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Otra de regresos
No sé ni cuantas veces me he sentado en un aeropuerto esperando la salida de mi vuelo y me hOe puesto a escribir una anotación que acabaré al llegar a casa. Solo este año han sido montones ya que he regresado de Gran Canaria, de Estambul, de Kuala Lumpur, de Gran Canaria nuevamente y heme aquí otra vez viendo al Dios Sol alzarse sobre el horizonte del océano Atlántico y regalar su luz y calor sobre Gran Canaria, uno de los pocos dioses que no vive en los mundos inventados por embaucadores y pervertidos que gustan de tocar niños y vestirse con faldas largas negras.
Pese a los cientos de veces que he vivido este momento, siempre lo sientes de manera distinta. Ayer por la tarde quedaba con unos amigos para vernos y comer algo. Una de ellas hacía más de una década que no cruzaba su itinerario conmigo y eso que durante los años de vidorra universitaria pasamos miles de horas juntos. Nuestras rutas han ido por universos alternativos. Ella siguió el trazado convencional, ese que incluye el paquete completo con marido e hijos y yo elegí el camino de Nunca Jamás, ese otro con parada de larga duración en el mundo de los sueños y las grandes aventuras.
Como siempre, restablecer las conexiones es algo sencillo y natural que no me toma tiempo. Saltar desde mi universo al otro es fácil y algo que hago sin problemas. Al regresar a la casa de mis padres (mi antigua casa), mi amigo el Rubio había bombardeado mi buzón de entrada con tretas arpías con las que seducirme para embarcarme en otra aventura. Quería (y quiere ya que al escribir esto aún no ha sucedido) que nada más llegar a Utrecht me vaya a su casa para cenar con él, su esposa y su prole y me quede a dormir allí y así irnos el domingo por la mañana a la piscina con los niños. Ese mismo día ya me he comprometido con el Niño para ir por la tarde al cine en Amsterdam así que ya me veo con estrés y ganas de vacaciones el lunes al regresar al trabajo. Me pregunto si no será mejor dejarse llevar por la ola de bosmongolismo y apuntarme al caraculolibro y tener cientos de amiguitos virtuales y no salir nunca de mi casa aunque me respondo a mi mismo que no podría, que prefiero mil millones de veces «Nunca Jamás» y el contacto con seres reales que están al alcance de tus manos.
Volviendo al viaje, este es mi primer regreso con el iPad, esa pequeña maravilla que hace de todo y que tanto critican algunos. Es tan inútil que me ha servido hasta para escribir esta anotación, sin puertos USB, sin teclado físico y sin el puto flash de mierda. Todo esto y lo que está por aparecer lo he escrito con la increíble aplicación creada por el equipo de desarrollo del WordPress, una pequeña maravilla que deja mi bitácora al alcance de mi pequeña tableta. Y regresando ya por fin al hilo principal, me pegué el madrugón de rigor y mi padre me dejó en el aeropuerto a las siete y veinte, justo en el momento en el que llegaban los autobuses con los casi doscientos turistas que me acompañaran camino a casa. Como juego con ventaja porque conozco el terreno conseguí la primera posición en la cola de facturación y fui el primero en pasar tan engorroso trámite, con el peso exacto de equipaje de mano y un kilo de margen en el otro. Pedí el ultimo asiento de ventanilla ya que escuché que entre las ciento ochenta y pico personas iban cinco bebés y quince niños y los sientan siempre por delante. Después, pasé el control de seguridad en el que me tuve que quitar mis zapatos (algo que solo sucede en España ya que en el resto del mundo no pitan bajo los arcos de seguridad) y me acerqué a una de las cafeterías para desayunar. Luego maté el rato jugando y escribiendo esto.
Mirando hacia la pista del aeropuerto siempre alucino con lo torpes y fuera de lugar que parecen los aviones, ballenas enormes que tienen muchas dificultades para moverse en esos recintos y que necesitan de líneas pintadas en el suelo para poder encontrar el lugar en el que detenerse. Las ves llegar, una cada dos minutos y buscar el rinconcito en el que vomitan su carga humana, vacían sus entrañas de equipaje y con la misma prisa vuelven a llenar su vientre, añaden el combustible en sus alas y se tragan a los pasajeros antes de cerrar puertas, ser empujadas por unos extraños vehículos ya que parecen tener problemas para moverse hacia atrás y tras unos instantes de dudas, avanzan hacia la cabecera de pista y regresan a su ambiente natural.
El vuelo salió más o menos a la hora prevista y transcurrió sin problemas, con el personal de cabina convertidos en vendedores ambulantes que no se cansan de ofrecerte cosas y los niños investigando en cada rincón a la busca de algún tesoro oculto. Yo maté las cuatro horas viendo un par de capítulos de series y jugando en mi iPad. El avión ganó media hora gracias al viento y llegamos tras tres horas y media. Como la felicidad nunca puede ser completa, tuvimos que esperar más de una hora hasta que salió nuestro equipaje. Mientras tanto, el Rubio ya había fijado la hora del encuentro y salí escopeteado hacia mi casa. Llegué agobiadisimo, fui a toda carrera al súper a comprar leche, volví a casa, me di una ducha y preparé mi mochila con los regalos para todo el mundo y la ropa, además de mi iPad. Al poco sonó el timbre y la familia al completo me venía a recoger. Cantando y jugando fuimos a su casa, cenamos y tras devolver a las estaciones de recarga. Las unidades diminutas comenzamos a beber seriamente y a contarnos nuestras aventuras en la semana y pico que no nos habíamos visto.
Por la mañana, desayunamos todos juntos, preparamos magdalenas y los chiquillos se volvieron locos con el iPad. Sobre las once salimos en dirección a la piscina mientras diluviaba. Por suerte es cubierta. Estaba petadisima de gente que como nosotros había ido allí a pasar la mañana. Pasamos el rato entre toboganes, piscinas con aguas a diferentes temperaturas y procurando que el niño asignado no se te pierda. Al acabar me dejaron en la estación de tren de Woerden y desde allí salí para Amsterdam en donde había quedado con el Niño para hacernos una sesión doble en el cine y después cenar juntos. Llegué a mi casa cerca de las nueve de la noche y en realidad se puede decir que en ese momento fue cuando acabó el viaje.
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Las dos semanas pasadas en Distorsiones
Recién regresado tras haber estado Viajando a Gran Canaria y a punto de marcharme de fin de semana a Estambul y planeando los siguientes saltos, continúo buscando En el origen y más allá con la película que he visto más veces en mi vida en un cine. Aunque en esta ocasión no tengo pensado escribir sobre esa visita a Gran Canaria, sí que escribí sobre Un viaje a horas intempestivas y también habrá un relato con el regreso a casa.
Cuando hace unas semanas vimos el vídeo de Paseando por Anna?s Hoeve prometí que también veríamos el Como se hizo Paseando por Anna?s Hoeve y aunque soy de natural gandul finalmente he cumplido y ahí lo tenéis. Tuvimos una nueva incursión en el Folclore Nórdico con una foto de como se celebra que Ha llegado una niña a casa. También disfrutamos de los Puentes y más puentes que hay por estas tierras y que gustan de abrirse para dejar pasar los barcos.
Tuve un Déjà vu de Monkey Island y flipé con el Empaquetado de ciertos productos en Turquía.
En estas dos semanas hemos visto un montón de fotos de las Islas Perhentian. Comenzamos con Un nido de tortuga, después pasamos por El centro del pueblo en Long Beach y de allí anduvimos Buceando en las Perhentian antes de reírnos de unos Turistas chinos y por fin conocimos las Chorbas en las rocas y vimos un Pueblo de pescadores en Pulau Kecil y también pasamos por mi chalet en las islas Perhentian no sin antes pararnos a ver La mezquita en Perhentian Kecil. En el tramo final volvimos a ver Long Beach y Long Beach desde lo alto y Un rincón paradisíaco
La serie acaba de terminar y tras el álbum de rigor creo que pasaremos unos días por el club de las 500 antes de saltar a otro lugar de Asia.
Definitivamente tengo que crear un álbum para las fotos de bicicletas. Creo que ya estamos llegando al centenar de imágenes. En estos días vimos una ¿Bicicleta o diligencia? y también una Bakfiets de la marca Fietsfabriek
No ha habido demasiado Cine en estos días y salvo por Origen ? Inception, película que por si no os habéis enterado me encanta, la calidad fue más bien mala. Conmenzamos con la patética Airbender: el último guerrero ? The Last Airbender y con la aún peor Masones: los hijos de la viuda y por culpa de un mal montaje no me terminó de convencer Mis tardes con Margueritte ? La tête en friche aunque por suerte estas dos semanas acabaron con buen espíritu gracias a ese peliculón llamado Los mercenarios ? The Expendables.
Esta vez me salto la sección con fotos de comida porque es que no he parado en mi casa y lo poco que he hecho, ni siquiera lo apunté.
En mi mundo Enrocado hablamos de Jefes y jefillos y de como siempre estamos Evolucionando y de la Visibilidad necesaria para sobrevivir en un ambiente hostil.
Y así transcurrió la semana …
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Los mercenarios – The Expendables
Hay películas que desde que ves el trailer por primera vez sabes que van a ser la bomba. Te lo dice la sangre, que te hierve durante ese par de minutos en los que te muestran algunas escenas seleccionadas. A esas vas al cine con buenos amigos y respiras hondo cuando se apagan las luces y clavas las uñas negras de los pies al suelo mientras te preparas para todo lo mejor, siempre. Estas películas escasean y cuando alguna llega e ilumina tu vida durante un par de horas, merece la pena ensalzarla y gritarlo para que todo el mundo se entere. Básicamente esto es lo que me ha sucedido con The Expendables que en España se estrenó como Los mercenarios.
¡Cristiano, cristiano! Menudo tenderete que han montado ese grupo de julays. A este ritmo acaban en chirona to’s ellos
Un grupo de machos cabríos salidos de los maravillosos ochenta y noventa, esos años de los que vive M80 Radio, viajan en el tiempo y vienen a nuestros días para recordarnos como se debe hacer una buena peli de acción y mamporros y a base de hostias, tiros y leña de la dura, recordamos con nostalgia aquellos maravillosos años.
¡Méate toa meri yein! Regresaron los primos de Zumosol y lo han hecho con un chimpún y sacabó antológicamente antológico. Mira que llevamos más de diez años mamando cine metrosexual de mierda, con esos héroes que se visten de maricones y salen a soltar lefa por las manos, a meterse en acero laminado o a pajariar. Pero por fin nuestra espera ha terminado. Regresaron los machos de verdad, los cabríos y en dos horas cambian el orden del mundo mundial y matan a un montón de gentuza cortando manos, dedos, cabezas, reventando estómagos, arrancando corazones y con mil millones de toneladas de explosivos que cargan en unas mochilas pequeñitas como las de Jelou Kity que llevan las niñas chicas a clase. Un festival del leyendas vivas del cine universal escrito y dirigido por el puto amo, el señor Sylvester Stallone al que le deberían levantar estatuas en cada barrio de cada ciudad del universo y del que toda la sala en peso gritaba Santo Súbito cuando acabó su película, un hombre que sí se merece altares en los que rezarle y no como otros comemierda polacos vestidos con falda y a lo loco y que dirigían organizaciones especializadas en el tocamiento de menores. Que emociones más grandes que pasamos, como nos reímos, gritamos, aullamos, insultamos y nos regodeamos con cada hijoputa que mataron porque se lo merecía y porque ellos sí que tienen licencia para finiquitar. Hasta sale Terminator y John McClane junto con Rambo en la misma escena, seguramente el momento más tierno y maravilloso de la historia del cine.
Hay acción pa’ empenenarte todo y acabar vomitando con el empacho. Nos transmiten un mensaje muy sencillo: Las redes sociales son para mariconas y putorros viejos y los hombres de verdad salen a la calle a repartir candela. Es que no tengo ni palabras para explicar esta experiencia mística. Hay que ir a un cine a verla.
Ya estás llamando para quedar a todo el clan de Orcos que mencionas cuando la gente te pregunta por tus amigos y les dices que arramblen con sus parientas y se las traigan sin bragas para que no las mojen de puro gusto y verás como disfrutáis como en los viejos tiempos. Un C-L-Á-S-I-C-O, una obra maestra sin ninguna duda.