Cerca de Kampot está el villorrio de Kep y desde allí fui en bote a Koh Tonsay o la isla de los conejos, un lugar en el que viven un pequeño puñado de familias y en el que hay unos pocos bungalós para turistas en los que puedes dormir por unos pocos dólares, sin electricidad, sin baño y con unos mosquitos como mandarinas de grandes que se aseguran de dejarte seco antes de la mañana. Mi amiga la Chinita se quedó allí una noche y le fascinó pero yo soy más fastuoso y prefiero algo de lujo así que me limité con la visita y ver la playa del lugar, la cual no me pareció gran cosa, aunque eso sí, era tranquila que no veas. El agua en la playa era bastante turbia. Creo que han construido algún complejo turístico desde que yo pasé por allí.
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Yo elijo
La semana pasada escribía algo Sin ninguna relación y que parecía caer directamente del cielo. En realidad la secuencia que disparó aquella anotación la comenzó otra reflexión, una que se puede resumir en dos palabras: Yo elijo. Como todas mis reflexiones, venía de más atrás e incluso en Diez años desde el comienzo ya se dejaba ver. Cuando emigré a Holanda, allá por el año dos mil, comencé a enviar las homilías, aquellos correos en los que contaba mi vida en un ambiente totalmente distinto del habitual. Elegía lo que quería contar ya que no toda la información es de consumo público. Cuando creé la Mejor bitácora sin premios en castellano, la parte más complicada fue siempre elegir la información para la bitácora, protegiendo mi vida al máximo y así ha continuado. Muchos pueden creer que en casi siete mil anotaciones está todo dicho pero no es así, solo aparece aquello que pasa mi auto-censura. En todos estos años he ido de izquierda a derecha, de norte a sur, he tenido mis altos y mis bajos y siempre he sabido mantener los límites entre el mundo digital y el real. Por eso me gusta la bitácora y detesto el CaraCuloLibro. Yo determino lo que quiero compartir y lo hago de una forma libre y no obligo a nadie a leerlo. Con eso consigo que todos los que seguramente deberían admitir que están interesados me ignoren completamente y los que me leen son mayoritariamente aquellos que no tienen ningún vínculo conmigo, aunque con el tiempo creen que me conocen y lo saben todo de mi en base a una información censurada que yo les suministro. Es la belleza de un juego en el que siempre salgo ganando yo.
Durante la semana pasada fui a cenar con la Chinita y ese fue un día con buenos ejemplos. Mientras cenábamos la conversación derivó hacia historias épicas y legendarias con mi amigo el Turco, historias que jamás publiqué por aquí ni pienso hacerlo. Igual algunos piensan que las mejores fueron las que escribí pero lo tristemente real es que en los años en los que hemos sido amigos, las más discretitas y modositas fueron las publicadas y las otras las dejé para contar en las tertulias y os puedo asegurar y hasta os aseguro que cuando las cuento, no me creen. La Chinita tuvo que ir al baño a mear para no hacérselo encima, ya que aventuras como el increíble viaje a Madrid con el Turco son más propios de un relato de Ciencia Ficción. Lo mismo me sucede con el Rubio, hay algún atisbo de lo que sucedía en relatos como el de E.T. pero la mayoría han quedado para echarnos unas risas junto al fuego de la chimenea.
Elegir está en el mismísimo núcleo de una bitácora personal. No hay manera de contarlo todo y seguramente no te quieres exponer de esa manera, así que has de elegir y pintar una realidad que probablemente es más bien irreal. Al final de cada día tengo una, cinco o veinte historias que puedo contar y tengo que elegir la que verá la luz, sopesando su relevancia, como afectará a mi mundo o al de aquellos que me rodean. Por suerte mi vida es muy dinámica y salvo por hablar sobre programas que den en la tele o eventos deportivos, universos paralelos al mío que no me interesan en absoluto, siempre encuentro algo que contar. Hay semanas con mucha información y otras con aún más y en ocasiones, la única elección lógica es salirte por la tangente y comentar otra cosa porque todo, todo, todo lleva la etiqueta de Confidencial. Con los años incluso mis amigos han llegado a creerse que cuento todo lo que hacemos y me comentan que esto o aquello es perfecto para la bitácora sin saber que desde siempre los he protegido y nunca se ha sabido nada de ellos. Ninguno parece recordar que pese a ser un lugar supuestamente anónimo, todos los que me conocen saben que lo escribo, no se lo oculto a nadie y son libres de entrar por aquí, ya sean desconocidos, conocidos, amigos o familiares. Por eso elijo lo que quiero decir y cómo hacerlo.
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Plantas de pimienta en los alrededores de Kampot
En los alrededores de Kampot se cultivaba la mejor pimienta del universo. Era algo conocido en todo el mundo y su cultivo se remontaba siglos en el tiempo. Por desgracia cuando llegaron los Jemeres Rojos acabaron con el cultivo. Ha tomado un montón de años recuperar esta planta en la zona, ya que toma unos diez años que las plantas estén en plena producción pero ya se pueden visitar algunas plantaciones y salir fascinado con el proceso y el resultado, además de comprar directamente al campesino el producto. De la misma planta de pimienta salen los cinco tipos que se cultivan en Kampot y que se dan en las distintas fases por las que van pasando los frutos de esa mata. Ordenándolos según el momento de recogida, primero tenemos la pimienta verde a la que le sigue la negra, la blanca, la roja y finalmente la cagada por pájaros, que se comen las semillas y después las jiñan y se supone que en su tubo digestivo sufren un proceso maravilloso y fabuloso que les da un sabor aún más especial. Este último tipo es el más caro y puedo garantizar que no las he probado. Del resto, decir que la pimienta de allí es riquísima y que me marché de Camboya con una buena provisión que ya se me ha acabado.
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La semana pasada en Distorsiones
Entre las cosillas que cuento y que maran el relato de mi vida, la semana pasada veíamos Diez años desde el comienzo en donde se conmemora un evento que sucedió hace una década y que transcurrió por detrás del telón.
En la misma semana tuvimos un Desvarío esas pequeñas historias absolutamente absurdas pero que cuentan mucho, algo Sin ninguna relación y que sin embargo cuenta cosas muy importantes, si sabes como interpretarlo.
Tras terminar de ver las fotos de Nom Pen llegó el Álbum de fotos de Nom Pen y sin pausa saltamos a Kampot y alrededores, al sur de Camboya. El paseo arrancó Llegando a Phnom Chhnork y seguimos allí Subiendo a Phnom Chhnork y tras dos días por fin vimos La cueva de Phnom Chhnork y acabamos con el Tren a ninguna parte en Camboya y una de mis fotos favoritas de aquel viaje. En estos días ando procesando las imágenes de Birmania y estoy flipando y hasta me planteo seguir tras Camboya con Birmania, quizás alternando de cuando en cuando algún destino Europeo, lo cual excluye Truscoluña ya que todos sabemos que no es Europa.
Acompañando a las fotos de Kampot vimos una imagen de Musulmanes en Camboya.
La semana pasada vimos otra Cerveza turca, la Efes Fiçi, seguramente la más popular de las producidas en ese país.
También vimos una nueva foto de una bicicleta. Se trató de una Hase Kettwiesel y pronto la incluiré en el Álbum de fotos de bicicletas.
Esta semana fui tres veces al Cine y dos de ellas fue para ver La Lego película – The Lego Movie la cual me pareció fantástica y con la que me divertí todo lo que quise y más. No puedo decir lo mismo de Cuento de invierno – Winter’s Tale, película con la que me aburrí de solemnidad. La semana acabó con una película que no destaca demasiado titulada That Awkward Moment. Hasta este domingo he ido a ver treinta y cuatro películas en el 2014 y mirando hacia atrás, el año pasado había visto la misma cantidad a mediados de marzo y fue Mama la que hizo ese número.
La semana pasada en Comida en fotos aparecieron algunas fotos de la comida que ingerí en Málaga y por ahora y hasta nuevo aviso, cada día aparecerá una nueva foto por allí. Esta semana no pasé demasiado tiempo por mi casa pero aún así me las apañé para producir algo de comida:
Y así transcurrió la semana …