En el centro de Copenhague, en un lateral de la plaza del ayuntamiento tenemos una estatua masiva de Hans Christian Andersen, el hombre de cuya imaginación surgieron algunos de los cuentos más increíbles de nuestra infancia.
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El fin de semana de Pascua
El viernes salí de mi casa cargado como una mula. A mis espaldas llevaba una mochila petada hasta arriba de cosas. No iba a volver a mi casa hasta el sábado por la noche.
Después del trabajo dejé mi bicicleta en el aparcamiento vigilado gratuito que hay cerca de la estación de Utrecht Centraal y tomé otro tren para ir a Woerden, en donde me esperaba mi amigo el Rubio con dos de sus hijos. Fuimos todos juntos a su casa parloteando en el coche y cuando nos juntamos con su esposa y su hija más pequeña comenzó realmente el fin de semana lúdico. Jugamos, reímos, charlamos y comimos con todos sentados en la mesa enorme que tienen y viendo como la lluvia golpeaba en las ventanas. Por una vez y sin que sirva de precedente conseguí escaquearme y que fueran los padres los que acostaran a los chiquillos y para cuando volvieron de tan ardua tarea, casi me pillan echándome una siesta tras cocinar unas magdalenas.
Comenzamos bebiéndonos una cerveza Tripel que le habían regalado a mi amigo y después bajamos un par de grados para no terminar destrozados. Nunca dejará de asombrarme lo fácil y natural que resultan las cosas a mi alrededor, la sensación de estar en familia que envuelve a mis amigos. Pasada la medianoche nos hicimos las fotos de rigor, siempre del mismo tipo, siempre en este tipo de sesiones en las que me hospedo en su casa. Tengo casi diez años de esas fotos en las que se puede ver como hemos ido mejorando con el tiempo. Sobre las tres de la mañana dimos por terminado el evento y después de lavarme los dientes me fui a dormir.
Me desperté alrededor de las ocho y media y como sabía que ya no volvería a dormirme, me fui a la cocina y me puse a preparar Pannenkoeken. Los chiquillos llegaron quince minutos más tarde para «ayudarme», aunque con esa capacidad para la concentración que tienen te dejan tirado a poco que oyen un ruido en el jardín, ven volar un pato o se distraen con las abundantes musarañas. La más pequeña de la casa ha aprendido a gatear no hace mucho y no se cansa de recorrer la casa de un lado a otro, probándolo todo, intentando abrir todo aquello que tiene pinta de puerta y mirando siempre con gran curiosidad. Sus hermanos la siguen a veces y la enfilan hacia los lugares en los que le esconden alguna cosilla que ella encuentra y que le lleva una sonrisa triunfal a la boca. No cabe duda que es feliz con cosas muy sencillas.
Terminé el desayuno y nos sentamos todos (salvo el padre) a comer. Siempre pasa lo mismo. El prefiere aprovechar para dormir una hora más y me obliga a mi a realizar las diferentes actividades que conducen a la quema masiva de energía por parte de las tres unidades pequeñas. A las once y pico lo vimos llegar, desayuno y después fueron todo prisas ya que nos íbamos a la piscina.
Era la primera vez para la hija más pequeña y no sabíamos si se lo tomaría bien o acabaría echando la jiñada del milenio en la piscina. A esas horas el lugar no está muy lleno y después de cambiarnos nos metimos en una de las múltiples piscinas. Estuvimos una hora en el lugar, tirándonos por los toboganes, corriendo, saltando al agua y haciendo la bomba y una vez acabó todo, dejando que el agua de las duchas se llevara todo el cloro que llevábamos encima.
Todos me acompañaron a la estación para despedirme, con los chiquillos lanzándose para que los bese y el padre tratando de escaparse y esconderse para que no le diera el abrazo de rigor. Fue nuestra celebración del fin de semana de Pascua ya que esa misma tarde conducían al sur del país para ir a ver a sus padres y pasar con ellos el domingo y el lunes. Desde Woerden tomé el tren para ir a Amsterdam a donde llegué a tiempo para ir al cine con mi amigo el Niño. Cuando nos encontramos le di la manó y me preguntó si ya lo odiaba lo suficiente como para no darle un abrazo, si ya no éramos amigos. Todavía recuerdo cuando salía por patas si trataba de abrazarlo y ahora es él quien me reprocha que no lo haga. Tras la primera película nos fuimos al 3 Sisters y pedimos algo para comer, tomamos unas cervezas y volvimos al cine para nuestra segunda película. Después seguimos bebiendo un rato más y nos despedimos, esta vez sí que con un abrazo. Llegué a mi casa muerto y caí rendido en la cama hasta casi las diez de la mañana del domingo, día en que volví a pasar por Amsterdam.
Junto con el mes de agosto, la Semana Santa es uno de los peores momentos para estar en esa ciudad por culpa de los turistas. Está atestada de gente que se para continuamente, camina de forma transversal y pretende que se detenga el universo para que ellos hagan sus fotos. En una de las tiendas un hombre que se encontraba delante de mi no hablaba una sola palabra de inglés u holandés y estaba en un lazo infinito con una conversación absurda. Quería un bocadillo y lo quería caliente y los empleados le decían que aquel era un bocadillo frío pero él no lo comprendía y seguía dale que te pego insistiendo para que se lo calentaran, lo cual quizás fuese posible si tuvieran un horno pero es un local que solo vende bocadillos «fríos». Se lo expliqué, me miró como si le hubiese transmitido el mayor de los secretos y después me pidió que les pidiera que compren un horno para que así la gente pueda comer los bocadillos calientes. La chica que atendía flipaba en colores, al igual que yo.
La celebración de la Pascua es un evento familiar en los Países Bajos. Se hacen comilonas, te encuentras con la familia y compartes un tiempo con ellos. Yo lo hice con mi familia adoptada, esos que llamamos amigos y que siempre están ahí cuando los necesitamos.
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La semana pasada en Distorsiones
Con algo de retraso por culpa de mi vida social por fin han llegado las Distorsiones de primavera y ya tendríais que haber seguido el enlace anterior para ver el reluciente aspecto de la mejor bitácora sin premios en castellano. Una vez hemos acabado con la parte comercial del tema, entramos en materia y os sugiero que leáis con atención El vaso lleno para comenzar a asimilar los cambios que se aproximan en mi vida y para tener algo más de información sobre el día en que lideré una rebelión, para eso tenéis Formas de comunicación.
La semana pasada acabamos con el relato del viaje a Praga en octubre. El último episodio fue El monasterio Strahov, Loreto y la colina Pet?ín. Es probable que esta semana comience a contar el viaje a Dinamarca.
Lo verdaderamente importante de la semana pasada fue un Desvaríos en el que sigo repartiendo candela a la organización criminal a la que me han obligado a pertenecer. El relato se llama El exorcista ? La verdadera historia y seguro que captáis en seguida de qué va el tema. El gran Buscador me mandó un mensaje directo y ahora sabemos que ?l le ama. Por suerte ya no soy un niño y no tengo que preocuparme.
Vimos un par de imágenes que se ganaron su entrada al Club de las 500. Se trató de unos Monos babuinos en el club de las 500 con los que me crucé en Sudáfrica y la Amsterdam Centraal Station en el club de las 500. Después comenzamos una nueva serie que nos llevará por las calles de la ciudad de Copenhague. Comenzó con La sirenita de Copenhague y al día siguiente vimos La Sirenita de Copenhague desde el agua.
Esta semana he ido cuatro veces al Cine pero como llevo algo de retraso tengo una pequeña reserva de la que seleccionar aquello que quiero comentar. Me encantó Cómo entrenar a tu dragón ? How to Train Your Dragon, una película altamente recomendable y también me lo pasé muy bien con la violencia desmedida y gratuita de Desde París con amor ? From Paris with Love y para que digan que no me gusta todo, de ahí salté al drama romántico Recuérdame ? Remember Me que me dejó muy buena impresión.
El paseo visual por la comida que salió de mi cocina es bastante limitado porque cené varios días fuera de casa pero aún así, hubo algunas cosillas:
Y como todos los meses, tenemos la gráfica con el porcentaje de tarta que tienen los diferentes navegadores que arriban a mis tierras:
Lo primero que llama la atención es que el Internet Explorer parece haber recuperado terreno y sube un 1,52% hasta llegar a copar el 56,47% del total de las visitas. La razón para este cambio de tendencia está en que en el mes anterior me endiñaron un menéame que distorsionó las estadísticas y ya sabéis que en esa fauna, algunos productos están muy mal vistos y entre ellos brilla con luz propia el Internet Explorer. Quizás por la misma razón, el Firefox cae un 1,48% y se queda con el 28,76% de las visitas. Quizás comienza a mostrar síntomas de agotamiento frente al avance sostenido y continuo del Google Chrome que este mes incrementó su trozo en un 0,26% y con 9,12% se queda a las puertas de superar el 10% para el mes que viene. En cuarta posición sube un 0,11% el apple Safari y se coloca con un 4,05% de la tarta.
Superado el primer trimestre, las estadísticas de las visitas a la bitácora durante los pasados tres meses producen la siguiente gráfica:
Aquí sí que se puede ver claramente el meneazo que me metieron en febrero. Hay que fijarse sobre todo en el número de visitantes que repiten, el cual suele ser bastante estable y que muestra que casi todas esas páginas servidas lo fueron única y exclusivamente por la anotación El iPad es perfecto para mi.
Y así transcurrió la semana.
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Recuérdame – Remember Me
Me he pasado toda la semana intentando convencer a mi amigo el Niño para que fuera conmigo al cine a ver una película que llevaba las etiquetas de drama y romántica bien visibles. Todos los días me ha repetido hasta la saciedad que preferiría que lo obliguen a ver doce horas seguidas del canal internacional de TVE antes que sentarse en un cine durante dos horas para ver Remember Me y finalmente no se vino. Lo siento mucho por él porque Recuérdame es una buena película que cuenta una historia preciosa.
Un julay consentido se encoña de una piba que está como para clavarla en el catre y dejarla ahí para siempre y al mismo tiempo trata de detener la descomposición de su familia disfuncional y traumatizada
Comenzamos la película con dos dramas. Por un lado vemos a una niña que presencia como unos ladrones matan a su madre mientras esperaba el metro en Nueva York y por otro vemos a una familia que va a la tumba de uno de sus seres queridos para celebrar el aniversario. Pronto ambas historias se cruzarán cuando dos jóvenes se enamoran sin querer, ambos con el corazón parcheado y bien lleno de cicatrices y por extraño que parezca, hay una enorme fuerza gravitacional que los llevará a hacer que lo suyo funcione. Mientras, sus pequeños mundos, aquellos de los que vienen, se deshacen poco a poco y ambos intentarán detener esa hecatombe y salvar aquello que se pueda. Al final, como siempre, el amor lo puede todo pero a veces el precio a pagar es sencillamente muy alto.
Robert Pattinson nos sorprende con una pequeña historia de amor y drama que lo aleja bastante del papel de vampiro rechulo al que nos tiene acostumbrados. De repente lo vemos como un joven sensible, perdido, asustado, enamorado, que ama a su familia y trata de mantenerla unida, que comienza una venganza que acabará como una gran historia de amor y que en todo momento resulta muy creíble. Esa es la gran sorpresa de esta película, saber que puede actuar, que si nos muestra ternura, la podemos ver al otro lado de la pantalla y que puede tener mucha química si a su lado está la compañera adecuada. La historia se va desenvolviendo por el camino ese que sabemos que lleva hacia las lágrimas y aunque nos lo olemos y lo vemos venir, el suceso que marca el final de la historia nos pilla por sorpresa y nos da una patada allí en donde más duele y nos deja noqueados, despertando al mismo tiempo un montón de recuerdos que todos llevamos dentro y que están ahí esperando a que destapemos el frasco en el que los guardamos.
Me sorprendió reconocer un montón de rincones de Nueva York por los que he pasado y casi sentir ese extraño hormigueo que te recorre cuando caminas por allí y sabes que estás en la capital del universo conocido. También me gustó el dejarme llevar en esa montaña rusa emocional que sustenta la película y en la que las emociones más básicas son muy importantes. Aunque a algunos les chirríen los dientes y se persignen aterrados, no me importa que se sepa que me lo pasé muy bien y que salí del cine con la sensación de haber visto un muy buen espectáculo y de eso es de lo que se trataba.
No es el tipo de cine al que vas con los amigotes pero sí algo más íntimo para ic con tu pareja, sin grandes pretensiones y sabiendo de antemano que es un drama romántico y que en estos, las risas y el buen rollito no abundan. Aún así yo te diría que vayas a verla.