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  • Witte Flits

    13 de octubre de 2024

    La peli de hoy es la que ha abierto el festival de cine neerlandés de este año, honor que se reserva siempre a una muy especial, pero vamos, que el que hizo el póster de la película la quiere hundir, porque mira que es soso e inútil. El título es también algo rarísimo porque no tiene relación alguna con la trama, al parecer era como llamaban al panoli en el que se basa la película sus compañeros de fútbol. La película se titula Witte Flits y me han dicho que la traducción más apropiada al español es truscoluña no es nación y que jamás se estrenará en España.

    Un julay pone el punto y final, sin chimpún.

    Un chamo pide la eutanasia y tiene que ir por todo el proceso hasta que te la conceden, que no es decir que lo quieres y ya está listo y en su caso, fue uno de los primeros en conseguirla por un sufrimiento psicológico insoportable, o eso que en la Isleta se simplificaría como que está como una jaira. El chamo tiene cuarenta y dos años y un reguero de diagnósticos de psiquiatras, que le han diagnosticado todo, le han dado todas las medicinas y el chamo sigue requetequete-chiflado y prefiere morir. En la película lo vemos al final del proceso, cuando ya casi lo han autorizado, le falta la segunda opinión y después de eso, todo se acelera, le dan cama en el sitio en el que ponen la inyección y allí, con sus padres y sus hermanos, termina con su vida. Está basada en la historia real de uno de los primeros chamos que pidió y consiguió la eutanasia por este motivo.

    Esto es un drama. Puritito drama, aquí no hay comedia ni nada más, aunque de cuando en cuando te echas alguna risa suelta. En la película vemos al chamo, pero también nos centramos en sus padres y en el efecto que tiene sobre ellos el tener que acompañar y apoyar a un hijo que quiere morir. El hermano y la hermana aparecen, pero están como más alejados del evento, pero los padres lo viven muy de cerca. Es una historia muy triste y le quita absolutamente todo el glamur a la eutanasia en los Países Bajos, si alguien se piensa que es algo super-hiper-mega chulo, que se olvide, es un proceso despiadado, con mucha burocracia y que para cuando se resuelve, acaba en una residencia cutrísima, en una habitación que da ganas de llorar de lo patética que se ve, con una cama que parece sacada de un hospital de hace cien años, con una inyección que envenena y provoca un coma al que quiere morir y la familia que se quedan allí viéndolo apagarse. Para cuando acaba la película, en la sala no se oye ni un suspiro. Te deja sin energía. Tanto el que pidió la eutanasia como sus padres hacen un trabajo soberbio, es muy realista. Para los que nunca nos lo hemos planteado, esto es algo que resulta muy difícil comprender.

    Si eres un miembro del Clan de los Orcos, no es lo tuyo. Tampoco estoy seguro que guste a los sub-intelectuales con GafaPasta, se limitan a contar la historia, no buscan hacer un clásico o arrancarte un montón de lágrimas. Dicho esto, a mí me gustó.

  • Emmanuelle

    12 de octubre de 2024

    Lo del preestreno sorpresa es como la caja de bombones de Forrest Gump o los bombones de Harry chapaPotter, que a veces sale bien y a veces sale mal y a veces sale que te cagas en todos los muertos de los que hicieron la película, como en este caso. A todos nos pilló descolocadísimos cuando empezó, no estaba en las quinielas de nadie y bueno, en los primeros cinco minutos ya se marchó un cuarto de la gente que estaba en la sala y al final llegamos un puñado muy escaso. La película se titula Emmanuelle y solo se ha estrenado en cuatro países del universo y uno de ellos es España, en donde le dejaron el título ese que si te suena es porque igual esto es un remake de otra, que no me queda muy claro.

    Una julay putorra, se frota el coño como si fuese alérgica a los cipotes.

    Una penca va en un avión y un pasajero se la chinga por detrás. Después va a un hotel en Asia y allí se pasa todo el día de pejigueras, intentando que se la chingue un chino mariquita y una china arretranco o algo así y siempre buscando que le empeten algo hasta los pelos de los güevos pero sin suerte porque su peli llegó en la época del buenismo y ahora las mujeres están muy por encima del sexo.

    Esto es una puta mielda del copón. Desconozco si sigue la historia de la que se hizo hace la tira de años, pero en aquella, la protagonista era una joven con veintiún años que se veía joven y guapa y esta es una puretona de treinta y cinco que después de tanto tiempo, aún no sabe actuar. Como estamos en la era del buenismo, contrataron a un cámara minusválido y que no puede bajar la cámara y las imágenes siempre son de ombligo para arriba o hay un mueble espaventoso bloqueando la visión en las muy pocas, pero que muy pocas, escenas que pretendieron ser eróticas sin serlo. La escena del avión da pena, la escena de las dos panolis sentadas a dos metros de distancia haciendo como que querían inventar el fuego restregándose cada una el coño, que por supuesto no vemos, es patética y la escena del chino mirando como otro hace como que le come el chocho o algo así, pero mueve la cabeza más en la zona de las rodillas, que igual es que el panoli era ciego, es patética. Los diálogos son de denuncia en el tribunal penal de la Haya, la dirección nula y absolutamente nadie tenía ni puta idea de como actuar, estos buscaron en una tienda de liquidación de actores y actrices y compraron lo más barato. No hay trama, no hay erotismo, no hay empatía alguna con la protagonista y lo que sí que hay es un final que corta una escena mientras sucedía y que provocó los gritos de alguien del público de rabia que le dio y que comprendo. Al salir del cine, todos los que aguantamos hasta el final nos cagamos en las putas que parieron a toda la gentuza que participó en esta puta mielda del copón.

    Esto no se lo deseo ni al Marico Hechicero de Ginebra. Recomiendo tanto a los miembros del Clan de los Orcos como a los sub-intelectuales con GafaPasta llevar una garrafa de gasolina y un mechero al cine para canalizar de manera apropiada su rabia.

  • La infestación amarilla

    11 de octubre de 2024

    Después de La manada contra el amarillo, esa mañana me desperté temprano en un hotel en Bruselas ubicado en una calle en la que hasta el otro día, mataban gente con frecuente, algo natural y normal en esa ciudad, que yo la primera vez que fui, con mis padres, salimos del metro en una estación y nos topamos con la pasma, la ambulancia, el público y un crimen y el resto del día no fue mucho mejor, aquello era una ciudad de chusma y gentuza de la peor invadida por la miasma esa que vive en el país ese al sur de Andalucía con un rey julandrón terrorista-musulmán-de-mielda y que tiene bien cogido por los güevos al criminal ese que lidera una banda en España y está en el gobierno. Cuando bajé a desayunar me topé con mi jefe, que yo esperaba no tropezarme con ninguno y en los desayunos es cuando se ve lo gitana que es la gente. Yo pillé un plato con algunas cosas, con la cantidad similar a lo que desayuno habitualmente. Mi jefe se llenó un plato como si hubieran anunciado el fin del mundo y estuviera acumulando grasa para las lorzas como un oso y cuando apareció el amarillo, ese cogió un plato con aún más y cuando se los jincaron, que yo creo que ni masticaban, arramblaron con un segundo plato aún más lleno que el primero, mientras yo me tomaba un segundo vaso minúsculo de zumo de naranja y aquellos dos ya hablaban de cosas del laburo, que parece que no tienen otro tema de conversación.

    Abandonamos el hotel, bajamos al aparcamiento donde estaba el coche de mi jefe y salir del aparcamiento fue una aventura porque había varios comunicados y yo creo que recorrimos media ciudad por debajo de la tierra. Después, seguimos la ruta hasta nuestro destino, que era de poco más de un kilómetro y encontrar otro aparcamiento por la zona nos tomó más tiempo que llegar. Entramos en nuestro destino, una oficina de todas las multinacionales del país del sol caguiente para defender sus intereses frente a la desUnión Europeda y allí se fue juntando una infestación nunca vista de amarillos. Parecía que salían de debajo de las piedras, entraban más y más y muchos más. Allí todos se chupaban las pollas unos a otros y se repartían tarjetas de visita como si fueran cromos de fútbol y lo mejor era ver la cara de decepción y disgusto cuando yo no les daba ninguna porque nunca me he molestado en pedirlas en la empresa, me parecen algo inútil porque no sirven para nada y de hecho, todas las que me obligaron a coger, las tiré allí mismo en su propia papelera antes de salir, que si alguien quiere conectar con el Elegido, mejor lo hace por la red social esa de la gente con Chamba.

    A las diez empezó el chou. El primero que hablaba era el chamo con el que cenamos el día anterior, bueno, primero habló un amarillo pero como no había subtítulos virtuales, yo creo que ni él supo lo que dijo. Después vino una hora de tratar temas que interesan a las multinaciones, todos relacionados con la cantidad ingente de nuevas leyes medioambientales que hay en Europa. Resultó que hablaron del tema que ocupó las dos horas y pico de viaje en coche el día anterior y básicamente, nos daban la razón a nosotros y se la quitaban, ellos también, al amarillo del sol caguiente que estaba con nosotros, que no se daba por aludido. Después de una hora comenzaron dos presentaciones que dio una empresa consultora a la que pagan un pastizal. La primera fue un masque de que te cagas y la segunda fue un masque de que te vas por las patas pa’bajo con diarrea, pero la chama era española y como africano, la tengo que perdonar. Cuando acabó el chou, frenesí de todo el mundo dándose las manos, hablando en la lengua esa infernal del país del sol caguiente y más reparto de tarjetas de visita y sobre la una de la tarde conseguimos salir por patas de allí, dejando en el lugar al amarillo porque entre las cuatro y las ocho de la noche tenían una fiesta para celebrar los veinticinco años de la organización en Europa, fiesta a la que yo no quería acudir porque dos horas de discursos de tipos que no saben hablar inglés seguidas de dos horas de comer de pie con un plato en la mano me parecía demasiado y en eso hasta mi jefe estuvo de acuerdo.

    Esta vez mi jefe me hizo caso y en lugar de ir hacia Amberes, salimos de la ciudad en dirección al este y no había tráfico alguno, así que llegamos a Bolduque en menos tiempo del que decía el programa de navegación del coche y en la ruta, mi jefe continuó hablando de trabajo, que es su hobby y su tema favorito. Le dije que me largara en la estación de tren de Bolduque que yo seguía desde allí a mi keli, que para mi, ya había cubierto sobradamente mi horario laboral de ese día.

    El amarillo al día siguiente volvía al país del sol caguiente y volvió a mandar un correo reafirmándome en lo que le dijimos que estaba mal, en lo que los otros amarillos le dijeron que estaba mal y en lo que todo el mundo en Europa sabe que se hace de otra manera. Esta gente cuando se empecinan en ser lerdos, no hay quién les gane.

  • La manada contra el amarillo

    9 de octubre de 2024

    Huelga decir que este es el segundo día de algo que comencé a contar en El reverso amarillo o quizás incluso antes, en Herfst Biertocht Amsterdam 2024, que aquí todo está muy relacionado cuando se trata de mi vidorra sin asiento de ventana en los aviones por culpa de todos sabemos quién. El segundo día lo habían reservado para la fábrica de la multinacional del país del sol caguiente en Europa, esa a la que yo suelo ir a trabajar al menos un día a la semana, a veces hasta dos, y en la que tengo un montón de amigos y conocidos. El amarillo había visitado las fábricas gringas y ahora hacía lo propio con la europeda. Como por la tarde me forzaban a ir a Bruselas con él y mi jefe, salí de mi keli con mi bolsa del portátil habitual y con otra con algo de ropa y las cosas básicas para sobrevivir una noche en un lugar inhóspito.

    Ya en la oficina, el amarillo estaba en su salsa regalando las gominolas tóxicas que trajo y que probablemente contienen substancias que están prohibidas en la Unión Europeda. Para la reunión mi jefe invitó a los jefillos de la fábrica y yo aconsejé a los susodichos para que ellos añadieran a un selecto grupo de gente intelectualmente más desarrollada. El amarillo repitió la presentación del día anterior en la que solo habla de él y de lo chachi que es y perdió tres cuartos de hora con la susodicha y cuando pretendía perder otros tres cuartos de hora con las biografías de los que atendían la reunión, lo cortamos en seco y le dijimos que íbamos al grano. En ese momento fue cuando la manada que yo había organizado atacó en grupo y le comenzaron a llover golpe tras golpe, grito tras grito, reproche tras reproche por lo mal, muy mal y peor que hacen las cosas en su país. Él jamás se pudo imaginar que algo así le pudiera suceder y no estaba preparado porque ya me aseguré yo que nadie, absolutamente nadie, le soplara nada a mi jefillo, que seguro que se chivaba, así que organicé el aquelarre de tapadillo, aunque allí, todos, hasta mi jefe, sabían que de Uitverkorene estaba detrás de aquello porque los golpes iban siempre dirigidos a los lugares en los que duele y el otro no podía hacer nada, ni negarlo, porque eran mortalmente certeros. Al mediodía lloriqueaba como truscolán en portabultos y descubría que cuando dicen que los neerlandeses pueden ser muy directos, eso es una verdad muy cierta.

    Yo no me rebajo a comer en la cantina de la fábrica aunque me regalen la comida, como hace la escoria terrrorista-musulmán-de-mielda con la que trabajo, y al que me aseguré que no invitaran para seguir macerándole la úlcera que le estoy creando, así que me fui a caminar y ya quedé en que no atendería las otras dos horas de reuniones porque sus temas eran irrelevantes y ya estaba muy cansado de la presentación del amarillo en la que él es el mejor del universo.

    A las tres de la tarde los veo aparecer y ya nos íbamos porque el tráfico hacia Bruselas desde los Países Bajos es siempre horrendo y mi jefe desconoce el concepto del transporte público. El software que usa en su coche para la navegación le recomendó una ruta y yo ya le dije que esa ruta era una cagada y bueno, dos horas y media más tarde se lo repetía con saña. En todo ese tiempo, en el carro, solo se hablaba de un tema, una orden que nos han mandado desde el país del sol caguiente y que nosotros nos negamos a obedecer. El amarillo nos camelaba y nosotros le decíamos que no, que no, que requete-no, que requetequete-no y él volvía a intentarlo, pero no consiguió sacarnos el sí. En Bruselas teníamos un hotel en el centro de la ciudad, en una calle que tenía muy mala pinta y habíamos quedado para ir a cenar con un amigote del amarillo en un restaurante japonés o algo así, pagando el amarillo.

    Resultó que el amigo ese era uno con el que yo trabajé en la otra multinacional del país del sol caguiente en la que he laburado, el que organizaba las sesiones medioambientales en Londres a las que yo acudía todos los años a morirme de aburrimiento y que están en multitud de anotaciones del mejor blog sin premios en castellano. Me contó que el chiringuito de Holanda se fue al carajo después de que me botaron, que yo ya lo sabía y que a fin de año echan el cierre, que también yo lo sabía. Lo que él no sabía fue la movida que hubo con aquella pendeja que fue mi jefilla y que cuando su intimísima amiga comenzó a intimidarme, o eso que en inglés se dice bullying, y yo le monté una estrategia de víctima fantástica, ella se puso del lado de la otra porque según ella, las hembras se tienen que defender en manada. Después de eso, cuando me botaron, perdieron el pastizal que pagaban los amarillos por mí porque yo me chivé a ellos de que me pusieron en la puta calle y cuando ella intentó conseguir mi número privado de teléfono porque la otra no tenía ni puta idea de nada y aunque me echaron por redundancia, la otra no sabía ni mear en un retrete, con todos los que intentó que le dieran mi número se encontró que yo también podía jugar al mismo juego y a todos les mandaba el mensaje que le tenían que leer informando a esa zurriaga, sucia y rastrera que los hombres tienen que defender a los hombres y que a ella, le deseaba todo lo peor, siempre. La muy retrasada intentó conseguir trabajo en una empresa en la que trabaja uno de mis amigos y les di tal cantidad de munición para la entrevista de trabajo, que mi amigo tampoco la podía ver, que sobre la mitad de la misma y a punto de empezar a llorar les dijo que quizás ese puesto no era el adecuado para ella y por la precisión de los detalles en las preguntas, esa gilipollas tiene que haber comprendido por fin eso que dice que la venganza es un plato que se sirve más bien frío. El chamo flipó con la información que recibió y que me dijo que usaría con gusto.

    En el japonés, resultó que el amarillo era intimísimo del dueño, del cocinero y de todos los demás, que él vivió en Bruselas durante siete años y no te quiero ni contar la de platos fuera del menú que nos trajeron, que nosotros no pedíamos porque venía el cocinero con las cosas y cuando en las otras mesas preguntaban, les decían que esas cosas no eran para ellos. La bacanal culinaria acabó casi a las once de la noche y aún nos quedaba el día siguiente.

    El chamo que vino a cenar con nosotros, cuando le dijimos la calle en la que está el hotel nos dijo que hasta hace cuatro o cinco años, en esa calle se mataba a gente casi todos los días, el que se aventuraba a entrar por ahí era porque quería morir. Según él, ahora la zona comienza a estar muy bien y en cinco años será maravillosa, aunque yo, vista la cantidad de mendigos durmiendo con cajas en los portales de los edificios, tiendo a no estar de acuerdo con el concepto de que la zona está muy bien, que nuestro hotel, para evitar que se le apalanquen los mendigos, tenía un sistema de tripe puerta que ni en las cárceles más seguras del universo.

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