Aquellos que leen esta bitácora con cierta regularidad y llevan siguiendo mi vida durante un tiempo saben que además de mirarme el ombligo con autocomplacencia me gusta escribir relatos y boberías que se me ocurren sin ton ni son y que ejercitan mi maltrecho dominio del idioma. Para algunos de esos lectores puede que las últimas anotaciones hayan sido diferentes y quizás hayan percibido la sutil carga agresiva que había en todas y cada una de ellas. Llevamos ya varios días con una trama secundaria que ha manchado puntos del Hembrario (ver aquí), la vida y milagros del chino (ver aquí), y las categorías de Desvaríos y Relatos (ver aquí y aquí). Hoy me gustaría explicar un poco mi motivación para haber realizado este despliegue.
Hace no mucho hablé de los ciclos y de como comienzan y acaban continuamente. Es un proceso natural. Estoy conociendo gente nueva prácticamente a diario y muchos de ellos cruzan diferentes fases y si cuaja es posible que lleguemos a ser amigos. Uno de esos ciclos fue con alguien que leía y comentaba en la bitácora. Pese a la distancia geográfica, llegó a concretarse en un par de encuentros en persona. La primera vez no fueron más de dos horas y media y la segunda dos días. Después de ese segundo cruce quedó bastante claro para mí que nuestros caminos iban por sendas distintas y algunos sucesos que vinieron a continuación terminaron de definir la balanza hacia el lado que concluye el ciclo. Hay cosas que no tolero y la manipulación, el chantaje, la presión y el abuso están en ese grupo y en este caso se veía claro que lo mejor era poner tierra de por medio. Traté de explicarlo de forma sutil y correcta pero algunos no escuchan más que su propio vozarrón ya que parece que están dando alaridos continuamente. En cualquier caso, el ciclo terminó y fue de una forma bastante drástica. Esa persona siguió sin darse por aludida y continuó acosando y para que quede bien claro de lo que estoy hablando, me refiero a perseguir, apremiar e importunar a alguien con molestias o requerimientos. Bloqueé su correo y como jamás tuvo acceso a mi teléfono no hubo más problemas e incluso en el hipotético caso de poseer mi número, el filtro de mi teléfono solo permite que nueve personas me puedan contactar directamente y el resto han de dejar sus mensajes en mi buzón de voz, el cual raramente escucho.
El tiempo pasó, llegó la época navideña y el susodicho individuo continuó con su acoso. Visto que no le daba resultados, cambió la estrategia y trató de usar a una amiga mía para hacerme llegar sus mensajes. No funcionó y cuando ella le devolvió su recado ya que así se lo pedí, la acusó de interponerse y conspirar para romper la relación, la misma que ya no existía. Aquí me vuelvo a parar porque quiero que comprendáis que cuando hablo de acusar estoy concretamente refiriéndome a imputar a alguien algún delito, culpa, vicio o cualquier cosa vituperable. Comenzó de esa forma a acosarla a ella también porque la acusaba de ser la causante de algo que nunca se supo qué fue. Su acoso fue continuado durante un prolongado periodo de tiempo, con insultos, llamadas, correos, mensajes y todo tipo de triquiñuelas que no cesaban pese a ser requerido para ello. Su actitud fue vil y rastrera, propia de un delincuente o un mamarracho hijo de mala perra.
Todo esto lo adornaba de falacias, que no son otra cosa que engaños, fraudes o mentiras con los que se intenta dañar a alguien, aunque también podemos verlas como hábito de emplear falsedades en daño ajeno. Tremenda alimaña no se cansaba y continuaba incesante su acoso a una persona que no tenía por qué recibir ese tratamiento y ya no lo intentaba conmigo o al menos yo no era consciente de ello ya que los filtros en mi correo funcionan perfectamente y toda la mierda que no me interesa es borrada nada más recibirla.
En un momento determinado y cuando ya se le había dado un ultimátum final, volvió a manipular y retorcerlo todo contando falacias y presentándose como la víctima de un complot para dañarlo a él, o a ella porque se cambió el sexo, la cara, la edad y todo lo que se podía cambiar y se presentó como una tierna y delicada joven que sufría por lo que los demás le hacían. Aunque despreciable en el fondo y en la forma, ya ni me preocupaba porque lo importante era que estaba fuera de nuestras vidas o así creíamos. Esta semana volvió a dar señales de vida haciéndose la dulce bestia que actúa como si nada ha sucedido y eso desencadenó la sucesión de anotaciones que han precedido a esta.
Aleja jacta est o Alea iacta est es una frase que usamos cuando queremos especificar claramente que hemos cruzado el punto de NO RETORNO, que nuestro paso es irrevocable y no tenemos ningún miedo al riesgo o la confrontación. Ese es exactamente el mensaje que quiero que cierto gilipollas, acosador, mentiroso y acusador capte de una puta vez. Hemos trazado una línea y esperamos que NUNCA MÁS la cruce. NO TIENE NI AHORA NI NUNCA MÁS NINGUNA POSIBILIDAD DE COMUNICARSE CONMIGO O CON MIS AMIGOS, no queremos saber nada más de él, ella, ello o lo que demonios sea. No nos interesa lo que pueda decir, como lo pueda decir y en lo que a mí respecta, se puede pudrir en el infierno y eso no me robará ni un segundo de sueño. En esta bitácora no podréis encontrar ni una sola referencia suya porque he borrado todos sus comentarios y aquellos en los que cualquier otra persona le decía algo respondiendo a alguna de sus estupideces. Para mí ya NO EXISTE.
Hoy cierro completamente su ciclo y jamás se volverá a abrir.