Una de estas noches en Gran Canaria fui al cine solo y antes de entrar a ver la película busqué algún lugar por Triana para comer rápido. Las opciones por la zona del cine son pocas. O el patio del Peregrina, o Bocatta, o Pepe Chiringo. Elegí esta última aunque hacía por lo menos diez años que no comía en uno de estos restaurantes de comida rápida. Seguro que no os suena de nada el nombre porque es una cadena local, repartida por todos lados y muy popular entre los Canarios por razones que me son del todo desconocidas.
En lugar de las típicas hamburguesas (que las tienen) ellos se han especializado en bocadillos de lomo, vuelta y vuelta, pechuga y similares. Los inicios de esta cadena fueron en un local al lado del multicines Galaxy’s, en pleno centro de la ciudad cuando El Corte Inglés era el único centro comercial y el corazón de la villa se desplazó desde Vegueta/Triana hasta el lugar en donde estaba situado. Los domingos por la noche todas las parejas iban al cine y se compraban un bocadillo en el Pepe Chiringo. Las colas eran de vicio y las esperas interminables. También comprabas papas fritas y cuando por fin te daban tu pedido subías a la planta superior para comerte le pitanza entre mesas llenas de restos de los clientes anteriores. No sé si aún lo he comentado pero su precio era de ganga, tan barato que incluso los estudiantes nos lo podíamos permitir. La calidad no era su fuerte. Todo llegaba impregnado de un aceite de sabor asqueroso que desconozco si es reemplazado alguna vez pero que le da un sabor característico a la comida y las papas fritas en ocasiones estaban aún medio crudas.
El segundo local que les conozco estaba en Maspalomas y era muy popular al final de la noche, cuando estabas agotado y hambriento después de una noche de juerga. Solíamos ir a comer perritos calientes sentados en el borde de la acera. El nivel de alcohol que llevábamos encima te permitía tragarte lo que te echaban sin más miramientos. Recuerdo haber pasado un día por la mañana por el lugar y quedarme alucinado.
Volviendo al presente, tenía media hora y ganas de revisar mis recuerdos así que fui al local de Triana. No había mucha gente pero era tarde y en un día de los que la gente no sale. Una mirada al interior reveló estudiantes de bachillerato en pequeños grupos y esa primera señal debería haber bastado, pero no fue suficiente, seguí adelante con el plan previsto. Atendía un jovencito que le echaba muchas ganas pero que pecaba de torpe. Mientras esperaba la vez me decidí por un plato de Nuggets con papas, algo que tendría que ser bastante inocuo y menos dañino que el resto. Se lo pedí, pagué y me puse a esperar.
Esta gente no tiene avanzada tecnología que permite a los de la cocina saber los pedidos de los clientes o similares. No. Ellos funcionaban a grito pelado hace veinte años y siguen con el mismo sistema. En un momento determinado la persona que te hace el pedido se acerca al lugar donde se encuentra la cocina y les grita lo que quiere y sigue a lo suyo. El pedido de los clientes anteriores tuvo algún problema y lo tuvieron que hacer de nuevo. No escucharon el chillido o vete tú a saber. El mío salió antes. Cogí mi bandeja y busqué una mesa que no estuviera sucia. Por el aspecto prometía colesterol a destajo y su aspecto no era muy apetitoso. Cuando la comida no te entra por los ojos es mala cosa. Eso lo saben todos salvo esta gente. Mirad los envases y envoltorios de la comida de vuestro burguer preferido. Siempre tienen colores vivos y aspecto agradable. Se trata de engañar la vista porque al paladar no hay forma de metérsela doblada, pero es más importante la vista que el gusto y sin tener una experiencia orgásmica volverás porque te agrada la forma en la que presentan el producto.
Este no era el caso. Probé una de las papas y esas memorias almacenadas durante años y años volvieron a salir a la luz. Sabían a un aceite re-quemado y re-usado que ha cogido el sabor de aquello que fríe. Estaban medio cocinadas y debías hacer un esfuerzo para poder comértelas. Veo que nada ha cambiado en todo este tiempo. Cuando le llegó el turno a los nuggets me temía lo peor e inmediatamente se confirmaron mis sospechas. Sabían mal. Eran una masa de harina con algo de carne en su interior y la harina estaba totalmente empapada en el aceite de freír. Escurrían aceite sobre el plato, soltando parte de la carga que habían adquirido. No llegué a terminarme la comida. Ya no tengo estómago para eso. Lo dejé a medias y visto que nadie recoge las bandejas y tira la comida yo hice lo mismo. Me fui al cine y al volver a casa me pegué un plato de jamón serrano ibérico. No hay color.