Por más que lo nieguen algunos Bosmongolos, el cambio climático está aquí para quedarse y si no que me expliquen como es que este año no hemos tenido invierno, solo otoño y después otro otoño y de ahí parece que hemos saltado a la primavera y andamos todos con los dedos cruzados para que no se tuerza y se convierta en otro otoño, el tercero consecutivo que nos tocaría sufrir. Esto no es algo que pasó de ayer a hoy sino que lleva unos años. Al cambio climático se añadió el incremento de la estupidez del populacho y así en los últimos años, en la barriada periférica en la que vivo, la gente se dedicó a tirar las sobras de pan a los patos, gansos y otras bestias. La primera fue una terrorista musulmana con su trapo correspondiente para limpiar el piso anudado en la cabeza y después le siguieron otras y acabo por convertirse en legión. En lugar de comprar menos pan y así no tener sobras, hasta incrementaron la cantidad de pan que compran para poder darle a los patitos. Estas bestias, vieron que les daban comida rica y se volvieron gandulas, decidieron dejar de buscarse la vida y rastrear el barrio a la caza de una acarajotada que les tire pan. Con la barriga llena y el corazón satisfecho les llegaron los calentones y comenzaron a follar como conejos y claro, una cosa llevó a la otra y cada vez habían más patos y gansos. Los bichos optaron por no emigrar y pasar el invierno en Holanda dado que la comida estaba asegurada. Su población seguía creciendo, salieron de los canales y comenzaron a entrar en los jardines, destruyéndolos y llenándolos de la diarrea que jiñan. Lo mismo le sucedió al mobiliario urbano y a los parques infantiles. En paralelo con este problema que crecía, otras aves tuvieron que marcharse ya que los patos y los gansos son bastante agresivos con ellos. La gota que colmó el vaso fueron los accidentes de coches cuando alguien trataba de esquivar un pato que se lanzaba a la carretera sin importarle el tráfico.
La gente se comenzó a quejar y el ayuntamiento organizó un estudio que demostró que no es que hubiese muchos patos, es que lo que hay es una infestación de nuestro entorno. Tras analizar las alternativas, la solución al parecer es atraparlos y llevarlos a otro lugar y así, nos han informado mediante aviso:
En mi jardín nunca han entrado los patos porque saben que si pillo uno, yo no voy a tener la tolerancia que muestran algunos con esas bestias o con los truscolanes, yo lo desnuco y busco en el llutuve un vídeo que explique como desplumar truscolanes o ánades y seguidamente me hago un pato a la naranja, a la pequinesa o a lo que se tercie, que si hay algo seguro es que esos bichos han tenido una alimentación exquisita y tienen que estar deliciosos. En el texto de la carta explican eufemísticamente que capturarán y trasladarán los patos a otro lugar en las afueras de la ciudad. Además hacen hincapié en que los que tengan nidos serán transportados con su nido y sus huevos y ubicados en el nuevo lugar como unidades familiares. Lo que no explican o parecen comprender es que estos patos solo conocen una manera de conseguir comida y es caminando por el barrio haciendo ruido para que la gente les tire pan y si los ponen en plena naturaleza, las van a pasar putas antes de morir. Mi teoría es que ya los han vendido al restaurante del chino kudeiro y seguro que acaban en el menú de uno o varios de esos lugares de comida asiática.
En la ciudad de Hilversum el sistema para controlarlos es un pelín distinto. cuando los patos construyen sus nidos y las patas ponen los huevos, un julay se pasa por el lugar y sumerge los huevos en aceite durante unos minutos, matando lo que quiera que haya en el interior. Con eso mantienen la población estable o decreciendo. En el pequeño lago o mediano estanque que está cerca de mi oficina, el año pasado no hubo una sola cría. La campaña de asesinatos selectivos fue todo un éxito. Por supuesto no lo denominan así, lo llaman control de la población.