí crucé el puente que me llevó a la isla de Helgeandsholmen en donde está el Riksdag, el edificio que alberga el parlamento sueco. El lugar es muy espectacular, sobre todo por el salto continuo entre islas minúsculas y por la forma en la que pese a los edificios enormes, no intimida, algo que no siempre consiguen en las capitales europeas. Allí aproveché para hacer un pequeño vídeo en el que se puede ver el edificio del parlamento y el pedazo de corriente que había en el agua que lo rodea:
Junto al Parlamento sueco en Estocolmo from Weyland Yutani on Vimeo.
Como aún era temprano para entrar en cualquier lugar, pasé de largo el Palacio Real y llegué a la isla de Riddarholmen en la cual está la Riddarholmskyrkan. No pude entrar porque están haciendo algún tipo de obra y la tienen cerrada pero le hice un pequeño panorama que la deforma un poco pero que quedó chulo:
La islita de Riddarholmen alberga varios palacios del siglo XVII (equis-uve-palito-palito) y forma parte del centro histórico. En la iglesia a la que no pude entrar entierran a esa gente que enferma de algo que llaman sangre azul y que acaban reinando, o sea, agitando la mano como mongólicos y con sonrisa boba mientras la gente los vitorea y gastan su vida sin hacer nada realmente productivo. Desde la misma isla hay una vista preciosa del Ayuntamiento de Estocolmo, uno de los edificios emblemáticos de la ciudad, creo que la bahía la llaman Riddarfjärden. Continúo con mi romance con los panoramas hechos con el iPhone y no me pude resistir y crear uno con el ayuntamiento reflejado en el agua y el otro lado de la bahía, lugar en el que estuve un par de días más tarde para hacer fotos desde lo alto, algo de lo que hablaré en su momento.
Seguí mi camino adentrándome en el corazón de Gamla stan que suena a rap pero que es el casco antiguo del villorrio, junto con las otras dos islas. Estuve en el Postmuseum el cual tiene una colección de sellos bestial y tiene el tamaño justo para no hacerse pesado y poder verlo en un rato. Seguí callejeando y llegué a la Tyska Kyrkan, la vieja iglesia alemana, una iglesia construida a finales del siglo XVI (equis-uve-palito) en un barrio que en ese siglo estaba controlado por los alemanes. Está dedicada a Sankta Gertrud. Su interior es muy recargado y definitivamente se ve la mano de los alemanes, que para estas cosas son los putos amos. Al salir seguí saltando de callejón en callejón tranquilamente hasta desembocar en la Stortorget, que paradójicamente significa la Plaza Grande pero que es una pequeña plaza muy cuca en la que se encuentra el que fuera el edificio en el que estaba la bolsa y que en la actualidad es el Nobelmuseet o Museo Nobel. El edificio es de finales del siglo XVIII (equis-uve-palito-palito-palito) y tiene información de los premios nobel. No me pareció gran cosa y si no es porque entré con la Stockholm card, me da una bajona de azúcar si llego a pagar la entrada para lo que te enseñan. Tienen prendas y objetos de los ganadores, algo que me pareció morboso pero bueno, hay gente para todo. La foto quedó rara porque el sol pegaba demasiado pero bueno, mejor esto que nada:
Fui a la Storkyrkan, la Catedral de San Nicolás de Estocolmo en la que hay una figura en madera de San Jorge y el dragón y que al parecer es un relicario que contiene restos del pobre San Jorge, al cual siguiendo las grandes tradiciones cristianas despiezaron después de que la diñó. En la iglesia también hay una copia de la pintura Vädersolstavlan hecha en 1632. Al parecer el original se perdió. Muestra la ciudad en el siglo XVI (equis-uve-palito). El altar es muy bonito y en la iglesia hay dos especies de palcos a nivel de suelo espectaculares para que se sienten el rey y la reina. Tras la iglesia me lancé de lleno a los diferentes museos que hay en el Palacio Real o Stockholms slott. Este es uno de los mayores palacios reales del universo y tiene mil cuatrocientas treinta habitaciones, aunque solo seiscientas sesenta con ventanas. El edificio es sencillamente enorme. Estuve en los Apartamentos Reales o Representationsvåningarna, el Museo Tre Kronor, el Museo de antigüedades de Gustav III o Gustav III:s Antikmuseum, la Armería Real, el Tesoro o Skattkammaren y seguramente me estoy dejando alguno atrás. En la foto podemos ver parte del palacio, del lado en el que está la Armería y al fondo la Catedral de Estocolmo:
En la misma zona está el Myntkabinett o el Museo Real de la Moneda que al parecer es uno de los más viejos de la ciudad y va de guita, o sea, leuros y similares. No tienen pensado poner el trusco, la moneda de truscoluña porque no es nación y tampoco exponen los billetes más falsos que Judas del Monopoly. Ya saliendo de la zona entré a ver el Medeltidsmuseum o Museo del Estocolmo Medieval, al cual se entra bajando al nivel del agua en el puente de la isla del Parlamento. Este museo se centra en la ciudad (o el villorrio) entre los siglos XIII (equis-palito-palito-palito) y XVI (equis-uve-palito). Está muy bien. Pasé por la Sankt Jacobs kyrka pero no pude entrar porque justo en ese momento había algún evento. En otras dos ocasiones en las que estuve por allí tampoco la pillé abierta. Por detrás de esta está el parque Kungsträdgården en el que ya había estado por la mañana y ahora me lo encontré petadísimo de gente.
Fui en guagua hasta la isla de Skeppsholmen para rematar la tarde allí y visité el Ostasiatiska Museet o el Museo de las antigüedades del lejano oriente en el que tienen una colección de cosillas de China, Japón, el país de los cabezudos koreanos de mierda y otros de la zona. Está bien, aunque particularmente me gustó más el edificio. Después y ya que estaba pateándome este islote, entré en el Arkitekturmuseet o Museo de arquitectura por el que fui volando ya que lo de las maquetas no me motivó y acabé en el Moderna Museet o Museo de Arte Moderno, del que puedo decir que como inculto y cacho de carne con ojos que soy, me pareció una puta mierda del copón y casi todo lo que tienen allí dentro yo lo catalogo como puritita basura que por no poder, no se puede ni reciclar. Lo mejor fue el paseíllo por la isla, con unas vistas espectaculares de los alrededores y también el aún más pequeño islote de Kastellholmen, al cual está conectado por un puente y en la que hay un pequeño castillo. Desde allí fui a pasear por el barrio Östermalm, callejeando sin un objetivo fijo.
Ya se acercaba la hora de cenar y curioseé por el Östermalmshallen, una especie de mercado con puestos que tienen comida preparada pero no me acabó de convencer. Opté por ir a cenar en el Kungshallen, que tiene un concepto de esos estilo Food Court y aunque es caro, no te pegan una clavada de rescándalo. De hecho, creo que la comida me costó algo más de diez leuros y era un plato de comida libanés que estaba muy bueno. Ya oscureciendo, recorrí de nuevo varios de los lugares en los que había estado para verlos por la noche e hice algunas fotos, como ésta en la que se puede ver el ayuntamiento de Estocolmo y el festival de colores que sucedía en ese momento:
Después de callejear tanto, regresé al hotel porque al día siguiente me esperaba otra jornada maratoniana.
El relato continúa en El segundo día con la visita al Vasa
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Brunnenbuberl
Por toda la ciudad de Múnich hay repartidas un montón de fuentes, creo que unas mil doscientas y muchas de ellas son pequeñas (o no tan pequeñas) obras de arte. Nada más cruzar bajo los arcos de la Karlstor nos tropezamos con la Brunnenbuberl, la cual se puede traducir pachangueramente como la fuente del niño y que ha cambiado de ubicación en una ocasión. La primera vez que se pudo ver esta fuente fue en la Feria Mundial de Paris en la que ganó una medalla de oro. Sin embargo, cuando la instalaron la gente de la ciudad no apreció el arte con un niño en pelotas cogiéndole el pitorro a un sátiro que le está escupiendo continuamente. El escándalo porque se le veía la tranca al chamo fue tal que el mismísimo principe Luitpold fue a visitar al escultor para protestar y la gente se dedicó a mandarle bañadores para que se los pusiera a sus obras. El artista no cedió y ahí tenemos al niño en pelotas, algo que sobre todo saben apreciar los miembros del clero de la iglesia de los presuntos tocadores de niños.
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Nastro Azzurro
Habiendo pasado por Italia un montón de veces, siempre me ha llamado la atención que en los bares y restaurantes, casi todas las cervezas que ofrecen son las extranjeras. Una de las veces que pillé una cerveza local fue la Nastro Azzzurro que tenemos hoy y que es una Lager pálida, grupo que incluye a las Pilsen, que son todas las de tomar para refrescarte y mearlas prontito. Esta es una cerveza relativamente joven, ya que se comenzó a vender en 1963 y tiene un porcentaje de alcohol del 5.1%. Al parecer es una cerveza muy popular en el Reino Unido y cuando te la tropiezas fuera de Italia, su nombre suele ser Peroni Nastro Azzurro. Es una de esas cervezas que hay que tomar extremadamente fría. De sabor no tiene nada significativo, es una pilsen más que cumple con el objetivo de refrescar pero que olvidas tan pronto como te la has bebido. Desconozco si se puede conseguir en España ya que por allí se producen muchísimas similares y esta no tiene nada que la convierta en única y especial. En Holanda, jamás me la he tropezado en un restaurante o en una tienda de venta de alcohol.
Como soy un despistado y para cuando me acordé que debía hacer la foto ya me la había bebido, añado otra foto con la cerveza ya servida. La primera la hice tomándome una en Roma y la segunda fue en Milán, en donde la pedí de grifo y no en botella.