Todos los viajes comienzan camino del aeropuerto. Las mini-vacaciones en Pisa y Florencia no podían ser una excepción. Comenzaron yendo a la parada de autobús por la mañana con mi pequeño trolley y con la guagua llegando exactamente a la hora prevista, como debe ser. En España si quisiera usar el transporte público tendría que añadir algo de margen para los escenarios catastrofistas que seguramente sucederán pero en Holanda sigo sorprendiéndome por lo bien que funciona todo. En la estación tenía cinco minutos para comprar mi billete de tren y subir al mismo. Tampoco hubo ningún problema y a la hora exacta se cerraron las puertas y se puso en movimiento hacia el aeropuerto. La compañía elegida para este viaje volvía a ser transavia, la misma que me trajo de Gran Canaria hace una semana. Como no llevaba mucho peso no tuve que facturar. En todos mis años volando con compañías de bajo costo, nunca me han perdido una maleta, nunca he tenido retrasos significativos y nunca me han cancelado un vuelo o han sobrevendido los asientos. No puedo decir lo mismo de las líneas aéreas jurásicas, esas compañías careras y que te dejan tirado a la mínima, te pierden las maletas, te tratan como a mierda y abusan de uno sin que puedas hacer nada para evitarlo.
En lo que a mí respecta, las Líneas Aéreas Barato son esas en las que vas con el equipaje todo el rato. En el control de seguridad pasamos por la rutina habitual que incluye el colar todo tipo de objetos que seguramente están prohibidos pero que las compañías que se encargan de revisar a los pasajeros no descubren porque sus empleados están hablando y bromeando entre ellos y raramente echan un vistazo a los monitores. Es algo que sucede en casi todos los aeropuertos por los que he pasado. Hasta que no inventen un sistema automático de control los agujeros de seguridad seguirán existiendo.
El avión estaba en el quinto coño, a diez minutos andando del control de seguridad. Los únicos que están más lejos que los aviones de las líneas de bajo costo son los de Iberia, que aparcan siempre a unos veinte minutos de distancia, en un lugar que ya debe estar en la frontera con Bélgica. Imagino que será más barato y como ellos son una aerolínea tradicional que sablea a sus pasajeros ahorran algo de dinero de esa forma. Desayuné en el aeropuerto y a la hora indicada llamaron para embarcar.
Salimos unos minutos antes de tiempo y cruzamos los cielos europeos sin más problemas llegando al aeropuerto de Pisa con algo de adelanto. Me impactó lo minúsculo que es el aeropuerto y lo cutre que parece. Nos dejaron en medio de la pista y tuvimos que caminar un trecho largo hasta entrar en la terminal, con aviones rodeándonos y sin que parezca que hay mucho control. Este ha sido mi primer viaje del año en curso en que no he ido solo en un avión. Nuestro cutre-avión de pobres llegó a la hora
En el aeropuerto nos esperaba un coche de alquiler con el que nos moveríamos los días siguientes. De esta forma tan poco glamorosa comenzaron las vacaciones en Italia.
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