A estas alturas de la película hasta yo sé que soy un inculto de mierda y no lo trato de ocultar, lo cual no quita que mientras mucho come-mierda que se las da de letrado por leer la wikipedia se ríe de mí, yo he jiñado en el Moma en Niu Yolk, he meado por fuera en el museo Kroller Müller viendo los otros Van Gogh, me he tirado bufos que se pueden considerar armas biológicas en el Museo Vaticano y hasta le restregué el paquete a una escultura de Miguel Ángel, porque yo lo valgo. Aún así, la cultura no se me pega y sigo siendo el mismo cacho de carne con ojos que todos conocéis tan bien.
Ayer me levanté temprano para cocinar, ya que helarte para mí es pasar frío pero lo de preparar comida sí que se me da bien. Así, a las ocho y media del domingo yo ya estaba ocupado haciendo Galletas de chocolate, Magdalenas y ya puestos, unos churros para desayunar. Cuando lo acabé de preparar todo, me duché, invoqué a mi Ángel de la Guarda y metí toda la comida en mi mochila. Salí de mi casa y me hice los cuatro mil seiscientos metros que separan mi morada de la estación a lomos de la Dolorsi. Allí, cogí el tren que a diario me lleva a Hilversum y viajé en domingo, algo poco habitual. Al llegar a la estación, la Dolorsi me transportó hasta mi destino, a ocho mil cien metros del punto en el que me había dejado el tren. Allí me esperaba mi amigo el Moreno, el cual participaba en un evento de arte y cultura exponiendo fotos. Sus fotos ya las conocía ya que por suerte he estado con él en varios de los eventos que desembocaron en las mismas. Cuando capturó el Martín pescador con el que ganó el premio al mejor fotógrafo de naturaleza del año pasado en Holanda, yo estaba allí haciéndole fotos a él. Cuando hizo las águilas, yo también estaba allí fotografiándolas, igual que con los búhos y otras aves o los ciervos y caballos de Oostvaardersplassen. Lo sé, debería abrirme un perfil en el CaraCuloLibro, convertirme en un comemielda dosputocerolista y ser más social y no salir de mi casa a ver mundo y vivir aventuras con los escasos amigos del mundo real que tengo. Si fuera un puto perdedor como todos esos en el CaraCuloLibro, me quedaría en casa, actualizando mi perfil una y otra vez y viendo lo que los otros, perdedores como un servidor, también actualizan. Como por desgracia esto no sucede, por la mañana estaba junto a un polder, en un lugar de una belleza increíble, con kilómetros de terrenos ganados al mar por los Holandeses y por los que pasean vacas, ovejas, caballos y cientos de miles de aves, acudiendo a ver la exposición de mi amigo y otras que se repartían a lo largo de veintinueve edificios junto al polder.
Como de vez en cuando me sale la maruja que todos negamos llevar dentro, en realidad lo que me movía era ver esos casoplones del copón en los que viven los ricos y famosos y a ser posible, copiarles ideas. Las exposiciones se hacían en los establos de todas esas casas, esos lugares ahora reconvertidos en garajes y en donde ellos guardan sus Ferrari, Porsche y demás coches para los que no son mileuristas ni aspiran a serlo.
Las fotos del Moreno las conozco e incluso estuve con él esta semana cuando las fue a buscar, impresas en unas láminas especiales para poder colgarlas en la exposición. ?l estaba inflado como un pavo de puro orgullo y su mujer e hijos andaban por allí. Los chiquillos vieron las bolsas de galletas y magdalenas y se lanzaron a por ellas sin dudarlo una sola billonésima de segundo.
Mientras estaba allí, viendo las fotos y charlando con mi amigo y la parienta, se oye un ruido extraño y vemos venir una friki de que te cagas vestida con múltiples capas de cortinas de putiferio o consulta de Aramis Fruster y tocando un acordeón. Al horror inicial y el estupor consiguiente le sucedió mi desafortunado comentario: Espero que por lo menos le paguen por hacer eso ??
La tía nos aterrorizó un rato antes de seguir su camino. Como yo estaba imbuido por el espíritu de los seres curtos y cejijuntos, esos que leen hasta libros de papel y todo, que yo soy tan cacho de bestia que escucho audiolibros, algo en lo que no quiero profundizar ya que trataré el tema nuevamente en unos días, decidí darme una vuelta por los otros establos y ver esa exhibición de arte sobrenatural. Salí a lomos de la Dolorsi, la cual seguro que habéis visto y reconocido detrás de la friki con el acordeón y comencé a saltar de exposición en exposición. Claro, como yo soy inculto no sé como hay que comportarse ante la exhibición de arte suprema así que entro en una exposición de un pintor y pienso: PUTA MIERDA DEL COP?N, este hijoputa no tiene ni puta idea de nada, que cagadas más grandes de cuadros y de reojo, miro el precio y se me corta la lefa cuando veo un precio de ochocientos Leuros del norte de Europa, de los buenos, no de los de la Alianza de las inCivilizaciones del cuasi-expresidente ZaPatazos. Como todo el mundo me mira y siento que igual me rechazan por inculto, cierro los ojos, me concentro, suspiro hondo y logro que se me ponga el vello de punta y consigo formar una lágrima que perla mi ojo y le da un tono precioso a la luz de los neones. Todos se emocionan por esa exhibición de sagrado conocimiento y una señora me palmea en la espalda porque al fin y al cabo, soy casi uno de los suyos.
En mi siguiente parada se trata de cerámica, unas cagadas monstruosas precididas por un cilindro que como dijo el hermano del Moreno, mejor habría sido dejar el barro en la tierra a juntarlo para hacer semejante mierda. Yo no estoy allí para avergonzarlos así que vuelvo a coger la postura, medito, me pongo la mano en la mejilla como hace mi madre y sus amigas cuando quieren parece cultas como la Princesa del Pueblo, cierro los ojos, me concentro un montón y no logro nada. Me empiezo a poner nervioso, temeroso de fracasar y que se descubra lo inculto que soy y para evitarlo, hago lo único que puede hacer uno en esas circunstancias: me meto la otra mano en el bolsillo, me pellizco un güevo y la lágrima que se forma es dantesca y corre por mi mejilla mientras el artista de aquella tremenda cagada se emociona de puro gusto al ver mi reacción ante su más que evidente falta de arte, que aquello era más bien para helarte de puro pánico. El efecto fue tan contundente que hasta me invitaron a café y galleta de supermercado de bajo coste mientras todo el mundo miraba avergonzado aquel cilindro horrendo y se golpeaban a sí mismos por no ver ese arte que yo sí que encontré.
Me pasé dos horas saltando de exposición en exposición, algunas más afortunadas y otras en las que pasaba vergüenza ajena y en todas hice mi demostración de poderío. Cuando terminé y era la sensación del evento, regresé al lugar en el que exponía mi amigo el Moreno, el cual estaba explicando las circunstancias que llevaron a hacer una foto de un zorro en la nieve mientras se acercaba a un canal a beber agua y entre el público tenía a uno que trabaja en mi empresa y que al verme se quedó pálido. Se acercó y me preguntó que hacía allí y cuando le respondí que el Moreno es uno de mis amigos, esas personas que conoces en el mundo Real y que no tienen perfil en el CaraCuloLibro como él, se quedó callado y se dio la vuelta para marcharse con su mujer a su casa y así poder actualizar sus perfiles.
En el regreso, hice el recorrido opuesto en bicicleta, de nuevo protegido por mi Ángel de la Guarda, el cual logró que solo lloviera cuando yo estaba a cubierto y así me pude mover todo el día en camiseta de manga corta, que a fin de cuenta y aunque aquí no se note, sigue siendo verano.
Nota: el colega de la camiseta de rayas de la primera foto es el Moreno.