Uno de los motivos recurrentes en mis fotos de Sevilla es el río Guadalquivir, aunque en las que he elegido no aparecerá con frecuencia. Aquí lo podemos ver junto a la Torre del Oro, una preciosa construcción de treinta y seis metros de altura que data del siglo XIII (equis-palito-palito-palito) o al menos la base de la misma ya que si la dividimos en las tres partes que se ven en la foto, la segunda es del siglo catorce y la parte superior del 18. Ha sido restaurada varias veces y en su interior está el Museo Naval de Sevilla, el cual tengo que reconocer que no me interesó lo más mínimo ya que yo lo que quería era ver el edificio por dentro. Además de torre de vigilancia, el edificio ha sido usado como capilla, museo y prisión.
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Cien euros de cine
Esto es el acabose. Está claro que por culpa del expresidente ZaPatazos y su nefasta Alianza de las inCivilizaciones vamos de puto culo y cuesta abajo. Durante el año 2010, con Cien euros pude ver CUARENTA Y NUEVE películas en el cine. Un año más tarde, en el 2011, con Cien euros me dio para ver la astronómica cifra de CINCUENTA Y OCHO películas y yo me las prometía tan felices y pensaba que este año sería la sensación. Menudo palo. Los números, al igual que el algodón, no engañan y en el 2012, con CIEN LEUROS solo me ha dado para ver CUARENTA Y TRES películas con lo que me sale que pagué de media la abusiva cantidad de dos leuros y treinta y dos céntimos cada vez que fui al cine. La película más cara y con la que me atracaron miserablemente fue el puto bodrio de La montaña rusa, película española más subvencionada que el chabolo de un político y por la que pagué siete leuros. Crucé la línea de los cien leuros el 1 de abril pero las circunstancias de la vida son muy complicadas y hasta ahora no había tenido tiempo de comentarlo (o más bien, pensaba que me daría para ver más cine y no me había molestado en mirarlo). Todo apunta a que en el 2012 me gastaré más dinero en cine que en años anteriores.
Repitiendo lo que hice otros años, pongo la lista de películas ordenadas según las fui viendo y no según las comenté, ya que sabéis que sigo un orden abstracto a la hora de elegirlas para que aparezcan en la mejor bitácora sin premios en castellano. Comenzamos el año con Criadas y señoras ? The Help y seguimos con J. Edgar, The Rum Diary, La dama de hierro ? The Iron Lady, El gato con botas ? Puss in Boots, Misión: Imposible ? Protocolo Fantasma ? Mission: Impossible ? Ghost Protocol (la cual veía por segunda vez), The Inbetweeners Movie, La hora más oscura ? The Darkest Hour, Mi semana con Marilyn ? My Week with Marilyn, Los descendientes ? The Descendants, A Good Old Fashioned Orgy y hasta este punto corresponden las películas del mes de enero. Durante febrero fui a ver The Artist, Los Muppets ? The Muppets, Caballo de Batalla ? War Horse, Shame, Süskind, Star Wars: The Clone Wars, Viaje al centro de la Tierra 2: la isla misteriosa ? Journey 2: The Mysterious Island, La invención de Hugo ? Hugo, Ghost Rider: espíritu de venganza ? Ghost Rider: Spirit of Vengeance, The Devil Inside, El invitado ? Safe house, Hesher, Esto es la guerra ? This Means War (la vi dos veces) y La mujer de negro ? The Woman in Black. En el mes de marzo fui a ver Project X (y fui dos veces), Tan fuerte, tan cerca ? Extremely Loud & Incredibly Close, De tu ventana a la mía, Intocable ? Intouchables, Luces rojas ? Red Lights, La montaña rusa, The Loneliest Planet, Chronicle, John Carter, Los juegos del hambre ? The Hunger Games (la cual he visto dos veces en el periodo en cuestión y unas cuántas más después) y Quiz. En el mes de abril fui a ver Albert Nobbs y Ira de Titanes ? Wrath of the Titans, película que cierra la lista.
Gracias a mi despiste parece que ya las he comentado todas. La película más barata de esa lista fue Albert Nobbs por la que pagué la friolera de un leuro y diecinueve céntimos gracias a que el cine me cuesta diecinueve leuros al mes (salvo excepciones en festivales, cine en España y un pequeño suplemento por las películas 3D) y durante el mes de abril acudí con tanta frecuencia que redujo la media mensual un montón. Ya ni me molesto en preguntar porque dudo que haya alguien que le saque más partido que yo a cien leuros yendo al cine de verdad y no descargándose las cosas para verlas en su casa.
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Columnas de la Alameda de Hércules
Cuando estuve en Sevilla nos quedamos en unos apartamentos que estaban al lado de la Alameda de Hércules así que mi primera foto en la ciudad fue esta de las columnas. La historia de ese parque es increíble ya que se remonta a 1574 y se considera el más antiguo de España y Europa. Estuvimos por allí un par de veces tomando algo en los bares que bordean el parque y paseando. Las columnas que vemos en la foto proceden de un templo romano y sobre las mismas se pusieron esculturas de Hércules (supuesto fundador de la ciudad) y Julio César. Se nota que fui en invierno porque la foto la hice a las nueve y pico de la mañana y parece que está anocheciendo.
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En bicicleta por la isla de Duy Vinh
El relato comenzó en El salto a Hanoi
Mi última tarde en Hoi An tenía apalabrada una excursión en bicicleta por la isla de Duy Vinh. Fui a la oficina de Heaven and Earth que son los que organizan esta actividad y allí me junté con un grupo compuesto por otras siete personas, cuatro australianos, 3 franceses y un africano-español que dejó el país antes de que el expresidente ZaPatazos lo condenara al cuarto mundo. El paseo comenzaba con un viaje en barco de unos tres cuartos de hora por el delta del río Thu Bon, con lo que la excursión en barco que no hice el día anterior, la tuve ese día. En el río se puede ver como los pescadores extienden unas redes gigantes, sumergidas y llegado el momento las levantan y pillan todo lo que hay dentro. Otra forma de pescar con red parece ser aprovechando las fuertes corrientes. Se pone una red como un condón agujereado y se va llenando de peces que no pueden salir por la fuerza del agua. La gente que nos cruzábamos iba muy relajada y parecían vivir con una velocidad distinta a la de nuestro mundo.
Al llegar a la isla fuimos a la casa de la suegra del dueño de la compañía y allí, además de ver una casa auténtica vietnamita, observamos como hacían esterillas y alucinamos cuando nos dijeron que tardan cuatro horas en hacer cada una y ganan ochenta céntimos por esterilla terminada, gastándose casi dos leuros y medio en el material. Las esterillas estas las usan los vietnamitas para dormir, ya que les gusta dormir en duro y eso se nota hasta en los colchones de los hoteles, que a veces parecían hechos de madera. Creo que en tres semanas en el país, no logré dormir un solo día bocabajo y esa es mi manera habitual. La casa tenía las tradicionales tres puertas, ya sabéis, la de la izquierda para seres inferiores mayormente conocidos como hembras, la de la derecha para seres superiores con tiburón entre las piernas y la del medio para los espíritus de la familia, los cuales prácticamente viven allí ya que los ancestros están enterrados en el campo de arroz de al lado. Cuando el río sube esa casa se inunda y sus ocupantes ponen tablas de bambú en lo alto y suben todas sus pertenencias y viven allí los días que haga falta. A nadie le agobia esto, es lo que ha sucedido desde tiempos inmemoriales y les parece normal. El río, con su subida, abona todas las tierras y ellos lo agradecen.
Desde allí comenzamos a pedalear por senderos pequeños y muy folclóricos. Pasábamos junto a casas con las familias sentadas en el porche, vimos colegios en los que los niños paraban la clase y nos gritaban jelou y se emocionaban hasta las lágrimas cuando les respondíamos y hasta nos cruzamos con algún macho cabrío que nos quiso hacer frente. En un punto determinado teníamos que cruzar un puente flotante en bicicleta, aunque hubo algún cobarde que lo hizo andando. Para añadir algo más de dificultad, el puente tenía un montón de clavos que se habían salido en la zona central y había que pedalear manteniéndose en los extremos mientras el puente se movía al ritmo del agua y de las bicis que pasaban y yo cargaba la cámara. Toda una experiencia divertidísima. Además de los turistas íbamos con el dueño de la compañía, Pascal, un francés encantador y con dos chicas, una que estaba aprendiendo y la otra más curtida. Las chicas no paraban de parlotear y de tratar de averiguarlo todo sobre nosotros. Creo que les impactó la cantidad de viajes que tengo a mis espaldas.
Paramos en el equivalente a un bareto, aunque aquello era más bien como un cuchitril y nos tomamos una MIRINDA de botella. Creía que habían desaparecido del universo e incluso del mundo. Como todo el mundo sabe, la Mirinda es un invento auténticamente español y en las islas Canarias creo que todavía se consigue. Fuimos a ver como se fabrican los barcos cesta,hechos de bambú y que como todo tienen su historia. Los franceses, en su afán por exprimir al populacho al máximo, pusieron impuestos a los barcos en su época colonial. Los vietnamitas, más listos que el hambre de un obeso, modificaron el diseño de los mismos y los convirtieron en unas enormes cestas de bambú y aprendieron a remar en esos bártulos y por supuesto no pagaban impuestos ya que no eran barcos sino cestas. Después de la marcha de los franceses siguieron usándolos porque son muy prácticos. Una señora de la quinta de Matusalén nos enseñó a remar y a movernos con ellos y después fuimos a un meandro del río a practicar, algo que creo que está debidamente documentado en mi canal del llutuve.
Tras esto, seguimos pedaleando por el lugar y descubriendo nuevos y preciosos rincones y disfrutando con la amabilidad de todo el mundo y lo relajados que estaban. Paramos también en una fábrica de ladrillos, un proceso fascinante que comienza en el barro y que es para verlo y no creerlo. Allí me enteré que la cantidad que hace falta para comprar los ladrillos suficientes para hacer una casa es de unos tres cientos millones de dong vietnamitas, lo cual seguro que te deja mal cuerpo hasta que te enteras que vienen a ser unos doce mil leuros. Los empleados de la fábrica de ladrillos, un trabajo duro de verdad, ganaban algo más de un leuro al día. Cruzamos junto a campos de arroz pero esta no es la época para verlos plantando así que no eran demasiado espectaculares.
En otra parada, las cuales se agradecían porque hace demasiado calor como para estar en bicicleta todo el tiempo, estuvimos en una carpintería que hacía unos muebles de ensueños que creo que en español serían lacados (lacquerware furniture). Hacen unos diseños preciosos, vacían la madera y la llenan con trocitos de conchas de ostras y después le dan un tinte especial. En la fábrica en la que estuvimos, un negocio familiar con tres personas trabajando, hacían cosas que no tienen precio. Aún más increíble es que el artista, el que se encargaba de los diseños, era un chico minusválido, como todo crispado sobre sí mismo y con las manos junto a los pies. Daba grima verlo pero cuando veías su trabajo se te ponía la piel de gallina. Me explicaron que cuando llega la lluvia, sacan todo del lugar y lo llevan a un ático que tienen.
Nuestra última parada, después de pasar junto a un colegio en el que los niños acababan la jornada y se volvieron locos con nuestra presencia, fue ir a ver un pequeño astillero en el que se hacen barco de madera, sin clavos o metal alguno. A los barcos en Vietnam les pintan ojos en la parte delantera ya que al parecer, creen que hay monstruos bajo el agua y si le ven ojos al barco lo respetan y no lo atacan. Tras esta visita fuimos pedaleando hasta un lugar en el que llegaba una barcaza-ferry, llena de locales, con decenas de motocicletas y bicis y cuando descargó, cargaron nuestras bicis además de un montón de motos y otras bicicletas y con la barcaza petada hasta arriba, cruzamos el río de vuelta hacia Hoi An solo que esta vez estábamos en el otro lado de la isla Duy Vinh y el trayecto solo duró algo más de cinco minutos. Si entrar las bicicletas en la barcaza fue un espectáculo, sacarlas fue aún mayor, haciendo marabarismos junto al barco para no caer en el agua. Desde el lugar en el que nos dejaron pedaleamos de vuelta a las oficinas de Heaven & Earth y nuestra excursión acabó tomando agua fresca en el lugar. En resumen, fue una de las mejores experiencias de mis vacaciones y un flipe que no veas.
Ese día cené en el restaurante Blue Dragon, el cual no me pareció gran cosa aunque la comida tampoco estaba mal y por los dos leuros y pico que pagué tampoco nos vamos a poner exigentes. Al parecer parte de los beneficios se destinan a ayudar a niños pobres.
Por la noche di un último paseo por Hoi An y me acosté temprano ya que al día siguiente volaba hacia mi siguiente destino y lo hacía al alba. Si hay alguien pensando en ir a Vietnam, Hoi An es parada obligatoria.
El relato continúa en Saltando a Nha Trang