Hay algo misterioso en la forma en la que se juntan eventos aleatorios en cortos periodos de tiempo. Esta semana me han faltado horas todos y cada uno de los días. El martes me las prometía más o menos felices. Salí del trabajo temprano y me acerqué al ayuntamiento para solicitar mi primer pasaporte y carné de identidad neerlandeses. La operación transcurrió sin problemas y la semana que viene los tendré en mi poder. Al contrario que en España, que te los dan en el día, aquí tardan cinco días laborables. El precio y la duración de ambos documentos es también distinta. Caducan a los cinco años y el pasaporte te sale por cincuenta leuros y el carné de identidad por cuarenta y uno. Este último solo es útil para no tener que moverte en países como España con el pasaporte a cuestas, ya que en Holanda, el carné de conducir es un documento perfectamente válido para identificarte y es suficiente para rular por el país. Tras tramitar mi primer pasaporte, hablaba con mi amigo el Rubio y acordábamos celebrarlo, así que nos vimos más tarde en la estación de Utrecht y nos fuimos a disfrutar del día veraniego al Oudaen. Cenamos junto al Oudegracht viendo el agua del canal pasar a nuestro lado. Por supuesto que bebimos, Ouwe Daen, la cerveza de trigo que hacen allí mismo y que resulta muy adictiva. Al hacerla le ponen cilantro y cáscara de naranja que le dan un sabor muy especial. Ya entrada la noche nos pasamos al local de al lado y estuvimos bebiendo Guinness, cerveza que es sabrosa pero demasiado pesada, es como tomar sopa. Sobre la medianoche estábamos estropeadísimos y nos despedimos. El Rubio me mandaba mensajes desde el tren y yo le respondía por el güatzap enviándole mi ubicación en el mapa del universo. Parece banal pero ir en bicicleta borracho hacia tu casa mientras escuchas un audiolibro y usas tu dispositivo mágico y maravilloso es un claro ejemplo de multitarea que no se puede realizar con un cacharro de esos que corren el androitotorota, más que nada porque con los tamaños de zapatófonos que tienen no los podrías llevar en el bolsillo del pantalón, sacarlo, desbloquearlo, arrancar la aplicación y pulsar en los lugares adecuados. Al llegar a mi casa me desconecté inmediatamente y el miércoles me levantaba a mi hora, llegaba a Hilversum antes de las ocho y me pasaba por el mercado a comprar cosillas que necesitaba. Después le mandaba mensajes a una amiga fardando porque solo un campeón está tan activo el día después. Esa tarde, al salir del trabajo me fui a mi casa y me encerré en el laboratorio (digo la cocina …) a preparar unas cuantas cosillas para el día siguiente.
Ayer venían a mi casa mis nuevos amigos holandeses, los que conocí en Indonesio y para celebrarlo tenía en mente una cena modesta y sencilla, algo íntimo y solo con quince platos. Ya los había avisado para que el día del suceso no almorzaran o se hicieran un DosDedos antes de venir a mi casa. Como ella es vegetariana, colé un único plato con carne y el resto eran cosillas que podía comer. Estuvimos cuatro horas sentados a la mesa con comida apareciendo mágicamente. La cena giró en torno a cuatro platos principales: Gazpacho blanco, Tortilla de papas con cebolla, Kolak Pisang y Paste?is de nata. Tres son conocidos y el cuarto es un postre que descubrí en Indonesia y que está riquísimo pero es una bomba de calorías y una sobredosis dulce brutal. Está hecho con azúcar de palma, plátanos, piña y otras cosillas y el resultado es una sopa caliente que se toma como postre. No creo que lo añada a mi lista de recetas porque aunque me gusta, reconozco que resulta un empalago absoluto de dulce. Los tres acabamos baldados de tanto comer y cuando se fueron con bolsas cargadas con las sobras adecenté un poco la cocina y me fui a dormir y tratar de finiquitar la digestión más traumática de este dos mil trece.
Para hoy, ya que esto lo he escrito antes de que suceda el evento, tengo una cena en el Cartouche con colegas y será otra embolia, en este caso de costillas. Entre unas cosas y otras, si esta mañana ya arrastraba setecientos gramos de sobrepeso, es probable que mañana llegue al kilo y medio. El Rubio dejó caer la sugerencia para que me pase por su casa pero decliné la oferta. Quiero tener algún día para rascarme los mondongos y disfrutar de mi hamaca en el jardín, balanceándome sin hacer mucho más.
A todas estas, la empresa en la que está hospedada la bitácora ha conseguido superar mi margen de paciencia y en los próximos días buscaré alternativas para mover ésta mi keli a otro lugar. Lo único que no me gusta de esto es que el traslado requiere tiempo y no es algo que me sobre …