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  • Otra locomotora en Kanchanaburi

    11 de mayo de 2021

    Si a mí me jura Genín por los lamparones más grandes de sus gallumbos que en Kanchanaburi iba a encontrar más ferrocarriles que en toda Asia y que aquello es un museo de esas máquinas hecho ciudad, yo no lo habría creído y le habría obligado a lavar la ropa. Resultó que sí, que Kanchanaburi es el cementerio de las locomotoras tailandesas, sobre todo las que por un pelín o por dos tuvieron alguna interacción con la Segunda Guerra Mundial. Creo que esta es la última que veremos en la ciudad. A propósito, al fondo a la derecha tenemos a otra conocida …

  • Aterrizaje forzoso

    10 de mayo de 2021

    Creo que fue en marzo cuando me compré unas zapatillas de correr nuevas porque las otras, las de diecisiete leuros de la tienda esa de los diez mandamientos gabachos, ya tenían novecientos kilómetros y estaban como la mojama. Los dos amigos a los que pedí consejo, uno cabeza de queso y uno canario, coincidieron en las que debería comprarme, pero cuando vi el precio me dio una taquicardia, que a mí pagar más de cien leuros por unas cholas de correr me parece un sacrilegio y más siendo parao como soy. Por eso, decidí ningunearlos y a través de cierta tienda con nombre brasileño conseguí unas que normalmente valen sesenta leuros por treinta y nueve, claro que solo tenían un color disponible a ese precio, que era el negro, con suela naranja, algo que particularmente me la sudaba porque yo no miro la suela y si alguien me dice algo, les recordaré que es el color de la madre patria del norte, que hasta nuestra casa irReal usa el color para su nombre, en un giro dramático y difícil de entender para un africano como yo, ya que el color naranja es el oranje pero la fruta anteriormente y actualmente conocida como naranja, aquí la llaman sinaasappel, palabra que viene de la unión de dos palabras, China, como la del chino kudeiro y manzana, con lo que una naranja en neerlandés es una manzana de la China, porque estos acarajotaos e ignorantes no sabían que mayormente vienen de Valencia si son frescas y de Brazil si compras el zumo. Volviendo al tema, me llegaron mis nuevas zapatillas de correr a precio de parao y con pena y dolor las comencé a usar, ya que al costarme más del doble que las otras, hasta pensé en comprar una vitrina y ponerlas de adorno en mi keli. Los dos «expertos» insistían en que mi velocidad mejoraría r-escandalosamente, algo que en realidad no sucedió y yo seguía corriendo exactamente a la misma velocidad, que estoy en conversaciones para que me usen para poner en hora los relojes atómicos porque es que parezco la cosa esa que usan los que tocan música para no perderse por babia o en los alrededores de truscoluña, que no es nación. A marzo le siguió abril y todo parecía ir como siempre hasta hace dos semanas. Me despierto el lunes y como siempre si no está diluviando, echo el jiñote en el trono, me pongo la ropa de correr, caliento unos milisegundos y salgo a hacer mis seis kilómetros rondando los veintiocho minutos o quizás veintiocho minutos y medio. Juro por las bragas más sucias y apestosas de Mafalda que no hubo ninguna otra alteración de la rutina, pero ese día, que encima había amenaza de lluvia inminente, cambié mi ruta por si comenzaba a llover e hice el circuito que en ningún momento me pone a más de un kilómetro y medio de mi casa, con lo que si la cosa se pone chunga, puedo volver. Hice el primer kilómetro en cuatro minutos y cuarenta y un segundos, que pensé que la pulsera que me controla estaba hasta la pipa del coño de cocaína o de esnifar gofio porque siempre mi primer kilómetro es super lento, pero es que en los otros cinco estuve siempre por debajo de los cuatro minutos y medio y acabé el ejercicio en veintiseis minutos y cincuenta y siete segundos. Lo flipé hasta tres metros más allá del infinito e incluso les mandé pantallazos a los dos colegas y en el texto que los acompañaba, añadí «… y ahora comenzará mi decadencia» porque esto fue algo único. El miércoles salí a correr, otra ruta, misma distancia y resultó que la hice en dos segundos menos y el jueves volví a salir a correr y reduje el tiempo en otros dos segundos, consiguiendo una velocidad de cuatro minutos y dieciseis segundos en el quinto kilómetro. Yo ya no sabía a qué producto de mi dieta culpar, porque tenía claro que me debía estar dopando con algo para de repente y sin venir a cuento, tener estos registros.

    El cuarto y último día de la semana para correr fue el sábado, el uno de mayo. Ya mi primer kilómetro fue épico, con una velocidad de cuatro minutos y treinta y dos segundos. Sentía como si me estuviese convirtiendo en un aerodeslizador y flotaba sobre el suelo, casi sin tocarlo, a unas velocidades épicas. El segundo y el tercer kilómetros los hice en cuatro minutos y veinte segundos y el cuarto me costó un segundo más. Iba escuchando un podcast, sin forzarme y sin sentirme cansado. En esa ruta, entre el cuarto y el quinto tengo que pasar bajo una autopista por un carril bici y en la cuesta abajo apuré para compensar la pérdida de velocidad en la cuesta arriba. Subía la rampa cuando lo impensable, sucedió. Aunque todo ese carril bici está asfaltado para bicicletas, en color vino, como en toda Holanda, en el tramo del paso subterráneo parece estar hecho con unas planchas de asfalto de unos veinte metros de largo y que están como conectadas entre ellas. Mi teoría, corroborada tras una inspección posterior del lugar es que no están completamente niveladas y por la velocidad yo no estaba levantando los pies demasiado, así que en la subida y al llegar a una de esas juntas, mi pie derecho tropezó con la junta y me escoñé, literalmente. Salí como una bala o el resto de un cohete chino hacia adelante y me hostié. Tras caer, en la rodilla derecha tenía el pantalón roto y una zona en carne viva del tamaño de un cráter en la Luna. En el codo izquierdo tenía también una raspada considerable y mi pulsera quedó tocada, pero sigue funcionando.

    A esas horas, no pasaba nadie y después de levantarme y ver que podía seguir andando y que estaba caliente, en el sentido de tener todos los músculos a pleno rendimiento y por consiguiente, sin dolor, dejé de correr, paré el ejercicio como quedó registrado en el pantallazo anterior y opté por volver caminando a mi casa, a aproximadamente dos kilómetros del lugar. La herida no sangraba pero se veía que la piel era cosa del pasado. Cuando llevaba un kilómetro caminando, el frío, que afuera teníamos ocho grados comenzó a hacer mella en mí y como no sentía dolor, opté por comenzar a correr de nuevo, sin activar la pulsera y hacer la distancia en mucho menos tiempo, así que volví corriendo a mi casa. Después me quité la ropa, me duché, limpié las heridas y les puse el spray que crea una tirita y que es como mágico. La herida de la rodilla no se cerró hasta el domingo por la tarde y aunque consideré poner aquí la foto que le mandé al Turco para joderle el desayuno, no lo haré. La cosa es que el lunes, inicialmente decidí no ir a correr, por si acaso, pero después de caminar unos siete kilómetros y volver a mi casa, como que decidí que no ir era de truscolanes, porque la rodilla no me duele y finalmente salí a correr, con curiosidad por saber la pérdida de velocidad provocada por semejante trauma. Hice los seis kilómetros en veintisiete minutos y nueve segundos, con lo que no parece que el miedo o el pánico a tropezar de nuevo me haya afectado, aunque ahora, cuando paso por el lugar, cambio al modo de caballo de competición de obstáculos y troto por el sitio levantando los pies hasta los lóbulos de las orejas. Durante el resto de la semana, nunca llegué a bajar de los veintisiete minutos, aunque ahora que he probado esas velocidades, quiero regresar al aire y es cuestión de tiempo que lo logre. El único cambio que hice desde la caída fue usar los pantalones cortos para correr porque la fricción en la rodilla sí que puede molestarme. Así que la semana en la que comencé a volar, acabó con un aterrizaje forzoso y a los dos que me recomendaron gastarme la pasta en las playeras, ya les he dicho que es culpa suya, que si yo hubiese comprado las playeras de pobre de diecisiete leuros, habría seguido tan feliz corriendo despacito.

  • La semana pasada en Distorsiones

    10 de mayo de 2021

    Comenzamos la semana pasada celebrando las 12000 anotaciones del mejor blog sin premios en castellano, algo con mucho mérito porque cuando se daban premios, había cienes y cienes de millardos de blogs y ahora que ya no se dan, han desaparecido casi todos y se ha quedado el mío solito, que por ejemplo el Ancestral ahora copia la anotación de Navidad de un año para otro y se queda tan a gustito. Tuvimos el repaso mensual de las guerras entre comentaristas en Entre navajeros y está claro que al final, solo puede quedar uno en el segundo puesto y por ahora parece que será Virtuditas, que está defendiendo con las uñas negras de los pies ese puesto y como no se las ha cortado en toda la pandemia truscolana y podemita, las tiene como cuchillos con hojas de diez centímetros de largo. En las obras de pintado de mi casa vimos los colores del cuarto con la buhardilla en Marrón, gris y crema y El baño en blanco papiro y crema. En La pruebota tenemos prueba visual de que se puede hacer de otra manera.

    • Pasando en tren sobre el puente Tham Krasae
    • El camioncito tren
    • En el tren hacia Kanchanaburi
    • El interior del tren a Kanchanaburi

    En Kanchanaburi, nos vimos Pasando en tren sobre el puente Tham Krasae y todos flipábamos En el tren hacia Kanchanaburi y hasta estuvimos en El interior del tren a Kanchanaburi y nos quedamos con El camioncito tren.

    • Ted Lasso
    • Normal People
    • The Flight Attendant
    • Esta mierda me supera – I Am Not Okay with This

    Las series de esta semana fueron la divertidísima Ted Lasso, la fabulosa Normal People, la locura alcohólica de The Flight Attendant y las tribulaciones de Esta mierda me supera – I Am Not Okay with This.

    Finalmente, la comida que salió de mi cocina fue:

    • Panqueques de suero de mantequilla
    • Brownie
    • Magdalenas del carajo, mi receta
    • Pollo con salsa barbacoa
    • Lomo de cerdo adobado con tomate y queso
    • Jambalaya
    • Mantecados de Gran Canaria
    • Pollo con beicon y puerro
    • Yogur griego casero
    • Tortilla de papas con cebolla
    • Churros
    • Pollo al curry verde
    • Rollitos de canela
    • Pannenkoeken
    • Pesto de albahaca

    Y así transcurrió la semana.

  • Esta mierda me supera – I Am Not Okay with This

    9 de mayo de 2021

    Cuando se estrenó la serie que voy a comentar en febrero del año pasado, como que ni me molesté porque no me parecía interesante. Unos meses más tarde y tras escuchar y leer en varios sitios que era un producto muy interesante decidí darle una oportunidad y creo que me la vi de una sentada, ya que los episodios eran de media hora y solo tiene siete. He leído que aunque iban a hacer una segunda parte, al final la empresa esa que es como una tele pero en digital y tal y tal decidió cancelarla. Se trata de I Am Not Okay with This y en España se estrenó con el mejor título de la historia de las series televisivas, Esta mierda me supera, como a mí truscoluña, que no es nación.

    Una pava rarita, rarita (y estas palabras hay que decirlas con la voz más aguda que podáis hacer), tiene movidas en su casa, está en plena adolescencia y parece que le están saliendo unos superpoderes super chungos y que están relacionados con sus desajustes hormonales. Encima, el friki del barrio, que es rarito, rarito (ya sabes …) se ha encoñado de ella y le quiere poner la pierna encima para ayudar a empujar dentro el pollote hasta los mismísimos pelos de los güevos y ella que se deja aunque la que le pone los pezones como dos piedras de titanio es su mejor amiga, a la que busca la manera de hacerle un tijeretazo y restregar felpudos, o algo así. Con todo esto sucediendo, la chama se irá calentando y calentando hasta que llega a la fiesta del instituto y se monta allí un pitote que no veas.

    Esto al final resultó una comedia negrísima con toques de ciencia ficción con una adolescente desfogada y que cuando se le suelta el pitorro (que no el potorro), toda esa energía la descarga como si fuera una explosión nuclear. La chica lo hace de fábula y el chamo de su barrio que se la quiere coger es aún más fabuloso que ella porque él es un friki en su estado más puro y está orgulloso de ello, empezando por un pelo que está pidiendo a gritos una intervención de la ONU para salvar a la humanidad. No me preguntes la razón porque mis entrañas son muy obscuras y tenebrosas pero esto me recuerda un montón a la camaradería que se creaba en El club de los cinco – The Breakfast Club y seguramente por eso me gustó tanto. Tengo clarísimo que en este caso, es el tipo de producto que solo un puñado de julays como el Elegido son capaces de apreciar y disfrutar, así que no creo que ni los miembros del Clan de los Orcos ni los sub-intelectuales con GafaPasta deberían intentar verla porque está muy por encima de sus posibilidades intelectuales.

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