A punto de salir del barrio Chino entré en un último templo, el Sanduo. Está un poco escondido y los turistas se lo pasan, lo cual es una pena porque es pequeño y precioso. Lo construyeron a finales del siglo XVIII y en su interior hay imágenes de Da Bo Gong, Jinhua Niangniang, la cual al parecer es a la que acuden las mujeres que se quieren quedar preñadas (en lugar de lo obvio, que sería darle a la zambomba del susodicho hasta sacarle punta) y Guanyin.
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De Utrecht a Bangkok pasando por Hilversum y Amsterdam
Todo gran viaje ha de comenzar de alguna manera y este lo hizo a las seis y veinte de la mañana, levantándome temprano después de irme a la cama bastante tarde el día anterior para acumular cansancio a propósito. Al salir de mi casa en dirección a Hilversum para ir a trabajar, en mi casa quedaban las dos mochilas preparadas desde la noche anterior, sin mucho mas que lo que puse desde el lunes anterior en las mismas. En el último día rocié las mochilas y las botas con un producto que crea una capa protectora contra el agua.
La jornada de trabajo en Hilversum estuvo algo liada. Siempre surgen cosillas a ultima hora que hay que arreglar y como me imaginaba que algo así podía suceder, me presenté en el trabajo con 10 magdalenas y alimenté los estómagos adecuados para que estén en deuda conmigo y me ayuden. A la mucama y a mi vecino les dejé 6 a cada uno y reservé 2 para llevar conmigo al aeropuerto.
Me piré del trabajo a las tres y media, llegué a mi casa, me duché, me vestí y volví a comprobar el peso de mi mochila, unos asombrosos 8,7 kilos que te permiten llevarla sin problemas. Dejé casi todo desconectado en mi casa y me marché alrededor de las cinco. Primero tomé una guagua a la estación central de Utrecht y desde allí el Intercity que me llevó hasta el aeropuerto. En el tren proliferaban los julandrones con unas pérdidas de aceite astronómicas y puretonas arrugadisimas y que iban vestidas de blanco y dorado. Todos eran presa de la excitación ya que iban al concierto de los Toppers en el ArenA, una especie de Década Prodigiosa hecha con cantantes famosos holandeses y que cantan canciones famosas mientras la gente se vuelve loca y las marujas se desovulan todas con ellos y estos las ignoran porque son más de salchichón y menos de almeja.
Tras dejar a todo ese gentío en la parada del ArenA, llegamos al aeropuerto y me acerqué al mostrador de Austrian a facturar la mochila. Mis tarjetas de embarque eran unas imágenes que llevaba en el teléfono y que me sirvieron para cruzar a la zona segura. En el arco que tienes que pasar pité como nunca por culpa de todas las cremalleras de mis pantalones y un hindú que estaba trabajando me sobó con empeño hasta prácticamente convertirse en familia. Al otro lado, en la zona supuestamente segura del aeropuerto había quedado con mi amigo el Niño para cenar juntos ya que él acababa de terminar de trabajar. Después de la comida nos despedimos y me fui a mi puerta de embarque en donde con quince minutos de retraso, accedimos al avión, un Airbus A-319-100 al que recientemente le habían cambiado los sillones.
El primer salto con destino a Viena transcurrió sin problemas hasta que estábamos llegando al aeropuerto y el avión comenzó a agitarse como una coctelera y los motores a hacer el mismo ruido que la batidora cuando le pones mucha carga. desde el aire se veía en tierra unos faros que parecían indicar el camino entre las montañas a los aviones y espero que eso solo sea un rescoldo de la tecnología que se usaba en el siglo veinte ??
Tomamos tierra a la garrula, con topetazo final incluido y en Viena llovía copiosamente. Como volaba fuera de Europa tuve que pasar un nuevo control de pasaporte y de seguridad y en este último mis pantalones no pitaron lo cual nos recuerda que no hay dos arcos de detección de metales iguales. En la sala de espera tenían Wifi gratis y aproveché para mandar los últimos mensajes y despedirme por enésima vez de los amigotes. El avión para ir a Bangkok era un Boeing B-777-200 y elegí una de las ultimas filas ya que solo hay dos personas y tienes un poco más de espacio. Al final resultó que no llevaba a nadie sentado junto a mí. Los asientos de este avión estaban algo viejos y al parecer será en el 2012 cuando los cambien. Después de despegar pasamos las mismas turbulencias que disfruté al aterrizar y que agitaron el avión con saña. Nos sirvieron la cena y con la comida me hinqué 4 pastillas de melatonina para ayudar a dormir. Era casi la una de la mañana. Me puse a ver I Am Number Four y pronto la apagué y me pegué una sobada histórica de casi siete horas en la que recuerdo despertarme alguna vez para cambiar de postura e ir al baño. Desayunamos y una hora más tarde aterrizábamos en Bangkok. La hora local eran las dos y media de la tarde. pasé el control de pasaportes, recogí mi mochila envuelta en su condón protector gigante de Seal&Go y me puse los auriculares para ignorar las hordas de falsos taxistas mientras caminaba a la estación de tren del aeropuerto. Allí tomé el Rail Link hasta una estación en la que transbordé al metro y una parada más tarde estaba muy cerca de mi hotel, en la calle y con un bochorno del copón.
Fueron un montón de horas y necesité una guagua, dos trenes, dos aviones y un metro para llegar desde Utrecht a Bangkok y comenzar el viaje. Lo demás llegará en futuras anotaciones.
El relato continúa en Mis impresiones de Bangkok y la visita a Wat Pho y Wat Phra Kaew
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La semana pasada en Distorsiones
Para cuando aparezca publicado esto yo seguramente estoy a punto de regresar al lugar en el que me hospedo después de una titánica jornada pateándome las calles de Yangon. Antes de eso, habré saltado (con permiso de las cenizas de los volcanes de barriada periférica) desde Amsterdam a Bangkok poniendo una pata en Viena y un día más tarde desde la capital de Tailandia a la principal ciudad de la antiguamente conocida como Birmania. Para llegar allí, el evento más importante de la semana pasada fue La ceremonia del pesado en la que determino lo que me llevo y lo que dejo atrás. Como casi siempre, el comienzo del viaje ha quedado fijado en Viajando a tierras lejanas, con una nueva foto para este tipo de anuncios. Como todo está de alguna manera relacionado, en La correa para la cámara veréis el nuevo dispositivo tecnológico que me llevaré en este viaje. Dosconozco la disponibilidad de acceso a la red que tendré así que además de dejar escrito una cantidad brutal, intentaré en la medida de lo posible comenzar con el relato y puede que haga como el año pasado y mande una foto diaria a un selecto grupo de intelectuales para que vean los sitios en los que voy recalando.
Seguimos viendo imágenes de Malaca. Comenzamos la semana en el Templo de Xiang Lin Si, desde allí seguimos al Templo de Cheng Hoon Teng y en la misma calle también estuve en la Mezquita de Kampung Kling. Como aquello debía ser la Zona Cero de la espiritualidad, también me topé con El templo de Sri Poyyatha Vinayagar Moorthi
La foto de bicicletas nos lleva hasta la ciudad de Malaca, famosa por sus trishaws y en Empujando el trishaw para cruzar el puente vemos que es muy divertido y cachondo pero el que lleva el cacharro suda la gota gorda en algunas ocasiones.
Fui al Cine una única vez y tiramos de la reserva para comentar tres películas. Comenzamos por la pesadísima y aburrida Piratas del Caribe: en mareas misteriosas ? Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides y ya va siendo hora que dejen de hacer esta saga (o al menos, para mí ya he llegado a mi límite). Por suerte el experimento de Somewhere, aunque tiene momentos francamente mejorables, es entretenida y terminamos con Carancho, una película argentina a la que le faltó un hervor.
Esta semana sí que tengo poco ya que entre que me voy (me he ido, me fui) y que los amigos no dejaron de invitarme a cenar para despedirse, no hubo mucho cocinado:
Y así transcurrió la semana …
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Carancho
La primera de las películas que vi en el Latin American Film Festival de Utrecht este año fue un drama romántico argentino al que llegué de pura casualidad ya que comenzaba a una buena hora y podía verla después de trabajar. Como sucede siempre con las películas de las que nunca has oído hablar, entré al cine con la única expectativa de pasar un buen rato y disfrutar con una buena historia pero la película se queda un poco corta. Se llama Carancho y en España se estrenó en septiembre del año pasado, así que salvo que la den por la tele o la alquiléis, no creo que esté en cartelera.
Un julay que trabaja denunciando a las aseguradoras de coches por accidentes conoce a una chama que intenta salvar una vida mientras él intenta agarrar un cliente
En Argentina hay un montón de accidentes de tráfico y a su alrededor se ha creado una industria. Al lugar del suceso no solo acuden las ambulancias para atender a los heridos, también acuden unos pasantes que quieren conseguir como clientes a las personas que sufren el accidente para montar denuncias contra las aseguradoras y ganar dinero. Eso es lo que hace el protagonista de la película, un hombre que empieza a cansarse de este mundo siniestro y en el que se estafa también a los clientes. En uno de esos accidentes conoce a una chica y se enamora de ella y la perseguirá hasta conseguir que le corresponda e intentará cambiar y mejorar solo que su pasado y su presente se ponen en su camino y acabarán arrinconados en una situación algo estrambótica que parece no tener una solución sencilla.
Ricardo Darín es un pedazo de actor que con su aplomo brilla en la pantalla pero si no hay un buen guión detrás de él y el resto del elenco no está a la altura, no puede salvar la película. Su historia de amor carece de gancho y se podrían suprimir todas esas escenas sin que la historia lo note y ahí está el mayor de los problemas que tuve con la peli, su falta de coherencia, lo floja que parecía por momentos y como subía y bajaba sin tener demasiada consistencia.
Cuando la película podría haber terminado el director y guionista Pablo Trapero tuvo que sufrir algún tipo de embolia cerebral porque se le fue el baifo totalmente y comenzó a cagar a conciencia todo aquello que había construido con un final que no viene a cuento, que no explica nada, que no se entiende y que fulmina todo el crédito que podían haber adquirido.
Esta es una que podéis ignorar y no os habréis perdido nada.