Los mismos fallos en nuestra programación que nos alejan de las perfectas sociedades comunistas en las que todos trabajamos por el bien común y esas boberías que dicen los que más roban son los que permiten que hay alguien en el universo capaz de hacer una lámpara tan horripilante como la de la foto. Está claro que siempre existirá un comprador para esa lámpara que adornaba el escaparate de una tienda en Dublín. Aquí el delito es tanto del creador como del vendedor y del comprador. El artista tiene una mente muy perversa que debería ser estudiada y analizada para comprobar si esa tara se puede transmitir al resto de los humanos. El vendedor obviamente quedó encantado con la obra y decidió que merecía un lugar prominente, en su escaparate, porque está convencido que esto lo merece y pronto le reportará un buen dinero. El posible comprador, ese que la admira y decide en ese mismo instante que por fin ha encontrado el complemento perfecto para su salón, ese sí que tendría que ser neutralizado porque su casa puede contener más objetos de este estilo y la acumulación de los mismos seguramente provoca daños irreparables en la capa de ozono y alrededores.
Todo dependerá de lo que entendamos como arte. Si hablamos de la creación que hace alguien para expresar una visión sensible del mundo que le rodea, estaríamos ante algo que es más bien un esperpento ya que no hay nada sensible en el pollo-lámpara fumador. Sin embargo, cuando vemos esta cosa se disparan una serie de percepciones y sensaciones en nuestros interiores que son el resultado de esta pieza y exactamente eso es lo que busca un artista, así que volvemos a tener que considerarlo arte.
Yo soy de los que creen que hay que dar una libertad total a los artistas y si alguien quiere hacer una cosa como esta, que la haga. También soy de los que creen que dentro del mundillo del artisteo y de sus creaciones, hay mucho mal gusto, mucha obra baladí, que pasará sin pena ni gloria y que de no ser por malas personas como yo ni siquiera sabríais de su existencia.