Cuando al comienzo del año haces tu Hoja de ruta del 2015 y miras lo que está por venir, ni de coña te planteas que el año pueda traer tantas cosas y menos aún, que tengas un blog para contarlas. Por desgracia para mí, yo llevo once años con esta cruz y mi vida está más documentada que los desfalcos y robos de cierta saga truscolana con familia de deshonorable president. Solo en este año las circunstancias de la vida me han llevado por Nápoles, Florencia y Siena, Cracovia, Gran Canaria, Sofía, Kuala Lumpur, varios lugares en las Filipinas y Berlín. Hemos visto el mundo desde el aire, lo veremos esta semana debajo del agua y por supuesto, en tierra. Por aquí prácticamente no pasa una semana sin algún evento increíble en el que de alguna manera siempre me incluyen y así, este fin de semana pasado, el Tour de Francia, esa competición en la que casi doscientos julays cargaditos de substancias químicas no detectables compiten por ver cual es el mejor laboratorio farmacéutico del mundo o algo parecido y de ahí, como con las carreras de coche, dentro de unos años nos beneficiaremos todos con medicinas más y mejores que nos harán tan bellos como la Princesa del Pueblo y quizás incluso tan ordinarios como ella, algo que es como una gran bendición.
Como la carrera me la pusieron a la puerta de mi casa, el domingo, un rato antes de que comenzara, me acerqué a la rotonda por la que pasaban y tras esperar un rato, llegó y se marchó el tour:
El vídeo, si no lo puedes ver, está aquí. En los treinta minutos que estuve esperando, pasaron cientos de coches de los patrocinadores, de la prensa deportiva y de los equipos. También cientos de motos con periodistas y policías y todo el mundo se emocionaba hasta las lágrimas cuando venía uno. De repente llegaron las bicicletas y veinte segundos más tarde, todo había acabado. Esto es como uno de esos legendarios eventos de eyaculación precoz que yo desconozco pero que seguro que les son muy familiares a algunos. Hubo gente que hasta durmió junto a las vallas para tener un buen puesto y todo para veinte segundos en los que solo ves chamos en bicis que pasan rápido y tras ello, otros cientos de coches. Después del evento, ni me sentí mejor, ni tenía super-poderes mágicos, ni sabía hablar más idiomas de los cinco que hablo. Mi vida era exactamente igual a una hora antes, solo que ahora puedo decir que he visto el Tour pasando por mi casa en Holanda y aún no sé explicar como es posible que una competición de un país campee por otro, aunque me imagino que será una cuestión de leuros.