Volvemos a saltar a otro templo y entramos directamente a la Iglesia del Santo nombre de Jesús, iglesia madre de la Compañía de Jesús y en una de las capillas tienen un relicario con los restos del brazo derecho de San Francisco Javier, al cual despiezaron para mayor gloria de Nuestro Señor. El resto del colega está en la iglesia jesuita de Goa. En esta iglesia también está enterrado San Ignacio de Loyola, aunque no sé si al completo o solo algunos fascículos. Inicialmente había elegido una foto de la fachada de esta iglesia pero al final la deseché así que quiero comentar que es la primera iglesia barroca de Roma y su fachada se ha copiado en templos jesuitas por toda Sudamérica. La iglesia se construyó siguiendo las recomendaciones del concilio de Trento. Su interior es muy vistoso y las múltiples capillas que hay en la misma seguro que te dejan alucinando.
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Un país roto
Una de las cosas que más me ha impactado de España en esta última visita es que ya nadie cree en los políticos. Ni en los de derecha, ni en los de centro, ni en los de izquierda. Están todos en el mismo saco. La sagrada misión de las personas que eligen esa profesión es la de servir y proteger a sus camaradas ciudadanos, básicamente lo mismo que hace la policía solo que desde otro punto de vista. Se les ha ido el norte y su brújula está tan podrida que ahora solo buscan protegerse a sí mismos y a los poderosos que los mantienen a costa de aplastar y aplastar y volver a pisotear a los ciudadanos a los que tienen que servir y proteger. Las noticias sobre sus fechorías, sus robos, sus saqueos del patrimonio público son tan abundantes y variadas que la gente ha terminado por inmunizarse y ha perdido la fe. No es la primera vez en la historia que sucede ni es probable que sea la última y siempre se ha solucionado de la misma manera, con una revolución. Cuando el sistema se gripa y ya no puede girar con soltura, no hay lubricantes mágicos que lo repare, solo hay la fuerza del pueblo alzándose como una marea y aplastando a todos los que los han llevado a esa situación. No me canso de repetirlo: garrote vil, horca o cualquier otro sistema que no implique un gasto de las escasas materias primas que quedan. Los políticos de hoy en día son mayoritariamente los ladrones y delincuentes de antes y con esos nunca tuvimos ningún tipo de piedad y los mandamos al trullo a pudrirse de por vida. Solo cuando vean lo poco que valen sus cuellos y sientan la cuerda apretándose alrededor de los mismos soltarán la teta y se podrá comenzar a reconstruir una sociedad que agoniza día tras día.
Estamos dirigidos por sistemas que se crearon en el siglo diecinueve y que hay que actualizar. Hoy en día todos tenemos (o podemos tener con una mínima inversión) acceso a las redes de información. La democracia tiene que volver al pueblo, el cual debe decidir, votar y aprobar en grupo las propuestas más importantes y decidir su propio futuro. Ya no hay espacio para políticos, solo para gestores del día a día en las instituciones ciudadanas (eso que llamamos administración) y una masa silenciosa y bien informada que vote si quiere que se gaste su dinero en construir otro nuevo aeropuerto sin vuelos, otra nueva línea de tren deficitaria o prefiere que el dinero vaya para tener una educación puntera y una sanidad vanguardista. Para llegar a esto solo hay una carretera y la señal que indica esa dirección es bien clara: REVOLUCI?N.
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La semana pasada en Distorsiones
Resulta difícil de creer puesto que la mejor bitácora sin premios en castellano parece tener vida propia y no se detiene pero desde el miércoles de la semana pasada estoy casi que de incógnito en GRAN Canaria, y prácticamente todo lo que he escrito desde ese día fue programado con un montón de antelación. Para cuando llegue la Semana Santa y todo el mundo tenga sus días libres yo regresaré al trabajo y estaré salvando a la compañía y el universo ya que es el cierre de nuestro año fiscal (jamás entenderé como alguien puede montar un año que vaya de abril a marzo pero así es en nuestro caso).
Hace dos semanas tuve La última lección de patinaje, aunque lo comenté la semana pasada ya que el palizón para contar el viaje a Venecia no me dejó hueco para nada. Conté un trocito de mi vida en Puntuando la comida y en un huequito que había dejado en la programación colé el curioso relato del viaje de ida a Gran Canaria y que se titula De la nieve a la primavera.
El paseo por Roma comenzó con una espectacular imagen del Baldacchino di San Pietro y lo vimos con más detalle en La cúpula y el Baldacchino de la Basílica de San Pedro. Desde allí fuimos a ver la Basilica di San Giovanni in Laterano, una de las sorpresas de mi último viaje a Roma y la única archibasílica de la ciudad. Acabamos el paseo viendo el Interior de la Basilica di San Giovanni in Laterano
Tuvimos una nueva Cerveza, la Grolsch, la cual junto con la Jupiler es una de mis Pilsen favoritas.
También vimos una nueva bicicleta, o varias de ellas aparcadas con el sistema que se emplea en Holanda para maximizar el espacio y poder poner más bicis cerca de la estación. En la foto de La Cholina aparcada en la estación se le puede ver el culo a la más reciente de mis cuatro bicicletas.
Debido a que escribí esto con antelación, no tengo ni idea de cuantas películas he visto la semana pasada pero sí que se que he comentado tres y ahora puedo añadir que fui a ver dos películas al cine. Comenzamos con la más bien sosa Mama, seguimos co la entretenida El último desafío ? The Last Stand y acabamos con la fantástica Grandes esperanzas ? Great Expectations.
En Comida en fotos he puesto varias fotos nuevas y es posible que aparezca alguna de la comida que he probado en Gran Canaria y como esta semana mayormente la he pasado fuera de mi casa, nos saltamos el fabuloso resumen fotográfico con la comida.
Y así transcurrió la semana …
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Grandes esperanzas – Great Expectations
Los grandes clásicos de la literatura son objeto fácil para el ataque de directores que no se cansan de versionearlos. Hemos visto de todo, con adaptaciones fieles a las novelas y otras en las que cambian el tiempo, el espacio y hasta la vidilla de los protagonistas para hacerlos parecer más contemporáneos. Hoy tenemos una película basada en una historia muy conocida de Charles Dickens que doy por sentado que todos hemos leido (y si no es así, por favor ahorradme el disgusto y que sepáis que estáis embrutecidos con tanta Telajinco y Antena Tristres). Se trata de Great Expectations, la cual solo se puede titular en español Grandes esperanzas ya que ese es el nombre de la novela. Esta película llegará a la cartelera española la semana que viene.
Un julay de Jinámar se encoña de una chama más borde que Karmele y así le va
El joven Pip está destinado a ser herrero y vive con su hermana y su tío. Por circunstancias de la vida ayuda a un preso que se ha escapado y posteriormente acaba como asistente de relaciones públicas de una ricachona medio chiflada. Allí conoce a una chica de la que se encoña profundamente. Su vida cambia cuando un benefactor anónimo lo manda a Londres para que se convierta en un caballero. ?l sospecha que es la ricachona. En Londres se olvida de la mierda de vida que llevaba y se lo pasa bomba, aunque sigue encoñado de la chama. Su vida trascurre entre penas y glorias y en algún momento de la misma descubre que su benefactor es el presidiario. Entre eso y algún que otro disgusto, el chaval recibe lo que se merece.
Las historias de Dickens siempre son fascinantes. Se basan en los personajes, en lo que piensan, sienten, sufren y padecen y todo eso enmarcado en una sociedad muy encorsetada y estricta. En esta película tenemos un buen ejemplo. La historia sigue más o menos el relato del libro y es un gustazo ver que la han ambientado en la época correspondiente, con la gente medio hedionda y Londres como la gran urbe del mundo. Me gustó mucho la interpretación de Jeremy Irvine, chaval que ha encadenado un trío de películas con las que he disfrutado bastante y al que pienso poner en mi lista de actores a seguir. Aún más fascinante resulta la interpretación de Ralph Fiennes como el convicto que mantiene a Pip. En sus escenas brilla un montón. En este caso, el histrionismo habitual de Helena Bonham Carter juega a su favor y hasta hace que parezca que su interpretación es muy buena, algo de lo que no estoy muy seguro ya que siempre la veo en papeles de hembra desquiciada por culpa del uso de los tampones por el orificio equivocado, algo que espero que algún día pueda solucionar y así se le acaben sus problemas de estreñimiento. La película está muy bien rodada, el guión lo conocemos todos y tiene el empaque y la gracia de las grandes producciones británicas. Falla en algunos momentos en los que pierde fuelle y el director no supo atajar el problema. Seguramente debería haber usado la tijera y recortado unos minutos. Aún así merece la pena.
Totalmente prohibida para los miembros del Clan de los Orcos ya que el exceso de diálogos puede afectar sus frágiles cerebros. Para el resto, algo que merece la pena ir a ver a un cine.