Cuando en octubre del año 2005 compré mi casa, tuve que comprar muebles y algunos electrodomésticos. Entre ellos necesitaba una lavadora y una televisión. Bueno, en realidad esto último no me hacía falta alguna pero mis padres se plantaron de okupas en mi casa una semana después de que me dieran las llaves y como yo tenía una pequeña tele de catorce pulgadas, tuve que conseguir una más grande. Mi amigo el Rubio se había comprado un par de meses antes una Samsung y me convenció para que adquiriese el mismo modelo aunque yo prefería gastarme algo más de dinero y elegir una Philips o una Sony. Finalmente le hice caso y adquirí el cacharro que veis en la siguiente foto:
Era muy barata, tenía todo lo que viene en las demás y como supuestamente estos cacharros se hacen como galletas en la misma factoría, no había diferencias con modelos más caros, o eso me dijeron.
En ese mismo tiempo también necesitaba una lavadora y lo único que tenía claro es que quería un aparato de más de cinco kilos ya que soy de natural gandul y prefiero lavar con menos frecuencia y más cantidad. Me pasé por una de las tiendas de electrodomésticos de Hilversum y el empleado me convenció para comprar una LG, con inverter, motor chimpunizado que se agitaba menos y duraba más, pantalla digital y tal y tal y todo un arsenal tecnológico. La lavadora, al igual que la televisión era coreana.
Justo al cumplirse los cuatro años mis padres están de nuevo de visita y una mañana me dicen que la televisión dio un pujido y se apagó. Pensé que estaban de cachondeo pero ciertamente, el puto trasto se rompió definitivamente. Después de sopesar los pros y los contra decidí no arreglarla ya que me habría costado lo mismo que comprarme otra mierda coreana nueva. La boté en el jardín a la espera de concertar una cita con el ayuntamiento para que se pasen a recoger dicho trasto. Curiosamente, un par de semanas más tarde también falló la televisión de mi amigo el Rubio y también optaron por tirarla. ?l se ha comprado una fastuosa tele marca Philips con rayos de luces por los lados y todo y yo he optado por prescindir de ese electrodoméstico hasta la próxima vez que me visiten mis padres, dado que nunca veo televisión y es algo que realmente no me hace falta.
Un par de meses más tarde, justo el día en que me marchaba de vacaciones navideñas a España me despierta sobre las cinco de la mañana un pitido fortísimo. Lo primero que pensé fue que se había disparado la alarma contra incendios y la casa estaba ardiendo. Salté de la cama y corrí por toda la planta alta sin ver ni fuego ni humo. Bajé a la planta baja y tampoco había nada. Con el susto en el cuerpo me acosté y no fue hasta la mañana que vi que la lavadora se había encendido sola y en la pantalla había un código de dos letras. Como ya me iba la desenchufé y me olvidé del asunto pero al volver de vacaciones y conectarla de nuevo descubrí que las dos letras seguían allí, que ese código no aparecía en el manual de usuario y que haciendo un google te enterabas que la placa madre del cacharro se había escoñado y la gente a la que le había sucedido aconsejaban tirarla y comprarse una nueva porque salía más barato.
En mi casa hay aparatos de marcas europeas, japonesas y dos aparatos coreanos de mierda. Todos comprados en la misma época. Los únicos que han fallado han sido los del país de los cabezudos. Para reemplazar la lavadora mierdosa de marca coreana opté por visitar las páginas de asociaciones de consumidores holandesas y en ellas se advertían varias cosas. La más sorprenderte es la recomendación de comprar modelos holandeses o alemanes y no los que se fabrican para España porque esos son de menor calidad. Aún más sorprendente que esta afirmación fue comprobar en las diferentes webs de las compañías que los modelos que se venden por aquí no suelen estar disponibles en España. Lo segundo que avisaban es que varias marcas europeas se han fusionado y aunque fabrican lavadoras con todas las marcas, debajo del chasis siempre está el mismo cacharro. Uno de los modelos recomendados era una ZANUSSI, perteneciente al grupo Electrolux que también posee la marca AEG. Mirando en las tiendas de Internet holandesa la encontré tirada de precio en una de ellas y por un puñado de euros más te la traían a casa, se llevaban la vieja, te la instalaban y se llevaban hasta la caja y los plásticos del empaquetado. Llamé para asegurarme que la tenían disponible y una vez me lo confirmaron, hice mi pedido, indiqué que pagaba con tarjeta en mi casa y una hora más tarde me llamaron para concertar una cita para el día siguiente e instalarla.
Se pasaron por mi casa, retiraron la basura coreana, sacaron el bellezón italiano de su envoltorio, lo subieron a la primera planta, lo instalaron y me explicaron como usarlo, algo que es tan estúpido como cuando las azafatas se empeñan en indicarte en donde está tu asiento. Ya sé como funcionan estos cacharros.
La nueva, además de estar fabricada en Europa consume un veinte por ciento menos de energía eléctrica que la anterior y deja la ropa un 9% más seca.
La conclusión de todo este drama casero está clara: PRODUCTOS COREANOS: ¡DÍ QUE NO, GRACIAS!